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Semana del 20 al 26 de enero de 2007

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Un gran menú por 50 euros

El Molino de Urdaniz ofrece por 50 euros un menú degustación en el que se suceden formulas tan meritorias como el salmorejo aromatizado con aceite de arbequina y engalanado con cigalas crudas, bolitas de fresa-nitro y helado de albahaca; los lomos de sardinas al aroma de haya con encurtidos, anchoas, olivas negras, germinados de lentejas y cebolleta asada; la presa ibérica adobada y en aceite con pequeña ensalada de brotes, helado de parmesano y aceite de piñones; el foie gras sobre sopa atemperada y texturizada de levadura con pan y nueces caramelizadas; el rabo de cerdo ibérico con confeti espolvoreado y así hasta llegar a los postres, con un asombroso tarro de lombrices.

Grata sorpresa

El más prometedor de los jóvenes cocineros oficia en un pequeño pueblo cercano a Pamplona

RAFAEL GARCÍA SANTOS

La fuerza de la cocina se valora, evidentemente, por el elenco de chefs consagrados, pero también por los nuevos valores. Sin estas promesas, el futuro es incierto, por rutilante que sea o, mejor, parezca el presente. Existe un déficit, entre lo que un país fue y lo que se es, o entre lo que se es y lo que será, y por esa vía nos encontraremos ante una culinaria que, en conjunto, hemos de considerar en decaimiento. Comparar el firmamento coquinario galo reciente con el actual evidencia una crisis, en cuya valoración se requiere introducir otros factores: económicos, sociales... y, por supuesto, conceptuales. La exigencia de restaurantes de apariencia versallesca –a los que nunca podrán acceder en propiedad jóvenes cocineros ni nuevas generaciones de comensales– propicia la decadencia gastronómica.

En Francia empiezan a emerger cocineros llamados a reactivar el panorama desde la humildad de los bistrot. Pascal Barbot (Astrance, T 33.01.405 08440) y William Ledeuil (Ze Kitchen Galerie, T 33.01.443 20032) son los dos testimonios parisinos más interesantes de nuevos valores en la restauración moderna; renovación que empieza a extenderse por todo el país. En España, muy al contrario, hemos vivido un incorporación vertiginosa que debería perpetuarse en pro de un mañana esplendoroso.

Los nombres están en la mente de todos en las tres últimas décadas. El último fenómeno, con menos de 30 años, Josean Martínez Alija (Guggenheim Bilbao, T 944 239 333), artífice de una carta de platos que para sí quisieran el 90% de los restaurantes más laureados por las guías establecidas y convencionales. En ese objetivo de promover muchachos llamados a conmover, vamos a citar un establecimiento poco conocido: El Molino de Urdaniz, (T 948 304 109), en el pueblo navarro del mismo nombre y distante unos 15 kilómetros de Pamplona, en la carretera nacional 115 que conduce a la localidad vascofrancesa de Saint Jean Pie de Port.

Descubrimiento

En este restaurante familiar oficia David Yarnoz, quien a los 28 años descubrió su vocación tardía, y decidió abandonar la sala e iniciarse en los fogones. A los 32 años ha impresionado su quehacer, hasta el punto de aseverar que llevábamos tiempo sin encontrar un incipiente profesional con tantos atributos y tanta voluntad. Inmenso talento natural, una cabeza privilegiada, una conducta espartana y férrea y una idealidad inquebrantable.

Entre los dones, el sentido innato del buen gusto, la inmaculabilidad sápida y la permanente capacidad para contrastar armónicamente los elementos en escena. Entre lo aprendido, la gran información que maneja sobre todo lo que se cuece en las tendencias más de vanguardia y la enorme cultura de que hace gala a la hora de construir con alarde de elementos siempre bien conjuntados cromática y sapidamente. Y todo ello, desarrollando una personalidad bien diferenciada, que le hace tener una identidad manifiesta y con referencias.

Para que no haya dudas, estamos ante una de las tres cocinas más importantes de Navarra y ante uno de los chefs con más futuro en el ranking de España; si es que logra sobrevivir al paisaje y el paisanaje.


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