'LA REINA DEL
SUR'
Arturo Pérez-Reverte
conversa con el periodista Félix Linares
Bilbao, 13 de Junio de
2002
Félix Linares: Buenas tardes a todos y gracias por venir.
Arturo Pérez-Reverte: Sí. Muchísimas gracias a todos
ustedes por haberse acercado hasta la Sociedad Filarmónica.
Ya veo que hasta nos han puesto un tequila.
Félix Linares: Seguramente será por cumplir con la
tradición. En fin, lo que nosotros pretendemos es hacer
una cosa intermedia entre la entrevista más o menos convencional
y la charla de dos viejos amigos en la barra de un bar, por ejemplo,
quizá en Sinaloa, quién sabe. Si me apuran, podría
tratarse de las conversaciones en el porche de dos viejos militares
coloniales acerca de aquellas cosas que leíamos cuando
éramos niños, porque, entre otras cosas, lo que
en principio nos une a Arturo y a mí es habernos quemado
la vista con una serie de libros de grato recuerdo para los dos
y quizá también para ustedes. No obstante, creo
que deberíamos empezar por La Reina del Sur.
Arturo Pérez-Reverte: Que es lo que nos motiva.
Félix Linares: Que es lo que nos motiva y lo que nos ha traído
hoy aquí. Si te parece voy a empezar utilizando una cita
de Borges que tú ya utilizaste como epígrafe; aquello
de «¿qué Dios detrás de Dios la trampa
empieza?». ¿Dónde comienza La Reina
del Sur?
Arturo Pérez-Reverte: Pues comenzó cuando leí con nueve
años Los tres mosqueteros, por ejemplo. Quiero
decir que el escritor fundamentalmente es un lector que accidentalmente
acaba escribiendo. Entonces, toda novela empieza cuando empiezas
a leer y a vivir, porque en esa vivencia arrastras contigo unos
recuerdos, unas lecturas, un mundo. Ya que viene al caso, la
idea de mujer, de la amiga, la niña, la hermana, la madre,
la tía, la abuela, comienza a perfilarse desde el primer
momento, desde niño, cuando aún miras para arriba.
Ahí es donde empieza a fraguarse todo. Después
vienen ciertas anécdotas como la que yo viví cuando,
en una cantina de Méjico, hace muchos años, tomando
con un amigo una botella de un tequila parecido al que hoy nos
han servido, oí en una rocola, en una de esas máquinas
en las que meten pesos y salen las canciones, un corrido mejicano
que cuenta la historia de una traficante llamada Camelia La
Tejana. En ese momento fue cuando me di cuenta de que esa
canción era la verdadera épica, ya que cuenta una
historia maravillosa, con una extraordinaria potencia narrativa,
llena de aventura y muerte, en tan sólo tres minutos.
¡Ojalá yo tuviera ese talento! El caso es que me
quedé con esa historia de fronteras en la cabeza.
Digo lo de fronteras porque yo tengo
la teoría, o mejor dicho la certeza, de que nuestro llamado
"primer mundo", nuestro mundo de ahora, es un mundo
en el que los malos son malos muy aburridos. Es más, ahora
cualquier rata de cloaca puede ser mala. Basta con apretar botones,
con firmar cheques, con manejar Internet; no arriesgan nada.
Cualquier cobarde puede ser malo. Sin embargo, en sitios fronterizos
tales como Méjico o como el sur de España el malo
todavía necesita valor, coraje, jugársela para
serlo. Y si gana, gana. Y si pierde, pierde. Y si pierde, paga.
Y es ése el código, el juego que para mí
es la última gran épica de nuestra época.
Claro que me di cuenta de ello precisamente en esa cantina, con
el tequila en la mano, oyendo la canción. Y a raíz
de esa experiencia fue, como he dicho, cuando vi una historia
maravillosa que maduré y fragüé durante un
tiempo hasta que un día escribí la historia de
Camelia La Tejana, que es la historia de Teresa Mendoza.
Félix Linares: Pero ¿cómo llegas a esa cantina?
Algo te llevaría hasta allí, no sé, quizá
el ansia de aventura.
Arturo Pérez-Reverte: Bueno, estábamos en 1990, más
o menos, y yo ya era novelista. Lo que ocurre es que todo depende
de la vida de uno, y pasé mucho tiempo en esas fronteras,
viví mucho tiempo en esos ambientes. Yo trabajaba en países
donde había narcotráfico, y de hecho mi agenda
está repleta de lo mejor y lo peor de cada casa.
