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AULA DE CULTURA VIRTUAL

La Fundación Grupo Correo está desarrollando este año un interesante programa de conferencias cuyas transcripciones ofrecemos en El Correo Digital.

La mujer en el siglo XX

NATIVEL PRECIADO, ESCRITORA
Vitoria, 7 de febrero de 2001

Nativel Preciado. EL CORREO

Ante todo, gracias a todas por vuestra asistencia, así como a los pocos hombres que han venido, que espero que me comprendan, por lo menos, como lo hacen algunas mujeres.

A continuación me gustaría hablaros no sólo de cultura, sino también de sentimientos y sobre todo de vivencia. En primer lugar, explicaré lo que yo fui descubriendo hace algunos años, cuando escribí aquel libro titulado El sentir de las mujeres, para cuya realización entrevisté a más de cien mujeres que habían triunfado en todos los campos profesionales, tanto en el mundo cultural como empresarial, científico, o artístico, y llegué a algunas conclusiones que he ido reforzando con el paso de los años. La principal de todas ellas manifiesta que después de tantos esfuerzos por lograr el reconocimiento de nuestros derechos y de nuestra independencia nos hemos dado cuenta de que ese éxito público que tanto buscábamos es uno de los nombres más engañosos de la felicidad. Casi todo el mundo quiere triunfar porque cree que de esa manera va a ser más feliz, objetivo que, en definitiva, todos buscamos; sin embargo, a veces esto no acaba de ser del todo cierto, e incluso sucede que el éxito y la felicidad son excluyentes. Muchos, y sobre todo muchas, hemos descubierto que el exceso de ambición por triunfar y tener reconocimiento social nos ha obligado a renunciar a nuestros propios deseos y a cierta felicidad personal. Es indudable que el éxito profesional produce una gran satisfacción, pero, qué duda cabe, el exceso de ambición, querer alcanzar la cima, el deseo de llegar a ser el mejor, nos ha producido muchas frustraciones. Además, después de tantas batallas, tenemos que seguir combatiendo muchos prejuicios y hacer un esfuerzo sobreañadido para sobrevivir en un mundo que aún sigue siendo un poco más difícil para las mujeres que para los hombres. La realidad es la que es, por mucho que hayamos hecho grandes esfuerzos por cambiarla.

Me han sorprendido los datos de una encuesta reciente del Instituto de la Mujer que tenía como objetivo determinar los estereotipos sexistas vigentes en España y cuya conclusión sigue siendo, en este tercer milenio, que los españoles varones consideran a las mujeres ­son palabras textuales­ "amantes de los niños, tiernas, cariñosas, comprensivas, compasivas, afectuosas..." ­hasta aquí me parece todo muy bien­, pero también "sumisas y predispuestas al llanto", cosa que me sorprende un poco más. En cualquier caso, los hombres siguen siendo líderes, individualistas, amantes del peligro, dominantes, atléticos, egoístas, duros y de personalidad fuerte para las mujeres, por eso creo que ha tenido tanto éxito ese libro de autoayuda que se llama Las mujeres son de Venus y los hombres son de Marte. Porque, a juzgar por otro tipo de encuestas, no es la única que llega a dichas conclusiones; algunas creencias tradicionales resultan inamovibles: por ejemplo, la mayoría de los españoles siguen opinando que es natural que hombres y mujeres desempeñen tareas diferentes, que la maternidad es la mayor fuente de satisfacción que una mujer puede tener, que es mejor que una mujer intente lograr seguridad animando a su marido en el trabajo antes de proponérselo ella misma con el suyo propio, que si un hijo está enfermo y ambos padres trabajan generalmente debe ser la madre la que pida permiso en su trabajo para cuidarle, que una mujer puede lograr desarrollarse plenamente dedicándose únicamente a las labores domésticas, etc. Y a mí, en principio, todo esto me parece excelente siempre que la mujer se sienta libre para elegir su propio destino: quedarse en casa o salir de ella, tener muchos hijos o no tener ninguno, trabajar más o menos que su pareja. Como tampoco me preocupa que nos consideren tiernas, amantes de los niños, cariñosas, comprensivas, compasivas y afectuosas, porque creo que la compasión, el afecto y la ternura son valores en alza y hay que ser muy fuerte para mostrarlos sin ningún pudor. Ahora bien, lo que sí me parece un desastre, en cambio, es que la mujer considere como valores positivos en los hombres ser líderes, individualistas, amantes del peligro, dominantes, atléticos, egoístas, duros y de personalidad fuerte, ya que esa forma de ser nos ha dado muchos disgustos a ambos.

 

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