Viernes, 12 de marzo de 2004
Un milagro de 7 meses
Un pediatra halló entre los restos
del tren de Atocha a P, la víctima más pequeña
de la barbarie. Estaba sola y nadie la buscaba. Su madre apareció
horas después, herida en otro hospita
ZABALA DE LA SERNA/MADRID
La encontró un residente de pediatría
de la unidad materno infantil del Hospital 12 de Octubre entre los
humeantes restos del tren que explotó en Atocha. Sola y sin
nadie que la buscase en esos momentos de sangre y caos, como un
milagro parido de todo aquel amasijo de hierros retorcidos y cadá-
veres destrozados. Una gota de vida en medio de la negrura y la
desolación de tanta herrumbre, de tanto odio, de tanta muerte.
P tiene siete meses. Es de origen rumano. Iba con
sus padres, y contó con la inmensa suerte de que el pediatra,
uno de esos héroes anónimos que nacen en las situaciones
más dramáticas, se fijara en su cuerpecito y en su
respiración irregular. De inmediato la trasladó al
Hospital infantil del Niño Jesús, donde la atendieron
de urgencia y donde sigue en la UCI bajo el cuidado de los médicos
y las enfermeras.
Pasaron horas hasta que se localizó a su madre,
Jolanda, de 28 años, que se encontraba ingresada en el Hospital
Clínico en estado grave. Hasta entonces, los esfuerzos por
hallar a alguien que respondiese por P fueron baldíos. Su
padre, un inmigrante rumano de 34 años, no había aparecido
aún al cierre de esta edición, y anoche se temía
lo peor.
Pulmones dañados
La onda expansiva ha afectado a la bebé gravemente
en los pulmones. La pequeña se hace más nimia en una
cama que triplica su tamaño, con los ojos espantados y la
mascarilla de ventilación mecánica ayundándole
a respirar. A llorar, porque P no hace otra cosa, con el brazo entablillado
para que no se le salga el catéter del suero y cables por
todas partes.
No es un punto más de la barbarie. La diminuta imagen encamada,
los parches por el pecho, el oxígeno... se clavan en la retina
con especial crudeza. El dolor de los niños se hace más
terrible que el de los adultos. Pero los terroristas se vacunaron
tiempo ha con su propia crueldad.
Cualquiera de los profesionales que trabajan en el
hospital preguntaba ayer por ella a otros compañeros cuando
se encontraban por los pasillos. «¿Cómo está?
¿Qué se sabe de sus padres o su familia?».
A su madre, Jolanda, le han reventado el colon, lo
que le provocó una peritonitis que necesitó la urgente
intervención de los cirujanos del Hospital Clínico.
También le han tenido que reconstruir una mano, la mano que
mecía y acariciaba a P. Su estado es grave y desconcertado,
aunque no se teme por su vida una vez superados el trance del quirófano
y los momentos más críticos.
La hermana de la joven sigue a su lado, angustiada
por la desaparición de su cuñado: «No sabemos
dónde está. Tenía que estar con ellas en Atocha.
No aparece por ninguno de los hospitales. Ahora lo único
que nos importa es encontrarle, espero que lo entiendan».
«Es terrible»
En el mismo hospital del Niño Jesús,
P recibía sobre las seis de la tarde la visita de la ministra
de Sanidad, Ana Pastor, acompañada del delegado del Gobierno
en Madrid, Francisco Javier Ansuátegui, que en su ronda por
los distintos centros sanitarios hacían una parada obligada
para interesarse por la más pequeña víctima
del atentado. El rostro tenso y sereno a la vez de la ministra lo
decía todo.
Por la pequeña veló durante toda la
jornada el Defensor del Menor de la Comunidad de Madrid, Pedro Núñez
Morgades: «Es terrible, terrible», repetía como
una letanía. «La Ley del Menor -advertía- no
permite desvelar el nombre completo de la niña». Así
que lo dejamos en P. De Pequeño milagro, de Pura vida.
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