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Fernando J.Pérez
Enviado especial |
«No voy a arriesgar más que otras veces por ser el último ochomil»
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IÑURRATEGI visiona
unas imágenes, ayer en el campo base. / F. J. PÉREZ
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Sentado al sol en el
suelo, pasaría por un ciclista a punto de empezar una gran
vuelta. Está fino, pura fibra, y sus rasgos de la cara muestran
ese tostado que da el esfuerzo al aire libre. Pero no es ningún
esforzado de la ruta. Se trata de Alberto Iñurrategi, alpinista,
esperando las preguntas del periodista con un punto de incomodidad,
bajo la Puja del campamento base del Annapurna, a 4.200 metros de
altitud.
A sus espaldas se alza la montaña, imponente, con su gran
cara sur. Y sobre ella, la arista que les aguarda, sacudida por
el viento que levanta al cielo, como cada mañana, una estela
de nieve perfectamente visible cuatro mil metros más abajo.
Quince kilómetros -ida y vuelta- en la zona de la muerte
. Pero no la mira. No hace falta. Se la conoce de memoria. Y además,
ya tendrá tiempo de tenerla cara a cara. Dentro de muy poco.
Apenas unos días.
-Lanechal, durante la dramática primera ascensión
al Annapurna le preguntó a Herzog: «¿Crees que
merece la pena?». ¿Cree que merece la pena, sobre todo
pensando en la incertidumbre que vive la familia?
Alberto Iñurrategi cabecea y piensa la respuesta unos segundos.
-Supongo que sí, ¿no? Es un tema que cada vez me cuestiono
más, pero si tengo en cuenta lo que me ha aportado la montaña
en los últimos diez o quince años no puedo contestar
otra cosa más que sí.
-Últimamente ha comentado que lo que quiere es liberarse
de los ochomiles de una vez. Si de lo que se trata es de quitarse
de encima esa carga, ¿porqué no elegir una vía
más sencilla en el último que le queda?
-Hay dos razones. La primera es que el Annapurna no tiene mu chas
opciones de elección. La vía normal es muy peligrosa
y además tampoco es fácil. En ese descarte de rutas
de riesgo hemos llegado a esta vía y, por lo que hemos visto
hasta el momento, creo que la elección ha sido muy acertada.
Y la otra razón es que siempre conviene venir con muchísima
motivación y cualquier ruta no da el mismo nivel de ilusión.
-¿Es éste su último intento a su último
ochomil ?
-No. Lo que no quiere decir que vaya a terminar los catorce ochomiles
de cualquier forma. Si los acabo será de la misma forma que
he hecho el resto de ochomiles , con sentido común y con
los pies en el suelo.
-¿Está preparado para volver al Annapurna todas
las veces que haga falta hasta subirlo?
-No quisiera atascarme con el Annapurna y estar año tras
año intentando esta montaña. De hecho, podíamos
haber reservado este otoño por si no subimos ahora, y no
lo hemos hecho. Incluso dudo de que si no subimos este año
volvamos el que viene. Es algo que no me obsesiona.
-En ese objetivo de completar los ochomiles, ¿no se corre
el peligro de forzar más allá de lo que recomiendan
la razón y la prudencia en una montaña y en una ruta
como éstas?
-En la montaña siempre hay que arriesgar. Ahí está
el juego. Pero no voy a arriesgar más de lo que lo he hecho
otras veces. Creo que siempre hemos funcionado con sentido común
y en esta montaña, y más concretamente en esta ruta,
el sentido común tiene que estar presente mas que nunca,
porque el retorno es muy largo, va a ser una vuelta de cierto compromiso
y más que nunca hay que tener los pies en el suelo.
-¿Ir con otros alpinistas, que sin ser de la misma expedición
están trabajando juntos en la montaña, puede provocar
una cierta competitividad a la hora del asalto a la cumbre?
-Eso se puede llegar a pensar cuando estás en casa o incluso
en el campo base, pero por encima de los siete mil metros las cosas
te ponen en tu sitio y por mucho que le quieras seguir a alguien,
cada uno tiene su ritmo y su forma de andar y a la mínima
que se fuerce se termina pagando un precio muy caro. De lo que se
trata es de ir cada uno a su marcha. El día de cumbre, el
hecho de ser seis alpinistas nos va a facilitar las cosas a la hora
de portear el material o en caso de que haya que abrir huella.
-¿Y peligro de que el asalto a cumbre se convierta en una
carrera por ver quien llega antes?
-Ninguno. Aquí no hay posible ganador. De lo que se trata
es de subir. En ningún momento he visto, ni creo que vaya
a existir, ese instinto competitivo.
-¿Qué tal está siendo la relación
con Lafaille, Viesturs y Veikka?
-Muy buena. Yo creo que ha habido un entendimiento majo. Hemos realizado
un reparto de trabajos y nos hemos coordinado perfectamente.
-¿Esta buena relación puede llevarles a realizar
el asalto a cumbre coordinados frente al plan inicial de que cada
grupo lo hiciera por su cuenta?
-Lo veo muy probable. Creo que nos interesa a todos ir arropados
y viendo cómo estamos funcionan do hasta la fecha pienso
que cuando se presente la ocasión de salir hacia la cumbre
lo haremos todos juntos.
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«Hablar de la cumbre es aún prematuro»
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-¿Que sensaciones
está teniendo en la montaña?
-Muy buenas. Está siendo de las mejores expediciones en ese
sentido. Están coinci diendo los días de trabajo con
los de buen tiempo y el aprovechamiento es óptimo. A este ritmo
tendremos posi bilidades de hacer cumbre.
-¿Técnicamente, la ruta está siendo como preveían,
más fácil o más difícil?
-Cuanto más estamos viendo la ruta, más a nuestro al
cance la veo. El hecho de que la vía fuese abierta por los
suizos en 1984 con la conocida bajada por la vertiente norte tan llamativa
y el que no se haya vuelto a repetir le da cierto rigor. Pero por
lo que hemos visto es una vía interesante y factible.
-¿Para cuando se puede calcular la entrada en la arista
y el asalto a la cumbre?
-Hablar de la cumbre todavía es prematuro. A partir de
la primera semana de ma yo podemos estar preparados para ir para arriba,
aunque si todo sigue a este ritmo nos podemos adelantar una semana.
-¿Cuál es el plan de instalación de campos
de altura?
-Montaremos tres fijos y una vez llegados al Glaciar Do me, a 7.200
metros, saldremos en estilo alpino a la arista. Desde esa altura nos
llevaría por lo menos dos días y medio, con dos vivacs
in cluidos, alcanzar la cumbre, y otra noche más para la bajada.
Por lo menos estaremos tres noches en la arista. |
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