ANTERIOR
Transcripción de la conferencia
de Paloma Gómez Borrero- 2
Este Malaquías era un monje
irlandés que fue consagrado obispo y que vivió
entre el año 1094 y el año 1138. Era muy amigo
de San Bernardo, quien precisamente escribió su biografía.
Se cuentan de él mil leyendas, como, por ejemplo, que
el papa Inocencio II le llamó para que acudiera a Roma
en el año 1131 y que durante el viaje, San Pedro en persona
le entregó la lista de sus sucesores. O como que las profecías
se las dictó una voz de ultratumba durante una terrible
tempestad que le pilló cuando iba en el barco. En todo
caso, lo cierto es que sus augurios se publicaron por primera
vez bajo el título Profecía de Sumos Pontífices,
1500 , en un libro editado en Venecia. Hasta entonces, se narraban,
pero no habían salido nunca a la luz pública. Como
escritos, tan sólo se podían encontrar en algunos
libros, en algunos de esos documentos que hay en el Vaticano
o en el archivo secreto.
Desde Celestino II a Gregorio XIV,
los lemas se relacionan con el nombre de la familia del papa
en cuestión, con el nombre del bautismo, con el título
cardenalicio o con el país de origen del pontífice.
A partir de Gregorio XIV, todas estas profecías se vuelven
mucho más enigmáticas, están envueltas en
una cierta incertidumbre, o por decirlo de otra forma, no tienen
mucha lógica. Hay quien piensa que surgieron durante la
época en la que se hacían "quinielas"
sobre el posible cardenal elegido. Era una especie de "lotería
papal", en la que se apostaba hasta con dinero quién
sería el nuevo papa. Y esto resultaba tan escandaloso
que Pío IV, con una constitución llamada In eligendis,
prohibió todas estas apuestas el 9 de octubre de 1562,
así como también lo hizo Gregorio XIV con otra
fechada el 21 de marzo de 1591. Este último se lamentaba
de que la elección del nuevo papa fuera turbada por todas
estas apuestas y loterías, por lo que lanzó el
anatema de la excomunión contra los responsables e incluso
confiscó los bienes de todos aquellos que habían
pagado esas apuestas.
Pero mejor terminemos repasando algunas
de las profecías de Malaquías. La primera de ellas,
la referida a Celestino II, dice lo siguiente en latín:
ex castro tiberis, y es curioso porque Celestino II, nace precisamente,
en la ciudad del castillo que está sobre el río
Tiber. Piensen que esta profecía viene antes de que el
Papa sea elegido, o sea, cuando es cardenal.
Por su parte, los dos papas valencianos,
los dos únicos papas valencianos que hemos tenido, tienen
en su escudo un buey, la casa Borja; pues bien, el lema de Calisto
III, que era Alonso Borja, dice: bos pascens, y efectivamente,
en su escudo, como digo, aparece un buey que pasta en un prado.
San Vicente Ferrer le predijo estas palabras que están
escritas en la biografía de éste: «recuerda,
Alonso, que estas llamado a ser un orgullo para tu patria y para
tu familia. Recibirás la máxima autoridad que puede
tener cualquier mortal, así que consérvate virtuoso
toda la vida». Y la verdad es que virtuoso, precisamente
virtuoso, no se conservó; debemos decir que los Papas,
en aquella época, eran un poco frívolos. También
aparece el buey en el escudo de Alejandro VI, el otro Borja,
Rodrigo Borja, y su lema reza: bos albanus. Pues bien, este papa
fue cardenal y obispo de la ciudad de Albano aparte de tener
en su escudo el buey.
Cuando llegamos a Alejandro VII, que
vive como papa entre el año 1665 y el año 1667,
que instituye en Roma el Monte de Piedad, comprobamos que en
su escudo tiene tres colinas con una estrella en la cúspide.
Según Malaquías sería el papa montium custos,
o sea, que coincide bastante con dicho escudo.
Luego, pasamos de montes, bueyes, etc.,
a otros símbolos. Como el de la rosa, representado con
Clemente XIII. De él, antes de ser elegido, Malaquías
dice que será rosa umbrie. Como el del oso, representado
con Clemente XIV, que tenía en su escudo pontificio, antes
de ser elegido papa, porque el escudo lo tienen ya como obispos,
un oso que va corriendo. En este caso, Malaquías ya había
predicho que sería elegido un papa ursus velox.
Pío VI tuvo que peregrinar a Austria para negociar con
el emperador José II , y por orden del general Napoleón,
fue obligado a abandonar Roma y exiliarse en Francia, donde falleció.
