Semana del 15 al 21 demayo de 2004
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Ejemplo a seguir
Víctor Arginzoniz, del restaurante Etxebarri,
aplica el siguiente proceder al bacalao:
Género: Emplea lomos enormes, de
piezas de gran peso.
Método: Cada trozo se pulveriza con
aceite de oliva y se sitúa, con la piel
mirando al fuego, de base, sobre una besuguera
plana, que se deposita sobre el enrejado de la
parrilla, a su vez plana, a unos 10 centímetros
de brasa, ascuas de madera de encina, que deben
estar ya bastante quemadas, de manera que no agredan
al pescado.
Tiempos: La pieza tiene que hacerse muy lentamente.
Permanecerá por el lado de la piel durante
ocho minutos. En ese tiempo, suelta algunas gotas
de los jugos interiores y del aceite, que avivarán
la llama, lo que propicia que salga humo que termina
por impregnar suavemente al pescado. Transcurridos
los ocho minutos, se da la vuelta el lomo, que
se hará por el lado sin piel mirando a
las ascuas y siempre a una distancia de 10 centímetros,
más o menos, durante dos minutos.
Servir en mesa: Pasados, se retira el lomo,
se emplata con la piel hacia abajo y se decora
por alrededor con una pincelada de pil pil con
forma de circunferencia.
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Bacalao de asador
La brasa potencia la manjarorisidad
del pescado por sí mismo, sin el valor añadido
de un pil pil que mantiene su máximo valor. No
se trata de competir, sino de sumar
RAFAEL GARCÍA SANTOS
El bacalao, a través de la historia
en la cocina vasca, siempre fue cocinado en salsa al
pil pil, a la vizcaína, al Club Ranero, en salsa
verde
o de otras maneras tradicionales:
en tortilla, ilustrando la sopa de pan y ajo denominada
zurrukutuna, como relleno de diversas clases de pimientos
rojos, frito con pimientos verdes, etc. Pero, curiosamente,
nunca se hizo a la parrilla, cuando fue un condumio
que antaño se prodigó en txakolies y sidrerías,
y que hoy sigue formando parte del menú típico
de éstas en pleno boom. En los últimos
años, por fin, y después de haberlo sugerido
reiteradamente, se ha implantado en los mejores asadores
vascos. Por varias razones: no tenía razón
de ser esa ausencia irracional, y tampoco hay muchos
pescados superiores; y menos, que ofrezcan una garantía
de continuidad en el mercado.
Azarosamente, la pasada semana lo hemos probado en dos
templos de la brasa, quizás donde mejor consumen
esa técnica: Etxebarri, en Axpe (Vizcaya), y
Epeleta, en Lekunberri, Navarra. No son sólo
estos establecimientos quienes lo preparan; por suerte,
en la última década, ha llegado a implantarse,
con mayor o menor acierto, en tres o cuatro decenas
de restaurantes, aunque sigue siendo muy minoritario
si los comparamos con otros pescados.
Paradójicamente, cabe preguntarse cuántos
rapes superan a un bacalao, ambos oficiados a la parrilla.
La comparación se debe trasladar a la merluza,
al besugo, a tantos peces. Y la respuesta no es otra
que lo que prevalece es la calidad intrínseca
de la materia prima. Depende de qué género
dispongamos sobre las ascuas. Claro que también
hay otro factor a analizar: si el producto se hace en
entero o troceado.
Un mero, que puede equipararse en excelsitud, sin entrar
en discusiones de quién es más, con un
lenguado o un rodaballo, nunca ha llegado a alcanzar
la plenitud de estos dos últimos peces, pese
a tener tanta grasa, tanta piel, tanta gelatinosidad,
tanta suculencia como aquellos. La razón, el
rodaballo y el lenguado se hacen en entero y el mero,
troceado. Eso representa una limitación para
el bacalao, que puede ser subsanada, en todo o en parte
más en parte que en todo por su virtuosismo
natural. Nunca llegará a ser un rodaballo, pero
seguro que un bacalao excepcional ganará con
creces a cualquier besugo o merluza de las que hoy se
venden en el mercado, salvo excepciones, géneros
bastante mediocres.
El valor del pil pil
Vamos
a afirmar algo a favor del bacalao a la parrilla. Ya
sabemos que no es comparable, ni se debe incurrir en
el error de cotejarlo, con la preparación al
pil pil. Esta es una receta genial, con infinitamente
más valor añadido que a la parrilla, incluso
más gustosa y saciadora, por activa y pasiva,
no cabe la menor duda. Es un 10 culinario. Seguramente,
a la brasa no tiene tantos méritos cocineriles,
por supuesto, pero no nos cabe la menor duda de que,
al pil pil, nunca el bacalao, sólo el bacalao
en sí mismo, salió tan manjaroso. Con
un sabor tan puro, tan natural, con unas carnes tan
tornasoladas y jugosas, que se separan en láminas,
con tanta identidad propia y con el encanto de las fragancias
rústicas que potencian sus características.
Estamos equiparando procederes con el mismo género;
esa es una asignatura pendiente de la alta culinaria
aplicada al pil pil, igual que la tiene con el rodaballo
¿Qué gran restaurante del mundo logra
superar el que preparan en Elkano?
Bacalao a la brasa, sea de madera o carbón de
encina, que merece y agradece, al igual que el rodaballo
o el lenguado, no ser tocado por apestosos e indigestos
refritos. En Etxebarri se presenta con unas pinceladas
de pil pil que lo rodean sin tocarle. Y en Epeleta,
con unos pimientos morrones frescos asados. Esa es otra.
¿Cuándo los asadores se dignificarán
empleando pimientos frescos y no de lata?
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