La flecha señala el parking para los fines de semana del 14 al 15 y del 21 al 22

Proa al nuevo mundo

ENTREVISTA: «Terminar ya es un gran reto»

El más joven de los competidores

JULIÁN MÉNDEZ/ BILBAO, 12 de octubre

En el barco de un solitario caben muy pocas cosas. Por ahorrar peso estos tipos duros son capaces de serrar el mango de un cepillo de dientes y de pasar siete semanas alimentándose con unos horribles "sopisobres" a los que basta con añadir agua caliente. La comida liofilizada no pesa, cierto, pero sabe a rayos. Unai Basurko, el navegante de Portugalete que dentro de una semana emprenderá su primera vuelta al mundo en solitario, también ha limado peso en su barco. Pero hay una cosa de la que no se desprendería jamás. Unai confía su suerte a un pequeño objeto de hueso que cuelga de su cuello. Tiene forma de cola de ballena. Es un amuleto maorí que compró en Australia. Es su talismán. Y tiene garantía.

Durante los diez últimos años, explica, el lugar de la cola de ballena había estado ocupado por otra pieza. Era un anzuelo aborigen, hecho de hueso y madera. El 21 de julio de 2006, cuando Unai plegaba sus velas tras haber traído su barco, el "Pakea", desde Sydney a Bilbao notó un extraño crujido en el pecho. "El amuleto se rompió en la última maniobra del último día. Yo había logrado traer el barco a casa. El talismán había cumplido su misión", comenta Basurko mientras devora un bocadillo de jamón en el restaurante L"Ancora, en el Puerto Deportivo de Getxo, algo así como el cuartel general de los navegantes solitarios que compiten en la regata Velux-5 Oceans. La historia es de las que pone la piel de gallina.

Todos estos hombres que dentro de una semana darán la espalda al mundo para enfrentarse a un mar infatigable y a sus propios límites están hechos de una madera especial. Cordiales, serenos, expansivos... se transforman en máquinas cuando se ponen al mando de sus naves, cuando asoman los instintos que les hacen sobrevivir en su lucha contra el más temible de los adversarios. "No sabes de verdad lo que es esto hasta que pasas 25 días solo. Po

r mucho que hayas leído. Hay que tener limpia la cabeza, ser ordenado, metódico, seguir un orden y respetar las rutinas: comer, beber, descansar, hacer arreglos. El orden es mera cuestión de supervivencia", dice Basurko.

El santuario de Unai

Esta semana, entre cursos de supervivencia, instalación del nuevo juego de velas Quantum, chapuzas, compras y clases de primeros auxilios, Unai Basurko ha sacado tiempo para desvelar algunos de los secretos de los solitarios. Muestra la cabina de su Open 60 (18,28 metros). Para entrar desde la bañera hay que doblarse bajo la cabina, elevar una pierna e introducirse por la estrecha portezuela. Unai prefiere saltar al interior apoyándose en la parte alta de la cubierta. De frente uno se encuentra con la mesa de cartas, inclinada 15 grados a ambas bandas (para poder trabajar con el barco escorado: lo habitual) y presidida por una pantalla de ordenador desde la que podrá seguir los partes meteorológicos para planear su ruta. Hay también media docena de monitores. Al lado, un asiento muy espartano que sigue la línea de la mesa de cartas, una colchoneta forrada con hule y cosida por el propio Unai, algunos grandes "tuppers" con alimentos, botellas de agua, una caja de herramientas con ruedas (para poder arrastrarla por los angostos pasillos que llevan a la quilla pivotante), un hornillo Tudor al que Unai ha amarrado una olla a presión de dos raciones, una sartén chiquita, un deshumificador Ecron, un bote de gel de baño corporal Textura, el casco de montañero "Black Diamond", por si toca subirse al palo... Al frente, los mamparos, esas paredes de fibra que refuerzan el casco y la cubierta. En la banda de estribor se abre una estrecha conejera que podría ser usada para dormir y que Basurko emplea ahora como almacén y despensa. "Ya ve, nada de lujos", confiesa dirigiendo una mirada a su pequeño universo.

"Mire". Unai extrae de una caja unos sobres Nutricare. Es su comida. Rasga uno y aparece el polvo. Uggg. Nada apetitoso. "También tomo caldos, batidos de proteínas, batidos energéticos... Y, cuando haga frío, mi puchero de patatas con zanahorias. ¿La receta? Se coge agua de mar, se les pasa un "scotch- brite" a las patatas y a las zanahorias para quitarles la tierra, se añade un ajo, una cebolla, un buen chorro de aceite de oliva, una pastilla de caldo de pollo, un chorro generoso de salsa Perrins y en seis minutos tiene usted una bomba para entrar en calor", sonríe.

