TAU CERÁMICA
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TAU CERÁMICA
Todo un clásico
El enfrentamiento Baston-Scola será
una de las atracciones del partido y también uno de los pulsos
que puede inclinar la balanza
JUANMA ITURRIAGA
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Baston y Scola
estarán frente a frente. / Archivo |
Una de las formas de calibrar la grandeza
de un equipo puede ser fijarnos en su capacidad de evocación,
todo eso que te viene a la cabeza cuando sale a relucir su nombre.
En el mundo del baloncesto, pocos como el Maccabi traen consigo tantas
cosas. Deporte, política, reivindicaciones, un pabellón
casi inaccesible, grandes jugadores, una afición que les sigue
al fin del mundo, poder económico, inquietos viajes por la
conflictiva situación en aquellos parajes, partidos históricos
y una constante presencia en la historia del baloncesto europeo reciente,
si consideramos como tal los últimos 30 años, desde
aquel 1977 donde consiguieron su primera Copa de Europa comandados
por el mítico Micky Berkowitz.
Desde entonces y durante más de una década protagonizaron
grandes enfrentamientos con el Real Madrid, el Virtus de Bolonia,
el Bosna de Sarajevo o el CSKA de Moscú, que por entonces representaban
a lo más granado del continente. Muchas grandes batallas se
produjeron y también sucesos que han pasado a formar parte
del anecdotario, como aquella vez en el pabellón del Madrid
donde Williams, un armario de tres cuerpos, se lanzó contra
el público en busca de un espectador que había tenido
la mala ocurrencia de tirar una moneda. Agotada la generación
de los Aroesti, Silver, Tal Brody o Perry, el Maccabi pasó
una larga travesía del desierto hasta el siglo XXI, donde volvieron
a formar un equipo excelente y que ha sido capaz, por ejemplo, de
llevarse con claridad las últimas dos Euroligas. Ésta
va a ser la institución a la que deberá enfrentarse
el TAU. Un equipo cargado de simbolismo e historia, un clásico
en el más amplio sentido de la palabra, al que su afición
nunca abandona y que llegará a Praga con su cohorte de familiares,
seguidores, guardaespaldas, policía secreta y un porrón
de forofos-periodistas.
En cuanto al juego, la buena noticia es que este Maccabi no es tan
fuerte como el de los dos últimos años, donde resultó
inaccesible para todos. No ha cambiado mucho, pues de sus jugadores
importantes el único que emigró a la NBA fue Jasikevicius,
pero su ausencia se nota. El lituano, último MVP de la Final
a Cuatro, aportaba liderazgo, anotación, intensidad emocional
y grandes rendimientos en los momentos más importantes. Su
repuesto, Will Solomon, uno de esos jugadores que no conoce la pausa,
resulta imprevisible y lo mismo te lleva al infierno que te abre la
puerta del cielo. Además, con la baja de Jasikevicius se ha
roto la extraordinaria y complementaria columna vertebral (base-alero-pívot)
que sustentaba el juego del Maccabi y que completaban Anthony Parker,
este año un peldaño por debajo de su rendimiento anterior,
y el pívot Vujcic.
Los tapados
En el escalafón jerárquico de los israelitas, aparece
en lugar preferente Maceo Baston. Su enfrentamiento probablemente
directo con Luis Scola será una de las atracciones del partido
y también una de las cuestiones que pueden inclinar la balanza.
El TAU deberá tener también el máximo cuidado
con los posibles tapados, tipo el base Derrick Sharp, especialista
en salir del banquillo y revolucionar el cotarro con su velocidad
y triples, Tal Burnstein o incluso un tal Sashon, que no es que juegue
mucho, pero por ejemplo al Madrid le hizo un roto en un momento. Si
tenemos en cuenta que lo lógico es que el partido se decida
por cuestiones de detalle, estos actores secundarios deberían
quedarse como lo que son.
Un equipo que sabe ganar, con un buen arsenal, ofensivamente inquietante,
perfecto manejador de los componentes psicológicos que entran
en juego durante un partido y que siempre disputa en casa la Final
a Cuatro, se celebre donde se celebre. Añadan el valor de una
camiseta con el pedigrí como el suyo y se completará
un digno adversario para el sueño vitoriano.
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