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Tributo a la joven cocina

Los premios Bidasoa recaen en Aduriz y los creadores de la nueva gastronomía en el País Vasco

Rafael García Santos

De todas las ediciones de los Premios Bidasoa en su apartado de Plato Joven Cocina, ha habido dos, la primera y la sexta, en que los promotores concedieron los laureles a cocineros de renombre. Ocurrió con Joan Roca (El Celler de Can Roca) y, en su última edición, con Andoni Luis Aduriz (Mugaritz). En el resto de años, los agraciados recibieron más que aportaron, ya que eran jóvenes aspirantes a un puesto entre los grandes: Carlos Gamonal (Mesón El Drago), Sergio López (Tragabuches), Francis Paniego (Echaurren) y Marcelino González Tejedor (Casa Marcelo). Buenos chicos y notables cocineros.


Ésta es la primera ocasión en que el galardón recae en un chef vasco. Y también, la primera en que lo obtiene un cocinero realmente consagrado; si como tal, se entiende a un profesional en el momento álgido del triunfo, que practica ya una de las cinco cocinas más avanzadas del país, y una de las diez o doce culinarias más virtuosas de España.
Es muy probable que quienes hoy critican a este personaje mañana callaran, como siempre ha sucedido en la historia con los hombres adelantados a su tiempo. Y eso es Andoni Luis Aduriz, un artista que se dirige exclusivamente a la elite, porque su obra no tiene la más mínima concesión a la comercialidad.


Los riesgos
Un profesional que arriesga tanto no siempre acierta. Pero en el historial de Aduriz figuran auténticos logros. Por ejemplo, es autor de uno de los mejores platos de foie gras del panorama mundial: asado a la brasa con caldo de lechuga de mar y arroz bomba. También patrimonializa el bacalao más brillante que hayamos tenido la oportunidad de gozar: en su caldo ­clarividente visión galáctica del pil pil­ con sopako, tomate confitado y pisto picante.


A su vez, nadie ha hecho tan liviano y exótico el refrito clásico, al que ha perfumado con pomelo, naranja y limón, para realzar el rodaballo, la lubina o el mero. Y así, sería posible continuar ofreciendo obras de arte saladas y también dulces, porque en este terreno vuelve a encontrarse entre los primeros cocineros. Firma creaciones increíbles como la torrija, los posos de café y las pequeñas locuras heladas sobre merengue cocido: de pomelo y perifollo, de leche reducida y salvia, de pera y albahaca y de naranja y orégano.


Andoni Luis Aduriz es uno de los contados chefs con estilo propio que podríamos definir de neta vocación minimalista: un ingrediente principal excelso, una guarnición integrada y un consomé original servido en cantidades ingentes que reivindican la salsa, todo en chispeante armonía de opuestos. Quizá durante los últimos meses no haya sido capaz de profundizar en esa definición y de materializar tantas y tantas creaciones como el año pasado, pero ahí está, siempre en plena evolución imaginativa y perfeccionista.
Por tanto, puede asegurarse que el Premio Bidasoa se ha materializado, no en un joven, sino en uno de los máximos exponentes de la culinaria de vanguardia. Ójala ése sea su futuro. Asimismo, el Plato de Oro, el reconocimiento que una empresa de porcelanas tributa a la labor historica a través de la votación emitida por una veintena de periodistas gastronómicos, ha sido para el grupo de la Nueva Cocina Vasca, en el 25 aniversario de su nacimiento, allá por 1976.


Un homenaje merecido, pues, no por archisabido, conviene olvidarse de lo que han representado Juan Mari Arzak, Pedro Subijana y otros cocineros en lo que hoy es el arte gastronómico.



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