ANTERIOR / SIGUIENTE
Transcripción de la conferencia
'La mujer en el siglo XX'- 3
En este congreso, la directora del
Centro de Crisis de la Mujer por la No Violencia -ya es pasmoso
que tenga que existir una centro de crisis de la mujer-, una
rusa, presentó una ponencia donde explicaba cierta tradición
vigente en algunas zonas de su país, y la verdad es que
no nos suena ni demasiado extraño ni demasiado lejano.
Ésta decía así: "la tradición
exige que los padres rusos, el día de la boda de su hija,
regalen un látigo a su yerno para que lo cuelguen sobre
el lecho conyugal. El obsequio va acompañado de una serie
de instrucciones para enseñar a sus mujeres a obedecer
de una manera contundente: 'para destruir es mejor usar el látigo
que el puño, porque duele más y así aprenderá
mejor la lección. Pero no le des en la cara porque luego
no podrás mostrarla en público, y tampoco le pegues
en el estómago cuando esté embarazada. Por fin,
después de pegarla, demuéstrale que la quieres'".
Así que desde aquella época existe un dicho en
Rusia referido al marido que, insisto, no suena a una cultura
demasiada lejana: si te pega, significa que te quiere.
Estas curiosidades estadísticas
a las que me estoy refiriendo sólo a modo de recordatorio
fueron recogidas en este foro internacional que se llevó
a cabo el pasado 25 de noviembre, día internacional de
la eliminación de la violencia contra la mujer, un día
más en la eterna letanía de los malos tratos. En
algunos casos, los ejemplos llegan a ser extremadamente crueles,
pero yo solamente voy a decir que cada año, cuatro millones
de mujeres y niñas son víctimas del tráfico
sexual, un negocio que genera unos beneficios económicos
que oscilan entre los 7 y los 12.000 millones de dólares
anuales. Y como ésta, otra forma de brutalidad es la mutilación
genital femenina, a la que han sido sometidas 130 millones de
mujeres en todo el mundo. O las cada vez más abundantes
agresiones sexuales contra mujeres en los recientes conflictos
armados, cuyo ejemplo más significativo es Ruanda, donde
medio millón de mujeres fueron violadas y, a consecuencia
de aquel horror, miles de niños han alterado la estructura
demográfica del país.
Por otra parte, tal vez las europeas
miremos con distancia ciertas represalias masculinas que se ejercen
contra las mujeres en algunos países islámicos,
como las terribles quemaduras con ácido, o las lapidaciones,
o las gelaciones en público. Es cierto que los países
de la unión europea tienen otras costumbres; sin embargo,
se calcula que entre 42 y 56 millones de mujeres también
sufren malos tratos en el Viejo Continente. En más del
30% de los casos, la violencia contra la mujer viene dada por
agresores que actúan por algún índice de
alcoholemia más o menos grave. La violencia doméstica,
sea cual sea su manifestación, ha sido reconocida por
las Naciones Unidas como el crimen encubierto más frecuente
del mundo. Y ya sé que abrumar con estadísticas
no resulta muy eficaz, pero siempre da argumentos para meditar,
aunque solamente sea dos minutos. Hace más de 25 años
vino a España Betty Freedom y yo tuve el privilegio de
entrevistarla. Vino para hablar sobre la liberación de
las mujeres y las aprendices de feministas de la época
fuimos a verla con tanto fervor como van ahora las adolescentes
a ver a Ricky Martin. Ya entonces nos molestaba un poco, porque
aquí veíamos las cosas con cierta distancia, que
la autora del famoso libro, de aquella "biblia" del
feminismo que se llamaba La mística de la feminidad,
arrastrara el apellido del marido, según la costumbre
norteamericana, a pesar de que ya estaba divorciada de aquel
señor. Por cierto que ahora ha escrito unas memorias en
las que descubre que aquel hombre del que se divorció
la trató como a cualquier ama de casa de la clase media;
es decir, lo único que la autora compartió con
aquel señor fueron tres hijos y toda clase de altercados
que terminaron fatal. Pues bien, esta mujer que es judía,
de procedencia centroeuropea, nacida en Estados Unidos, era poco
atractiva, era un poco como Golda Meir; aunque depende de lo
que se considere por poco atractiva, ya que en nuestros delirios
radicales de aquellos tiempos que ya la vida nos ha hecho abandonar
nos parecía un punto a favor de la interesada que no fuera
una belleza, que no se pintara, que no llevara una serie de signos
externos que en aquella época éramos bastante
pacatas, pues desde el punto de vista militante nos parecía
que no eran muy positivos para la liberación de la mujer.
El caso es que esta mujer cuenta de su marido que la maltrataba,
que la pegaba, y que la experiencia más dura de su vida
fue tomar la decisión de abandonarle y de divorciarse
de él. Es decir, que todas aquellas mujeres que predicaban
tanto no lo hacían con el ejemplo, porque la vida privada
era tan dura como todas las demás. Y a estas alturas de
nuestras vidas, por lo menos de la mía, comprendemos el
sufrimiento de aquella mujer feminista como si fueran nuestros
propios sufrimientos.
ANTERIOR
/ SIGUIENTE
Enviar
la noticia a un amigo
subir