Reservas doradas

En los tres meses que han pasado desde que llegó de Australia (donde construyó el barco) Unai ha engordado 10 kilos. "Dos kilos son músculo, el resto, mis reservas", dice. Y se ha empeñado a fondo. Unta pan en aceite de oliva cada vez que puede, se alimenta de legumbres para adquirir un buen fondo alimenticio y es de los que come la dorada grasa de los chuletones para tener una reserva de energía. Necesidades del guión. "El aceite de oliva es fundamental. Tomo un litro por semana. Desde el desayuno. Mire, me preparo en un bol unos plátanos, con ajo, aceite, pan tostado y sal. Sí, sí, ajos para desayunar. Los chinos comen mucho ajo, por algo del tao; para mí son un limpiador acojonante. No tengo problemas, pero me gusta llevar una dieta disociada, no mezclar alimentos. A mí me va bien", confía.

Unai lava siempre los cacharros con agua de mar y, en esta primera etapa, que le llevará hasta Freemantle, en Australia, disfrutará de las duchas de las tormentas tropicales. En el Sur, en los rugientes 40º, la higiene pasará a mejor vida. "Un buen gel hace espuma con agua salada. Pero hay que usar el jabón con medida, je, je. Dicen que rompe la protección natural de la piel, esa grasilla que nos protege". Su barco no tiene aseo (ninguno de los participantes lo tiene). ¿Cómo lo hace? "Con buen tiempo, fuera, agarrado a los obenques (los cables de metal que sostienen el mástil). Cuando hace malo, lleno un balde con agua de mar, lo uso y luego lo tiro. Es lo más rápido, cómodo e higiénico. Soy bastante regular, siempre después de desayunar... Le aseguro que el cuerpo es muy sabio, que se adapta a la navegación y sabe cómo hacer estas cosas. Pasa con todo. Todos mis sentidos se afilan en regata. Veo de noche, huelo la tierra a millas y millas de distancia, me siento ágil y fuerte... El oído se aguza hasta unos niveles increíbles. Aún estando dormido en mitad de un temporal, si mi oído nota un mínimo ruido extraño, salto de la colchoneta como un muelle. En estas situaciones afloran todas nuestras capacidades anquilosadas, nuestros instintos... Sale lo que de verdad somos".

Mar. Cielo. Barco. Soledad. "Son situaciones difíciles. Pero cada día que pasa adquieres confianza, maduras, creces... En los momentos duros procuro pensar en las cosas buenas y en cómo logré superar momentos terribles. Y pienso. Disfruto pensando, ¿sabe?Y la mar me da mucha claridad. No olvide que esto es lo que más me gusta, lo que siempre he deseado hacer. Como ayuda, María, la psicóloga, me ha recomendado que ponga los problemas por escrito. También llevo una grabadora".

Para entretenerse, Basurko embarcará un puñado de libros ("alguno de Alatriste, para compensar que no he podido ver la película..."), algo de Pink Floyd, una cañita que le ha regalado su amigo Jose "para intentar pescar cuando esté muy parado, a ver si pillo algún dorado" y un par de botellas de Imperial del 88, regalo de la "tripu" del "Zazpiki" y que, según las instrucciones de uso, deberán ser abiertas de forma ineludible al paso por el Cabo de Hornos y de Buena Esperanza.

La senda de los solitarios

Dentro de una semana, Basurko y el resto de la flota de solitarios abandonará Bilbao. Una vez pasado el tumulto de las despedidas, de los saludos desde los barcos de los amigos, ellos se quedarán a solas frente al desafío.

Esa primera noche, sin Luna, alegrados por las centellas de la lluvia de estrellas de las Oriónidas, todavía sentirán la fragancia de los eucaliptos y los robles... Luego, sólo la rueda azarosa del mar, la senda de los barcos solitarios e insomnes. "He tenido la suerte de tener de maestro a Joan Vila, el navegante del "Alinghi", un hombre que se sabe el mundo de memoria. Conoce dónde están las borrascas y los anticiclones con grados y minutos, cómo se comportan en esta época del año, qué me puedo encontrar...
Tiene cuatro vueltas al mundo a las espaldas. Aunque en la regata está prohibido rutear (ofrecer información externa con las mejores opciones), lo que he aprendido con él me va a ayudar. ¿Dormir? Voy a pasar muchas noches toreras, como yo digo. Duermo en períodos de 20 minutos. Timoneo poco, lo hace mejor el chino, el piloto automático. Al cabo de una hora a la caña, pierdes la concentración. ¿Sexo? Menos que en tierra, se lo aseguro", se carcajea Basurko.

Sale Unai de Bilbao con el propósito de regresar con una vuelta al mundo cincelada, milla a milla, ola a ola, en sus recuerdos. En los peores ratos, en las mares arboladas del océano austral mordisqueará una tableta de chocolate de hacer y la mente le llevará hasta su tierra, hasta Marisa, su novia, hasta sus padres y el agitado mundo de los seres de tierra, los que no saben (¿lo sabrán alguna vez?) qué se esconde detrás de ese horizonte.

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