Félix Linares: Entonces será una agenda perseguida.
Supongo que alguien daría dinero por ella.
Arturo Pérez-Reverte: Tengo una fotocopia, por si cualquier día
la pierdo. La verdad es que resulta muy curiosa: están
desde el teléfono de Lola Flores, que ya no se pone al
teléfono -al menos cuando la llaman aquí-, hasta
los teléfonos de traficantes y prostitutas. De todo lo
que como reportero anduve. Entonces, a la hora de hacer esta
historia ha sido muy divertido recuperar a los viejos amigos,
a los viejos contactos; incluso me he descubierto comportándome
otra vez con mis viejos gestos de reportero, aunque no ya con
la inocencia de aquellos tiempos, sino con la malicia de quien
sabe que todo eso con lo que está trabajando va a ser
ficción.
Félix Linares: O sea, que son más de 29 meses, esos
29 meses que tú dices que has pasado con Teresa, lo
que lleva acompañándote la sombra de la mejicana,
¿no?
Arturo Pérez-Reverte: Eso han sido los meses de convivencia, tras
el momento en que ves pasar a una mujer por tu lado, te deja
una imagen en la cabeza, después la vuelves a ver varias
veces, te acercas, la miras, la estudias y la ves con el novio,
con el marido, con el amante, con los hijos, hasta que un buen
día le dices un «hola, buenas» y comienzas
a convivir con ella. Es decir, primero fue la observación
de lejos y esos 29 meses a los que te refieres han sido precisamente
la convivencia. Claro que esta vez el problema ha sido que yo
he tenido que contar la historia de una mujer desde dentro, y
puesto que yo no soy una mujer ni veo el mundo como tal, no he
querido caer en aquello que un autor, un literato, dijo acerca
de que todas las mujeres de la literatura universal, incluidas
Ofelia, Ana Karenina o Madame Bovary, en realidad son hombres
travestidos, esto es, que tras ellas se aprecia al hombre como
autor. Entonces, consciente de este peligro, no es que haya querido
superar a Shakespeare o a Flaubert, sino que he tratado de evitarlo
como buenamente he podido. La verdad es que resulta un asunto
bastante complicado, porque imagínate ver como una mujer
no ya el mundo, sino la vida, a los hombres, la convivencia,
el sexo, la soledad, el dolor, todo ese tipo de cosas; por eso
digo que ha sido una experiencia muy singular, a partir de recuerdos,
de preguntar, de moverte. La conclusión de todo este proceso
es que sigue siendo una faena terrible ser mujer, y más
ahora, cuando en nuestra sociedad actual hace otras cosas sin
haber renunciado todavía a las responsabilidades genéticas
que siente hacia el nido. Es decir, cuando hablo de nido me
refiero a que la mayoría de las mujeres de hoy día
trabajan y pelean en un mundo de hombres, pero al mismo tiempo
no pueden olvidar que han dejado la ropa sin lavar, que el niño
estaba con anginas, etc., y ese remordimiento causado por lo
que ellas creen que es un incumpliendo de su deber cae en la
esquizofrenia.
Félix Linares: Pero Teresa se mueve en un mundo muy diferente
a ese que planteas.
Arturo Pérez-Reverte: Lo que pasa es que he tenido que verlo globalmente.
Teresa es otra cosa. Hay un concepto que me gusta, del que he
hablado alguna vez estos días, y es el del soldado
perdido. Yo, cuando era pequeño y traducía
a Jenofonte y a Virgilio, porque estudié griego y latín,
como se hacía antes...
Félix Linares: Pero en los estudios.
Arturo Pérez-Reverte: Hombre, claro. Por gusto, no.
Félix Linares: Creía que profesionalmente.
Arturo Pérez-Reverte: No, no. Mi padre decía que eso era parte
de la formación de cualquier europeo del mediterráneo
y que tenía que estudiar griego y latín, de lo
que ahora me alegro muchísimo. Entonces, como te iba diciendo,
cuando traducía la Anábasis
de Jenofonte y la Eneida de Virgilio,
aparecía esto del soldado perdido en territorio enemigo,
ese concepto que describe al hombre que sabe que si es vencido
no tiene retaguardia a la que retirarse, que se mueve por un
mundo hostil, y me ha venido muy bien rescatar la idea para esta
historia; sobre todo, teniendo en cuenta que, en mi opinión,
la mujer es el último soldado perdido, el último
héroe solitario de nuestro tiempo. Quizá porque
el hombre tiene un montón de consuelos, una capacidad
de autoengaño mayor frente al horror, al dolor, a la soledad
y demás, mientras que la mujer tiene esa especie de lucidez
genética que le hace ser más consciente de todo.