Malaquías advirtió que ése que sería
elegido papa resultaría ser un peregrinus apostólicus.
Pío VII, como ocurrió con su predecesor, también
será apresado por Napoleón. Su emblema era un águila
imperial, y Malaquías advierte que será elegido
un papa águila rapax. Con respecto a Pío XII, que
ya entra dentro de los que más o menos todos hemos conocido,
durante su pontificado, se hizo todo lo posible para que el lema
coincidiese. Se ha explicado de muchas maneras y cada uno lo
puede ve como quiera, pero lo que Malaquías predijo de
él fue: pastor angélicus.
Eso sí, con el que realmente
se siente que nunca había acertado tanto una profecía
de Malaquías fue con Juan XXIII. Él dijo de este
cardenal de Venecia: pastor et nauta, y nunca mejor dicho, puesto
que procedía de dicha ciudad lagunar, a la que quería
tantísimo que cuando fue elegido papa, uno de los regalos
que mejor conservó fue uno que le recordaba a su Venecia
querida: un nacimiento hecho en cristal de murano que habían
encargado y pagado entre todos los gondoleros venecianos. Cada
vez que pasaba ante él, le rezaba para que sus queridos
gondoleros tuvieran mucha salud.
Pablo VI, por su parte, en su escudo
tiene tres flores. Malaquías dirá: flos florum.
De Juan Pablo I, el papa de los 23 días, Malaquías
dice: de meditate lune, y efectivamente, dura el cambio de una
luna. Y de nuestro Juan Pablo II, dijo: de labore solis, que
podría traducirse como la fatiga del sol. Vamos a pensar
que el sol nace en el Este; lux ex oriente, como mencionó
este papa cuando sobrevolamos por vez primera el cielo de Rusia.
Íbamos camino de Corea en el viaje del 6 de octubre de
1989. La ruta era mucho más corta si se atravesaba el
cielo de la Unión Soviética, y el avión
papal tuvo permiso para sobrevolarlo porque Gorbachov lo autorizó.
Pues bien, esto de la luz viene de Oriente corresponde a un papa
que también viene del Este y cuyo pontificado se desarrolla
en los años del gran terremoto político.
Según las profecías de
Malaquías, todavía quedarían dos papas.
Uno sería de gloria olive, la gloria del olivo, lo que
se ha interpretado de muchas maneras. Hay quien dice que puede
ser un papa de origen judío, que haya sido un judío
converso; que puede ser un papa que se una a los judíos,
que pueda ser un papa experto en la Biblia, y por eso se hablaba
tanto del cardenal Martini, el jesuita cardenal arzobispo de
Milán, que es uno de los grandes biblistas y un hombre
que ama tanto Tierra Santa que ha dicho que querría ser
enterrado en Jerusalén, o que puede ser un papa que venga
de una tierra rica en olivos, con lo cual, teniendo en cuenta
que hay muchísimos lugares donde la riqueza del aceite
del olivo es abundante, como yo digo en broma, puede ser papa
hasta el cardenal de Jaén si anteriormente le hacen obispo.
Del segundo papa, Malaquías
dice: Petrus secundus o Petrus romanus. Sinceramente, no creo
que acabe el mundo con este papa, ni muchísimo menos,
pero sí podría tratarse de un cambio, de la llegada
a un concepto distinto del papado. Decía Doménico
del Río que quizá este próximo papa viva
en una tienda de campaña, en la Plaza de San Pedro, en
vez de en el palacio apostólico,con lo que se entraría
en un concepto totalmente distinto y muy alejado de la gloria
del papado. Sea como sea, sobre este último papa, Malaquías
indica acontecimientos apocalípticos y prevé el
fin del mundo. «La última persecución de
la Santa Romana Iglesia estará en la cátedra de
Pedro, Pedro Romano, quien guiara sus ovejas entre muchas tribulaciones.
Superadas éstas, la ciudad de las siete colinas quedará
destruida y el terrible juez vendrá a juzgar a su pueblo».
Ya les digo que no le creo, pero al menos hay que concederle
el beneficio de la duda. San Pablo, en la Primera carta a los
tesalonienses, dice: «hermanos, no despreciéis las
profecías».Ahora bien, como deberíamos terminar
la charla con algo de optimismo, les recuerdo que el beato Juan
XXIII advirtió en el discurso de apertura del Concilio
Vaticano II: «no escuchéis a los profetas de desgracias
y desventuras».
ANTERIOR
Enviar
la noticia a un amigo
subir