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DÍA 25

Fernando J.Pérez
Enviado especial
Regreso al campo base con pesimismo

Lafaille, ante una pared que pretende escalar como atajo. / F. J. PÉREZ
El Annapurna comienza enseñar los dientes. Alberto Iñurrategi y Jon Beloki volvieron ayer al campo base tras cuatro días en la montaña y su relato comienza a revelar la envergadura de la empresa en la que están embarcados. Los alpinistas descansarán dos días en el campo base antes de volver a la montaña para equipar el último campo.

La vía hasta el campo II reúne los tramos más técnicos, pero no mucho más allá de cualquier otro ‘ochomil’. Sin embargo, a partir de los 6.400 metros es donde se han encontrado frente a frente con la ‘Diosa Madre de la Abundancia’.

A partir de esa altitud el grupo ha comenzado a descubrir lo que el Annapurna les tiene reservado: frío, viento y unas distancias inusuales a esas alturas que exigen un desgaste físico fuera de lo normal. Desde el Campo II –donde registraron hasta 16 grados bajo cero dentro de la tienda–, las dificultades técnicas dejan paso a una larga travesía por un gran plató hasta la base del Roc Noir (7.490 metros), donde instalarán el campo III. «Es uno de los lugares más bonitos que he conocido en el Himalaya», explicaba Alberto en el campo base, «las vistas son increíbles, pero el desgaste físico que exige también es muy grande», añadía.

El grupo incluso podría haber llegado hasta el punto elegido para instalar el campo III si no hubiesen intentado acortar por un terreno que luego se reveló extremadamente peligroso. «Teníamos en todo momento a la vista el pequeño rellano bajo el Roc Noir en el que vamos a instalar las tiendas y quisimos llegar a él sin tener que alcanzar antes la arista, pero nos dimos cuenta que había unas placas de hielo peligrosas y tuvimos que dar media vuelta».

El problema de este tramo hasta el C-III no es su dureza en si mismo, sino la perspectiva de lo que aún les queda hasta la cumbre del Annapurna: la arista este, siete kilómetros y medio desde el Roc Noir, que ayer les deparó una nueva sorpresa. Desde los 7.000 metros tuvieron una vista privilegiada de ella y pudieron comprobar dos elementos que complican un poco más la travesía. Por un lado, las grandes cornisas de nieve, «gigantescas» en algunos puntos, según describió gráficamente Alberto, y por otro los tramos de roca que asoman en la arista durante la ascensión a la cumbre este del Annapurna.

«Bastante roca»

«Loretan y Joos hicieron la travesía en otoño, época en la que hay mucha más nieve y toda la arista estaba cubierta. Sin embargo, ayer –por el miércoles– vimos bastante roca», explicaba Alberto mientras en su rostro se dibujaba una mueca de contrariedad. Aunque hasta que no lleguen allí y vean el estado del terreno de cerca no podrán calibrar el alcance de la dificultad, en principio, la presencia de roca en ese tramo supone una dificultad añadida a la travesía por la arista.

La consecuencia del descubrimiento de estas dificultades fue el distinto talante con el que llegaron al CB Alberto y Jon. Mientras el Aretxabaleta mantenía inquebrantable el ánimo sobre la viabilidad de la empresa, el de Zarautz se mostraba algo más pesimista. «es una vía de una exigencia física impresionante, con el añadido de que hay que hacerla tanto de ida como de vuelta», indicaba Jon Beloki.

El plan secreto de Lafaille

El francés Jean-Christophe Lafaille, en los campos de altura, ha acabado por revelar a Alberto Iñurrategi y a Jon Beloki su plan secreto. Y ha buscado en la cordada vasca dos aliados para llevarla a cabo.

El plan del galo es evitar casi la mitad de la travesía hasta la cumbre accediendo a ella desde cerca del campo II por una pared de hielo de 1.500 metros de desnivel y una pendiente media de 50-60%. "La idea no es mala", asegura Iñurrategi. "Ahorra aproximadamente un día de travesía", pero el de Aretxabaleta no tiene nada claro que el esfuerzo que exige escalar esa pared compense ese ahorro de tiempo. "Es una paliza descomunal, la pared es puro hielo, son 1.500 metros de escalada en tracción. Si nos llevaría directamente a la cumbre quizá merecería la pena, pero salimos a la mitad de la arista, Todavía nos quedaría más de un día de travesía y el esfuerzo realizado nos pasaría factura".

En esas condiciones, Alberto y Jon declinaban amablemente la oferta de Lafaille
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