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AULA DE CULTURA VIRTUAL

La Fundación Grupo Correo está desarrollando este año un interesante programa de conferencias cuyas transcripciones ofrecemos en El Correo Digital.

Conferencia de Pedro Juan Viladrich / Director del Instituto de Ciencias para la Familia de la Universidad de Navarra

'CÓMO MEJORAR LA COMUNICACIÓN FAMILIAR'
BILBAO 11 de Diciembre de 2000

Podemos comenzar diciendo que una persona puede objetivar lo que ve en los otros o incluso hacerlo con lo que le ocurre a sí mismo, y, al verlo delante, como en una película o en una pizarra, tiene una mayor facilidad para captar lo que hay des proporcionado o bien lo que de gobernable podría haberse puesto. La conclusión tras este proceso es que se aprende mucho más.

No es que los casos de disfunciones conyungales que vamos a ver se convirtieran en anuncios para la televisión azteca, sino que ésta pidió unos programas de 60 segundos configurados como tales para que se transmitiese un valor familiar. Así que salpicaré los ejemplos que vaya viendo con alguno de éstos e interrumpiré en un tono informal la lectura de un caso real para comentar de forma breve algún asunto y ustedes no se pierdan en el discurso.

Debo advertirles de que aprender comunicación conyugal es complejísimo, no se acaba nunca. Esto se debe a que dicha comunicación no hace otra cosa que reflejar nuestra identidad en la relación. Como somos personas con defectos, con extremadas limitaciones y con alguna que otra gota de perversión, esa combinación, que no es la única, porque también hay grandeza, esfuerzo, virtudes y corazón, nos hace sentir que somos frágiles; nos hiere, nos desconcierta, nos crea sensación de soledad, tenemos la impresión de que no estamos reconocidos, de que parte de nosotros mismos se ha ido a la basura sin que haya no sólo un conocimiento sino también un reconocimiento. Y eso se refleja en la comunicación, es inherente al ser humano.

Ésta no es más que la interrelación entre personas, así que tengamos misericordia para enfrentarnos a algunos aspectos que veremos a continuación. Imaginen que estamos en el Pacífico. Veamos alguna que otra habitación de un pequeño hotel de Acapulco, no más. Intenten hacerse a la idea de que "prende" la televisión -que significa 'enchufar' en México- una familia de 7 miembros; la pareja de los padres, cuatro hijos y una abuela. Es estable, está sentada en el salón, concentrada en torno a la abuela, que tiene en el regazo un album de fotos ¿Quién no ha tenido un album de fotos y se ha reunido con sus familiares, o se ha quedado a solas consigo mismo, alguna vez para pasar las páginas donde están las fotos de antes?

Entonces, la cámara enfoca el regazo de la abuela y se va fijando en cada una de las instantáneas. Cada una es una pincelada de biografía, a partir de la cual la abuela va comentando quiénes son los que aparecen según van preguntando los chicos. En esto, se oye la voz de Adriana, que es la niña de 15 años, mientras la cámara se fija en una de las fotos que ha señalado. «¿Y esta mujer tan guapa?», dice ella. «Sí, mi hijita, muy guapa y muy desgraciada. Es la tía Berta; su marido bebía y le pegaba hasta que le abandonó y la familia se descompuso». Entonces, el otro de los nietos comenta: «¿y este muchachito, abuela?». Y la abuela le dice: «éste es Toño, el hijo de Berta, que cayó en la droga por todo el drama de su casa. Lo encontraron un día medio muerto».

Al final de cada respuesta de la abuela, la cámara está enfocando las caras de todo el resto de la familia. En un momento determinado, uno de los nietos señala una fotografía donde está la famosa tía Berta con su chico; es una fotografía de boda en la que se les ve embelesados, mirándose felices, ante la que la señora dice: «todavía estaban a tiempo». Los padres se miran entre sí y ella, para sus adentros, en una voz en off, replica: «y tú y yo, Fernando, también estamos a tiempo». El marido, como si le leyera el pensamiento, responde, esta vez en voz alta: «sí, lo estamos».

«¿Por qué comenzamos con esta escena imaginaria?», se preguntarán. Y entonces yo les hago caer en la cuenta de que carece de sentido que le dediquemos un tiempo a la comunicación si cada uno de ustedes no se abre a ella. Los más jóvenes, por lógica, están mucho más a tiempo, pero todos, de alguna manera, lo estamos. Si dejamos que la comunicación corra a su aire, tiende a desgastarse, a confundirse y a crear situaciones opacas que originan la separación. Que es cosa de dos y que tiene funciones claras en nuestra vida es tema que trataremos a lo largo de toda la charla.
El siguiente caso que podemos analizar es el de Luis. Tiene 44 años y está casado desde hace 14 con Elisa, de su misma edad y antigua secretaria suya. Fruto de su matrimonio son tres varones de 12, 10 y 7 años, y desde que nació el segundo, Elisa se dedica a las tareas domésticas. Llevan dos meses separados y la esposa no manifiesta querer reanudar la convivencia.

Cuando el doctor le pide que le cuente el último día detalladamente para hacerse cargo de la reacción de ella, Luis se explica: «como le iba contando, una multinacional compró nuestra empresa y hubo un importante reajuste de cargos directivos. Se confirmó mi puesto de director comercial y tuve un respiro, ya que había semanas de mucha incertidumbre. El nuevo director general era extranjero, danés, para más señas. Yo soy persona abierta, afable, y me pareció que podía entenderme con él, así que pensé invitarle a cenar a casa. Tuve una gorda con Elisa porque se lo comenté el día anterior y se puso como una fiera por no habérselo dicho con tiempo suficiente. Pero ella ha trabajado ahí; sabe que nos solemos enterar de un compromiso importante sobre la marcha y hay que reaccionar, no te valen quejas. No vas a decir que no recibes a nadie, o que no tomas tu avión hasta que te avisen con la suficiente antelación. La verdad es que su actitud me pareció irresponsable, aunque al fin, muy tensos los dos, aceptó de mala gana. Y a mí eso me desmotiva. Quieren tu dinero, tu trabajo y todo lo que ello conlleva, pero no comprenden lo que hay que hacer para asegurarlo. En esto es como su madre. Mi suegro me contaba un día ...»

El doctor le indica que no interrumpa el relato principal, así que Luis prosigue: «imagínese que son las 9 y estamos en casa esperando a nuestros invitados, mi director y su esposa. Hemos preparado un aperitivo en el salón para romper el hielo, pero, como no nos conocemos, hablamos y reímos poco. Enseguida llegan las tensiones; mi mujer me hace pagar el pato, ya sabe, y yo, nervioso como un flan, tomando el primer vino, se me ocurre contar un chiste que domino y tiene una gracia enorme ¿Pues sabe qué hizo mi mujer? En cuanto pregunto si saben el del pajarito Elisa suelta: "¿no iras a contar este chiste otra vez, verdad?". Y dirigiéndose a ellos les dice: "si no lo ha contado 100 veces no lo ha contado ninguna". Yo me quedo de piedra; no se me ocurre otro en aquel momento, hago de tripas corazón y lo suelto, fatal, por cierto, por culpa del mal cuerpo que me ha puesto. Encima, iba poniendo morritos en los puntos clave. Yo la hubiera matado.

Además, todavía me corroe pensar que, cuando éramos novios, ella misma era la que comentaba a todos: "Luis cuenta los chistes de cine. Cuéntales el del pajarito". Al principio, todo me lo reía, cualquier cosa mía le divertía. Me acuerdo de aquel día en que me dijo: "me caso contigo porque me haces reir"».

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