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ENTREVISTA:
«Terminar ya es un gran reto»
JULIÁN MÉNDEZ/ BILBAO, 12 de
octubre
En el barco de un solitario caben muy pocas cosas. Por ahorrar peso
estos tipos duros son capaces de serrar el mango de un cepillo de
dientes y de pasar siete semanas alimentándose con unos horribles
"sopisobres" a los que basta con añadir agua caliente.
La comida liofilizada no pesa, cierto, pero sabe a rayos. Unai Basurko,
el navegante de Portugalete que dentro de una semana emprenderá
su primera vuelta al mundo en solitario, también ha limado
peso en su barco. Pero hay una cosa de la que no se desprendería
jamás. Unai confía su suerte a un pequeño objeto
de hueso que cuelga de su cuello. Tiene forma de cola de ballena.
Es un amuleto maorí que compró en Australia. Es su talismán.
Y tiene garantía.
Durante los diez últimos años, explica, el lugar de
la cola de ballena había estado ocupado por otra pieza. Era
un anzuelo aborigen, hecho de hueso y madera. El 21 de julio de 2006,
cuando Unai plegaba sus velas tras haber traído su barco, el
"Pakea", desde Sydney a Bilbao notó un extraño
crujido en el pecho. "El amuleto se rompió en la última
maniobra del último día. Yo había logrado traer
el barco a casa. El talismán había cumplido su misión",
comenta Basurko mientras devora un bocadillo de jamón en el
restaurante L"Ancora, en el Puerto Deportivo de Getxo, algo así
como el cuartel general de los navegantes solitarios que compiten
en la regata Velux-5 Oceans. La historia es de las que pone la piel
de gallina.
Todos estos hombres que dentro de una semana darán la espalda
al mundo para enfrentarse a un mar infatigable y a sus propios límites
están hechos de una madera especial. Cordiales, serenos, expansivos...
se transforman en máquinas cuando se ponen al mando de sus
naves, cuando asoman los instintos que les hacen sobrevivir en su
lucha contra el más temible de los adversarios. "No sabes
de verdad lo que es esto hasta que pasas 25 días solo. Po
r mucho que hayas leído. Hay que tener limpia la cabeza, ser
ordenado, metódico, seguir un orden y respetar las rutinas:
comer, beber, descansar, hacer arreglos. El orden es mera cuestión
de supervivencia", dice Basurko.
El santuario de Unai
Esta semana, entre cursos de supervivencia, instalación del
nuevo juego de velas Quantum, chapuzas, compras y clases de primeros
auxilios, Unai Basurko ha sacado tiempo para desvelar algunos de los
secretos de los solitarios. Muestra la cabina de su Open 60 (18,28
metros). Para entrar desde la bañera hay que doblarse bajo
la cabina, elevar una pierna e introducirse por la estrecha portezuela.
Unai prefiere saltar al interior apoyándose en la parte alta
de la cubierta. De frente uno se encuentra con la mesa de cartas,
inclinada 15 grados a ambas bandas (para poder trabajar con el barco
escorado: lo habitual) y presidida por una pantalla de ordenador desde
la que podrá seguir los partes meteorológicos para planear
su ruta. Hay también media docena de monitores. Al lado, un
asiento muy espartano que sigue la línea de la mesa de cartas,
una colchoneta forrada con hule y cosida por el propio Unai, algunos
grandes "tuppers" con alimentos, botellas de agua, una caja
de herramientas con ruedas (para poder arrastrarla por los angostos
pasillos que llevan a la quilla pivotante), un hornillo Tudor al que
Unai ha amarrado una olla a presión de dos raciones, una sartén
chiquita, un deshumificador Ecron, un bote de gel de baño corporal
Textura, el casco de montañero "Black Diamond", por
si toca subirse al palo... Al frente, los mamparos, esas paredes de
fibra que refuerzan el casco y la cubierta. En la banda de estribor
se abre una estrecha conejera que podría ser usada para dormir
y que Basurko emplea ahora como almacén y despensa. "Ya
ve, nada de lujos", confiesa dirigiendo una mirada a su pequeño
universo.
"Mire". Unai extrae de una caja unos sobres Nutricare. Es
su comida. Rasga uno y aparece el polvo. Uggg. Nada apetitoso. "También
tomo caldos, batidos de proteínas, batidos energéticos...
Y, cuando haga frío, mi puchero de patatas con zanahorias.
¿La receta? Se coge agua de mar, se les pasa un "scotch-
brite" a las patatas y a las zanahorias para quitarles la tierra,
se añade un ajo, una cebolla, un buen chorro de aceite de oliva,
una pastilla de caldo de pollo, un chorro generoso de salsa Perrins
y en seis minutos tiene usted una bomba para entrar en calor",
sonríe.
