Florida obliga a un
recuento histórico
La Ley del estado
determina que se vuelvan a computar todos los votos si existe
una diferencia menor al 1% | Gore obtuvo mayor número
votos en todo el país, pero un triunfo de Bush en Florida
le permitirá contar con más delegados y le conducirá
hasta la Casa Blanca
MERCEDES GALLEGO. ENVIADA
ESPECIAL AUSTIN
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GESTO PREOCUPADO. Se rompió de pronto la
confianza en el trinufo automático / AP |
Estados Unidos amaneció ayer
sin presidente y así seguirá hasta bien entrada
esta tarde. Para desconcierto de un pueblo apático en
las urnas que por una vez se había volcado, el nuevo inquilino
de la Casa Blanca no se conocerá hasta que finalice un
segundo recuento de los votos de Florida, necesario por el escasísimo
margen de diferencia entre Bush y Gore arrojado por las urnas
de ese estado.
Irónicamente, el nombre del nuevo
mandatario ha quedado en manos de unos cientos de votantes, de
Florida para más señas. «He votado por primera
vez en mi vida y estoy entusiasmado de que mi voto esté
entre esos cientos que van a decidir por todo el país»,
declaró ufano a las televisiones un hombre de 53 años,
entrevistado en Miami como si fuera uno de los pocos acertantes
de la primitiva.
Así de apretados han sido los resultados
en lo que todos los analistas venían vaticinando como
las elecciones más reñidas de los últimos
cuarenta años. Se quedaron cortos. La referencia más
cercana que se ha encontrado para esa noche de infarto se remonta
a 1876.
|
ESCRUTINIO
EN FLORIDA |
POBLACIÓN |
15.111.244
habs |
VOTOS EMITIDOS |
5.955.947 |
BUSH |
2.909.154 (49%) |
GORE |
2.907.361 (49%) |
NADER |
96.701 (2%) |
BROWN |
18.840 (0%) |
BUCHANAN |
17.326
(0%) |
Hubo temporales de nieve atravesando
el país y presagios de tormenta por doquier. «Hemos
estado rezando todo el año para que llueva, ¡pero
no hoy, Dios mío!», suplicaba una de las organizadoras
de la fiesta de la victoria que los republicanos habían
preparado al aire libre, frente al capitolio de Austin. La cortina
de agua que caía con furia sobre las carpas blancas se
repetía frente al cuartel general de Gore en Nashville
(Tennesse), con la misma salomónica rabia con la que habían
ido cayendo los delegados en el conteo para cada candidato.
De Este a Oeste, con tres horas de diferencia
entre ambas costas y con un horario de cierre diferente para
cada estado, el país siguió en directo las cábalas
numéricas tratando de descifrar al ganador. Cuando más
números hacían más claro se plasmaba el
empate, para sorpresa y pavor de la audiencia. Dos docenas de
estados fueron calificados por las encuestas de «demasiado
reñidos como para declarar a un ganador» y uno de
ellos, Florida, bailó de candidato en candidato adjudicando
la victoria a quien le caía.
Fue así como a las ocho de la tarde
-dos de la madrugada en España- , Gore se perfilaba ganador
tras confirmarse su liderazgo en los tres estados que más
necesitaba vencer: Pensilvania, Michigan y Florida. A Bush, en
ese momento, se le vio iracundo al abandonar el hotel de la ciudad
en el que seguía los resultados junto a su hermano Jeb,
gobernador de Florida, y sus padres. «Han tenido una discusión»,
relató uno de los camareros que presenció el estallido.
La televisión local aseguraba que Bush había prometido
a su hermano una «fría cena de Acción de
Gracias» si no lograba rendirle Florida.
De la alegría a la tristeza
En Austin, la noticia de que el gobernador
iba perdiendo dejaba atónitos a sus ciudadanos. Un silencio
tenso se apoderaría de la ciudad en las siguientes dos
horas. Durante ese tiempo Bush llamó a las cámaras
y les refutó airado el resultado hasta lograr que la CNN,
extraño portavoz de la noche electoral, se retractase
y retirase a Gore el triunfo para volver a colocar el estado
en amarillo, color de los impredecibles. Austin estalló
en júbilo y a los de Nashville se les congeló la
mirada.
La tensión se prolongó hasta
la madrugada, cuando la CNN dio el campanazo nombrando presidente
a Bush. Una lluvia de globos y papelillos de colores planeó
sobre las 20.000 personas que habían aguantado airosamente
bajo la lluvia. Unos minutos más y podrían irse
a casa, cansados pero satisfechos. «Al Gore ya ha llamado
al gobernador para felicitarle», explicó uno de
sus asesores. «El gobernador saldrá a saludar en
15 minutos», añadió. Ocurrió que las
agujas dieron dos vueltas a la esfera del reloj sin que se cumpliera
el plazo. Nadie aparecía en el escenario para explicar
lo que sucedía. Un viento gélido se apoderó
de la ciudad y las fuerzas flaquearon al surgir los rumores de
que Gore había vuelto a llamar para retractarse.
«Que digan lo que quieran, pero que
salga ya y que nos podamos ir a dormir», suplicaba hastiado
uno de los seguidores que horas antes había dado brincos
de entusiasmo y pronunciado intensos alegatos a favor del «nuevo
presidente».
Sueño reparador
A esas horas Gore dormía, exhausto
tras dos días en vela. Llamó a Bush desde la limusina,
mientras la comitiva se daba la vuelta hacia el hotel y sus seguidores
se quedaban esperando. Los que a esas alturas habían roto
en lágrimas volvieron a la vida. «Déjenme
decirles que llevo 20 años en política y nunca
he visto una noche igual», confió William Daley,
presidente de la campaña. «Gore y Lieberman están
dispuestos a aceptar la victoria de Bush cuando ésta sea
oficial, pero aún no podemos estar seguros. Nuestra campaña
continúa», dijo.
Su posición fue avalada por el Fiscal
General de Florida en un comunicado. Bob Butterworth confirmó
que la diferencia era entonces de 900 votos y exigió que
nadie cante victoria hasta que se vuelva a contar voto por voto,
como exige la ley cuando la diferencia es menor al 1%. Para entonces
aún faltaban unos 5.000 votos, entre ellos los 2.200 de
los emigrantes, en su mayoría miembros del Ejército.
También Bush envió a su presidente
de campaña a dar la cara ante la imposibilidad de erigirse
ganador. Su conclusión era cauta pero optimista. «Esperamos
y creemos que se ha elegido presidente y estamos seguros de que
cuando todo se arregle prevaleceremos», leyó. El
candidato salió horas más tarde para asegurar que
el recuento de los votos de Florida confirmara que habían
ganado las elecciones. «Tras ello espero ser proclamado
nuevo presidente de Estados Unidos», señaló
con aire de seguridad.
Las ciencias exactas en las que se habían
convertido las encuestas en el país acababan de colapsarse.
Los medios manosearon aturdidos el mapa de colorines y volvieron
a quitar los 25 delegados de Florida, jurándose con golpes
de pecho que no volverían a adelantarse. «Si se
acaba de levantar, aquí está lo que podemos decirle:
hemos vivido una noche electoral sin precedentes en la historia
del país», comentó al amanecer el presentador
de CNN. «Y aquí está lo que no podemos decirle:
el nombre del próximo presidente de Estados Unidos»,
completó su compañera con decisión.
- Nader
arruina a Gore en los estados clave
- Republicanos y demócratas
vivieron una noche de infarto
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