Fernando J.Pérez
Enviado especial |
Iñurrategi y Lafaille intentarán
hollar hoy la cumbre tras pasar la noche a 7.800 metros
· Viesturs y Gustaffson vuelven agotados
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Iñurrategi
otea el horizonte desde lo alto de una ladera. / F. J. PÉREZ
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Las dificultades no cesan en el Annapurna. Alberto Iñurrategi
y Jean Christophe Lafaille, los dos únicos hombres que
quedan ya en la montaña tras el descenso ayer de Viesturs
y Gustaffson, continuaron ayer su avance por la arista este camino
de la cumbre principal, pero volvieron a afrontar una jornada
llena de complicaciones. La principal de ellas fue la ascensión
al Annapurna Este (8.026 m.), primera de las dos cumbres subsidiarias
que debían superar camino de la cima principal. Tuvieron
que renunciar a ella debido a la presencia de una serie de placas
de roca imposibles de ascender con el material que llevaban y
a esa altitud.
La decisión que tomaron fue tan arriesgada como inevitable:
bordear la cumbre por la cara norte afrontando de nuevo pendientes
de hasta 60 grados sobre un patio de más de dos mil metros.
Antes, hasta alcanzar la base de la cima secundaria, Alberto y
Lafaille habían tenido que recorrer el tramo de la arista
que les restaba hasta allí. Más de un kilómetro
en continuo ascenso y repleto de nuevo de gigantescas cornisas
-visibles incluso desde el campo base, cuatro mil metros más
abajo- y pendientes pronunciadísimas.
Por fin, sobre la una de la tarde, después de una larguísima
jornada de ocho horas de trabajo, encontraban un lugar adecuado
para instalar la tienda del vivac y poder pasar la noche. Lo hacían
a doscientos metros del collado entre las cumbres Este y Central,
el sitio previsto en los planes iniciales. Su altitud: 7.800 metros
de altura.
Esta ubicación, metidos de lleno en la cara norte, imposibilitó
durante casi todo el día el contacto por radio con el campo
base, hasta que los alpinistas encontraron un lugar desde el que
pudieron comunicarse. Tras explicar las vicisitudes de la jornada,
avanzaron sus planes para hoy, que no son otros que alcanzar la
cumbre principal, el decimocuarto ochomil de Alberto y el octavo
de Lafaille. Sin embargo, alertaron de los problemas que les esperan,
sobre todo nuevas placas de roca camino de la cumbre central y
el destrepe de esa cima hasta el collado que tiene con la principal,
de casi cien metros de desnivel.
Su idea es hacer esa travesía lo más ligeros de
peso posible -apenas con el material de escalada imprescindible
y algo de comida- para avanzar muy rápido, alcanzar la
cumbre cuanto antes y volver a pasar la noche al vivac en el que
durmieron ayer. Un objetivo que, en el mejor de los casos, les
puede llevar diez horas en la que será su sexta jornada
-tercera en la zona de la muerte , por encima de los 7.500 m.-
desde que partieron del campo base.
Además, los dos alpinistas estaban ayer especialmente
preocupados por el tiempo. No está siendo todo lo despejado
que se había anunciado y por si fuera poco a partir de
mañana viernes se anuncia un cambio a peor, con un fuerte
aumento de la fuerza del viento. El empeoramiento será
a partir de la tarde, con velocidades ya de sesenta por hora.
El sábado predicen vientos de hasta cien por hora y el
domingo los aumentan hasta los 120. Con esas previsiones sólo
les queda el día de hoy para hacer cumbre y poder estar
a salvo en el campo III antes del sábado. De vuelta, la
arista sería una auténtica ratonera para los dos
alpinistas si tuvieran que afrontarla en esas condiciones.
Problemas de Beloki
Mientras tanto, en el campo base, Jon Beloki tampoco vivía
una jornada tranquila. Apenas una hora en el campo III sin las
gafas protectoras durante su descenso del martes le provocaba
una ceguera de las nieves (oftalmia) que se reprodujo con toda
virulencia en la madrugada de ayer. Sus gritos de dolor se podían
oír prácticamente en todo el campo base. Tras una
noche en blanco y una mañana de dolores, la medicación
y el propio paso del tiempo (son molestias muy dolorosas pero
que apenas duran 24 horas) por fin por la tarde su estado mejoró
notablemente y por la noche prácticamente se había
normalizado.
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Viesturs y Gustaffson
vuelven agotados
Sus caras reflejaban sin ambages el sufrimiento padecido durante
los últimos días. El norteamericano Ed Viesturs
y el finlandés Veikka Gustaffson llegaron ayer por la tarde
al campamento base tras descender desde la base del Roc Noir (7.200
m.), donde habían pasado la noche. Fue otra jornada sin
noticias de ellos. Y cuando en el CB empezaba a extenderse la
inquietud por tan prolongado silencio, las figuras de ambos, dobladas
por el peso de las mochilas, aparecieron por la morrena del glaciar.
Los dos alpinistas, con 23 ascensiones a ochomiles entre ambos,
habían decidido descender ayer por la mañana tras
comprobar las dificultades de la ruta y la distancia que les habían
tomado Alberto y Lafaille. Todas sus palabras hacían referencia
a las complicaciones de la vía y al gigantismo de una montaña
cuyas dimensiones quizá no habían calibrado en su
justa medida cuando decidieron aceptar la oferta de Alberto Iñurrategi
para intentar escalarla por su arista este.
Pequeñas avalanchas
El finlandés explicó las vicisitudes vividas el
martes, durante el ascenso al Roc Noir, cuando decidieron esperar
un día para adentrarse en la arista. «Alberto y Jean
Christophe nos tomaron la delantera y cuando se metieron en la
pared del Roc Noir provocaban unas pequeñas avalanchas
que hacían my peligrosa nuestra progresión. Además
el tiempo estaba muy raro. Estábamos hablando con ellos
y les veíamos ahí arriba y mientras ellos tenían
un sol resplandeciente a nosotros nos estaba nevando. Así
era imposible seguir, así que decidimos montar la tienda
y esperar al día siguiente».
Pero al día siguiente la montaña seguía
siendo igual de imponente y sus condiciones igual de difíciles
y los dos alpinistas decidieron darse la vuelta. Ya en el campo
base, Gustaffson repetía una y otra vez «grande,
muy grande, es una montaña muy grande», mientras
sus ojos, inusualmente prominentes en una cara demacrada y quemada
por el sol,se perdían en el horizonte.
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