Por eso mismo he tenido tan presente esa imagen del soldado en
territorio enemigo, de ese soldado que se mueve por un campo
hostil, que intenta encontrar el mar al llegar a casa -hipotético
mar o hipotética casa-al escribir la historia de Teresa
Mendoza. Hay que considerar que ella se mueve en el mundo del
narco, donde los códigos son muy masculinos, más
que en otros ámbitos. Ahí reside el contraste.
Podía haberla ubicado en la Sociedad Filarmónica,
o en Wall Street, o en Viena, o en el mundo de la moda, ya que
en todas partes hay lucha, pero en este mundo del narco esa lucha
era más evidente sin duda, todos los símbolos eran
mucho más acusados, y para mí el escenario era,
por tanto, mucho más potente.
Félix Linares: Trataremos de contar lo menos posible, porque
deben leer el libro, pero para que se hagan una idea, al comienzo
de la novela ella vive en ese mundo no ya ideal, ni mucho menos,
aunque sí bastante femenino, y cuando arranca la narración
es cuando no sólo debe meterse en el mundo del hombre,
sino también comportarse como tal.
Arturo Pérez-Reverte: Sí. Ella es la típica maruja
de 20 años que vive en Sinaloa y es novia de un narco.
Lo tiene todo resuelto: telenovelas como Betty, la fea,
canciones de Luis Miguel, etc. En fin, una tipa que no se preocupa
de nada, que ni lee, ni siente ni padece, que se compra ropa
cara y todo eso. Lo que ocurre es que la vida es muy perra, claro,
y un día le matan al novio y ella tiene que salir huyendo
-una huida que dura unos doce años y cuya carrera nosotros
vamos siguiendo-. Entonces, enfrentarse de golpe a la vida, al
horror desnudo de lo que es «la puerca vida», como
ella dice, es lo que hace que se dé cuenta de dónde
está al tiempo que se van descubriendo los mecanismos
de supervivencia que posee esta mujer sin ambición ni
esperanza (aunque precisamente ahí resida su fuerza, como
la de Eneas en Troya, ¿no?). «La única salvación
de los vencidos es no esperar salvación alguna»,
decía Virgilio, y ella, de pronto, lee eso al azar en
un libro y se dice: «Anda, está hablando de mí»
-como cuando lee El conde de Montecristo-. Todos los libros
del mundo están hablando de mí, pero ésa
es otra historia. El caso es que ella tiene que sobrevivir en
un territorio hostil, enemigo, por lo que su historia es la de
una supervivencia y su correspondiente victoria, con todo lo
que esta última significa. En toda batalla se gana y se
pierde, y la vida es una batalla en la que tienes bajas pero
que a la vez te aporta lucidez y te despoja de inocencias; pues
bien, todo ese proceso de despojo, toda esa lucha en un territorio,
ese largo camino, en definitiva, hacia la soledad de su propio
corazón es el camino de Teresa Mendoza.
Félix Linares: ¿No crees que Teresa tiene mucha suerte?
Arturo Pérez-Reverte: Sí, tiene mucha suerte. Hay gente a
la que la vida ha golpeado duramente, pero para eso he sido yo
quien ha trazado su destino. Entonces, lo hermoso de la literatura
es que puedes ser precisamente tú quien dé o quite
la suerte. Ella no tiene esperanza alguna, y la vida le da muchos
golpes, a cuál más mortal; sin embargo, paradójicamente,
cada golpe, al tiempo que le arranca cosas, también la
empuja hacia arriba. Cada desgracia la lleva a un estadio superior
-quizá porque ella no espera nada-, y de esa paradoja
se construye la existencia de Teresa. La verdad es que me divertía
esa idea de que la vida es un contrasentido; tal vez porque yo
también he tenido mucha suerte -aunque no como Teresa
Mendoza- y he podido comprobar que en mis etapas menos confortables,
cada golpe sufrido, cada desgracia o cada cosa en la que he vivido
inmerso me ha llevado a una situación mejor que la anterior
sin yo pretenderlo. Así que, en resumen, le he prestado
a Teresa un poco de esa realidad, porque nadie pone lo que no
tiene, esto es, a cada personaje le aplicas lo que posees, lo
que vives.
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