Reservas doradas
En los tres meses que han pasado desde que llegó de Australia
(donde construyó el barco) Unai ha engordado 10 kilos. "Dos
kilos son músculo, el resto, mis reservas", dice. Y se
ha empeñado a fondo. Unta pan en aceite de oliva cada vez que
puede, se alimenta de legumbres para adquirir un buen fondo alimenticio
y es de los que come la dorada grasa de los chuletones para tener
una reserva de energía. Necesidades del guión. "El
aceite de oliva es fundamental. Tomo un litro por semana. Desde el
desayuno. Mire, me preparo en un bol unos plátanos, con ajo,
aceite, pan tostado y sal. Sí, sí, ajos para desayunar.
Los chinos comen mucho ajo, por algo del tao; para mí son un
limpiador acojonante. No tengo problemas, pero me gusta llevar una
dieta disociada, no mezclar alimentos. A mí me va bien",
confía.
Unai lava siempre los cacharros con agua de mar y, en esta primera
etapa, que le llevará hasta Freemantle, en Australia, disfrutará
de las duchas de las tormentas tropicales. En el Sur, en los rugientes
40º, la higiene pasará a mejor vida. "Un buen gel
hace espuma con agua salada. Pero hay que usar el jabón con
medida, je, je. Dicen que rompe la protección natural de la
piel, esa grasilla que nos protege". Su barco no tiene aseo (ninguno
de los participantes lo tiene). ¿Cómo lo hace? "Con
buen tiempo, fuera, agarrado a los obenques (los cables de metal que
sostienen el mástil). Cuando hace malo, lleno un balde con
agua de mar, lo uso y luego lo tiro. Es lo más rápido,
cómodo e higiénico. Soy bastante regular, siempre después
de desayunar... Le aseguro que el cuerpo es muy sabio, que se adapta
a la navegación y sabe cómo hacer estas cosas. Pasa
con todo. Todos mis sentidos se afilan en regata. Veo de noche, huelo
la tierra a millas y millas de distancia, me siento ágil y
fuerte... El oído se aguza hasta unos niveles increíbles.
Aún estando dormido en mitad de un temporal, si mi oído
nota un mínimo ruido extraño, salto de la colchoneta
como un muelle. En estas situaciones afloran todas nuestras capacidades
anquilosadas, nuestros instintos... Sale lo que de verdad somos".
Mar. Cielo. Barco. Soledad. "Son situaciones difíciles.
Pero cada día que pasa adquieres confianza, maduras, creces...
En los momentos duros procuro pensar en las cosas buenas y en cómo
logré superar momentos terribles. Y pienso. Disfruto pensando,
¿sabe?Y la mar me da mucha claridad. No olvide que esto es
lo que más me gusta, lo que siempre he deseado hacer. Como
ayuda, María, la psicóloga, me ha recomendado que ponga
los problemas por escrito. También llevo una grabadora".
Para entretenerse, Basurko embarcará un puñado de libros
("alguno de Alatriste, para compensar que no he podido ver la
película..."), algo de Pink Floyd, una cañita que
le ha regalado su amigo Jose "para intentar pescar cuando esté
muy parado, a ver si pillo algún dorado" y un par de botellas
de Imperial del 88, regalo de la "tripu" del "Zazpiki"
y que, según las instrucciones de uso, deberán ser abiertas
de forma ineludible al paso por el Cabo de Hornos y de Buena Esperanza.
La senda de los solitarios
Dentro de una semana, Basurko y el resto de la flota de solitarios
abandonará Bilbao. Una vez pasado el tumulto de las despedidas,
de los saludos desde los barcos de los amigos, ellos se quedarán
a solas frente al desafío.
Esa primera noche, sin Luna, alegrados por las centellas de la lluvia
de estrellas de las Oriónidas, todavía sentirán
la fragancia de los eucaliptos y los robles... Luego, sólo
la rueda azarosa del mar, la senda de los barcos solitarios e insomnes.
"He tenido la suerte de tener de maestro a Joan Vila, el navegante
del "Alinghi", un hombre que se sabe el mundo de memoria.
Conoce dónde están las borrascas y los anticiclones
con grados y minutos, cómo se comportan en esta época
del año, qué me puedo encontrar...
Tiene cuatro vueltas al mundo a las espaldas. Aunque en la regata
está prohibido rutear (ofrecer información externa con
las mejores opciones), lo que he aprendido con él me va a ayudar.
¿Dormir? Voy a pasar muchas noches toreras, como yo digo. Duermo
en períodos de 20 minutos. Timoneo poco, lo hace mejor el chino,
el piloto automático. Al cabo de una hora a la caña,
pierdes la concentración. ¿Sexo? Menos que en tierra,
se lo aseguro", se carcajea Basurko.
Sale Unai de Bilbao con el propósito de regresar con una vuelta
al mundo cincelada, milla a milla, ola a ola, en sus recuerdos. En
los peores ratos, en las mares arboladas del océano austral
mordisqueará una tableta de chocolate de hacer y la mente le
llevará hasta su tierra, hasta Marisa, su novia, hasta sus
padres y el agitado mundo de los seres de tierra, los que no saben
(¿lo sabrán alguna vez?) qué se esconde detrás
de ese horizonte.