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Fernando J.Pérez
Enviado especial |
Iñurrategi
y Beloki, camino de alcanzar el campo dos
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Beloki, en plena faena. |
La expedición Oinak Izarretan al Annapurna continúa
quemando etapas en los plazos previstos. Mientras el tiempo aguante
-y ayer hizo el mejor día desde la llegada al campo base-
están dispuestos a aprovechar cada jornada ante las previsiones
que indican un empeoramiento a partir de pasado mañana,
con fuertes precipitaciones de nieve.
Ayer fue la jornada más intensa desde que los seis expedicionarios
-los tres vascos, el norteamericano, el francés y el finlandés-,
a los que definitivamente se ha sumado Juanjo San Sebastián,
comenzaron su trabajo en la montaña. Fue una labor, coordinada,
en equipo. Lazkano y San Sebastián subieron hasta el depósito
situado a 5.000 metros, justo por debajo de la barrera de rocas
sobre la que asienta el C-I, cargados con casi 20 kilos de material
a la espalda: 500 metros de cuerda, gas y material para sus compañeros.
Mientras, Alberto Iñurrategi y Beloki, junto con Lafaille,
Viesturs y Veikka ascendían hasta las tiendas del C-I,
a 5.400 metros.
En su afán por subir todo el material de escalada posible,
acordaron con Lafaille dejar en el depósito la tienda de
campaña y el hornillo del galo, quien dormiría esta
pasada noche en la tienda con los dos alpinistas vascos. La jornada
que les espera hoy también se presenta intensa y dura.
Su objetivo es equipar todo lo que puedan de los 1.200 metros
de cuerdas fijas que exige la ruta hasta el C-II, en la arista
entre los picos Singu Chuli y Glaciar Dome y quedarse a dormir
una segunda noche en el C-I para seguir con el proceso de aclimatación.
Alberto, Jon y Lafaille volverán a ser los encargados de
la instalación de las cuerdas, mientras que para Viesturs
y Veikka, a los que ya les ha caído el apodo de los diesel
, harán los porteos desde el depósito al C-I.
Ceremonia de la Puja
Por lo demás, el humor de los expedicionarios es excelente.
En su última comunicación de ayer por radio con
el CB explicaban las increíbles vistas que tenían
desde el C-I, con un mar de nubes a sus pies, y mostraban su excelente
disposición pidiendo a los que están en el campamento
base que pongan a remojar el bacalao que ha traído la expedición
para ser recibidos con un buen pil-pil cuando vuelvan mañana.
El campo base celebró ayer la Puja , tradicional ceremonia
budista en la que los nepalíes piden suerte y bonanza,
en esta caso para la expedición. El acto se ha realizado
con varios días de retraso, ya que la tradición
dice que se debe hacer antes de que los alpinistas pisen la montaña.
Pero la premura de la expedición por subir a la montaña
ha alterado el programa del campo base.
Ejercieron de maestros de ceremonias Maila, el cocinero, y su
ayudante Champa. Aprovechando un pequeño altar existente
en el CB de anteriores expediciones, desde él izaron cinco
hileras de banderolas para proteger a todo el campamento. Acto
seguido encendieron incienso y sándalo y tras las oraciones
realizaron la ofrenda de alimentos a Buda y a los presentes. Después
de la ceremonia, el semblante de Maila y su ayudante era oro.
La expedición ya está bajo la protección
de Buda.
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Avalancha en el campo
base |
Eran la cuatro de la tarde (12h.15 en Bilbao). La niebla se había
empezado a echar sobre el Santuario de los Annapurnas como cada
día, aunque un poco más tarde de lo habitual. Mientras
unos tomaban tranquilamente el café en la tienda comedor
y otros empezaban a dibujar sus crónicas en el ordenador,
el estruendo alteró la tranquilidad del campo base. Fue un
ruido seco y prolongado, como un trueno sin final.
Jon Lazkano en seguida se dio cuenta. «¡Eso es una avalancha!».
Se oyen muchas, casi todos los días, pero ninguna había
sonado tan cercana. Todos salimos corriendo de la tienda-comedor,
mirando sobre nuestras cabezas, hacia la gran peña que, en
teoría, protege al CB de una contingencia de ese tipo. El
ruido no cesaba, pero nada se movía. De pronto, a la derecha
de las tiendas. en una torrentera aparentemente inofensiva de la
que el campo base se nutre de agua, comenzaron a caer trozos de
hielo y roca, algunos del tamaño de un balón de playa.
¡Por ahí venía!
Segundos después, una masa de nieve y hielo hizo su aparición
ladera abajo, lenta y silenciosamente. Sin nada ni nadie que pudiera
pararla. El camino natural de la torrentera la dirigía lejos
del CB, a unos cien metros, pero la cantidad de nieve desbordó
la canal y comenzó a acercarse ladera abajo hacia las tiendas
de campaña más altas. El grupo sólo podía
observar a la masa deslizarse lentamente, cada vez más lentamente.
Hasta que se detuvo, a unos 30 metros de las tiendas.
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