Buena uva

Galicia produce al año 15 millones de litros de albariño

LAURA CAORSI

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La uva albariña es el fruto de una antigua discusión. Hay quienes afirman que Raimundo de Borgoña –el marido de la reina Doña Urraca de Castilla– introdujo la cepa en Galicia, allá por el siglo XI. Otras versiones sostienen, en cambio, que esta especie de uva es autóctona de Rías Baixas. No obstante, la leyenda más extendida cuenta que fueron los monjes de Cluny los responsables de traerla desde Francia hace más de novecientos años.
En efecto, esta abadía de origen galo llegó a agrupar a más de 10.000 monjes a finales del siglo XI, que habitaban en mil abadías distintas repartidas por Europa, incluida la Península Ibérica, donde había 23. Por aquél entonces, plena época medieval, el pan y el vino eran los pilares de la alimentación y no resulta extraño pensar que fueran estos monjes –sabios en comida– quienes ligaran la peregrinación con el cultivo de la vid en Galicia.

Pero más allá de sus comienzos legendarios, lo que no ofrece lugar a dudas es que la uva albariña se ha convertido en uno de los productos más característicos de esta zona de nuestro país. Mil años después de aquellas historias encontradas, es lógico pensar que, aun viniendo de Francia, los gallegos la sientan como propia. Tan suya que, en 1988, un grupo de productores vitivinícolas dieron vida a una Denominación de Origen que regula los estándares de calidad de los caldos que se producen en Rías Baixas, en la provincia de Pontevedra. Vinos albariños en su inmensa mayoría.

En la actualidad, la producción de esta cepa asciende a los veinte millones de kilos de uva y a unos 15.000.000 de litros de vino. Unas cifras que se decantan de las 192 bodegas reunidas bajo esta denominación y que, a su vez, la convierten en el principal grupo productor de Galicia. Al igual que las vides, los volúmenes de recolección, fabricación y ventas no han parado de crecer con el tiempo, triplicando sus cifras totales en poco más de cinco años. Y hay más, porque los bodegueros que siembran vides, también cosechan galardones.

«Rías Baixas fue el vino blanco de referencia durante la XV Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado en Salamanca y nuestros vinos, además, se sirvieron en el banquete nupcial de Su Majestad Don Felipe y Doña Letizia Ortiz», remarcan los miembros del consejo regulador, embebidos de orgullo. La elección de la Casa Real coincide con la de expertos catadores que, en diferentes certámenes nacionales e internacionales, premiaron a varias marcas con esta denominación de origen.

Las distinciones recogidas en el viejo y en el nuevo mundo no son producto de la casualidad. Las características del albariño conquistan con su perfume y su sabor y ni siquiera Robert Parker –el catador estadounidense considerado como ‘la nariz del millón de dólares’– fue capaz de resistirse a sus encantos. «La elección de 13 marcas de Rías Baixas para su guía ‘The wine advocate’ es uno de los homenajes más importantes que hemos recibido», destacan en el consejo.

Fresco y afrutado


¿Qué sabor es ese que tanto apasiona? ¿Cuáles son las características del albariño? Cuando se hace vino, esta uva –pequeña, concentrada y de alto precio– desprende «una gran variedad de olores sutiles» que se acentúan «gracias a su elevada acidez» y al clima en el que se cultiva. Al paladar, la bebida resulta fresca y suave. Y al olfato lo cautiva con su aroma afrutado y floral.

Estos rasgos hacen posibles dos virtudes. La primera, que los albariño «envejezcan con dignidad», pues, bien conservados, duran mucho más tiempo que el habitual en los vinos blancos (generalmente, un año). La segunda, que en países como Estados Unidos –el principal importador mundial–, los restaurantes más cosmopolitas lo sirvan «en la barra, como una copa de apertitivo». «Son fáciles de beber y de entender», resume la presidenta del consejo regulador, Soledad Bueno. Y está claro que la ‘comprensión’ trasciende las fronteras.

 

 


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