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AULA DE CULTURA VIRTUAL

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Transcripción de la conferencia de José Javier Esparza / Periodista - 3

¿Qué ocurre cuando nos exponemos a una catarata de mensajes que llega directamente a nuestro inconsciente, a nuestros instintos, sin pasar por el filtro de la conciencia o consciencia? Tampoco hay que dramatizar porque, en general, la mayor parte de los seres humanos adultos son capaces de sobreponerse al bombardeo. Uno enseguida puede empezar a calar qué es lo que le está pasando ante una película; aunque quizás no lo sepa de entrada, puede percibir, por ejemplo, que algo le repugna; aunque no sepa exactamente el porqué, hay un instinto estimulado pero también un "contrainstinto" que actúa. Eso sí, esto pasa en los adultos porque los adultos tienen plena madurez racional; en los niños no ocurre lo mismo: sus barreras racionales, críticas, son muy endebles, muy frágiles, y para ellos no resulta tan fácil racionalizar ese "contrainstinto" ósi me permiten ustedes la jergaó ante el mensaje de estímulo que hemos recibido.

En California, se experimentó el impacto de la televisión en los niños: se sentó a varios niños ante la pantalla y se les colocó unos electrodos en el cerebro óesto debió de ser entre los años 50 y mucho 60 y pocosó. Aquellos sensores que tenían los pobres niños en el cráneo servían para medir la actividad neuronal mientras veían la televisión, y el resultado fue muy curioso: los niños, a partir de un periodo de una media hora, aproximadamente, empezaban a emitir unas ondas ócreo que las ondas se llamaban Alfa; no lo sé porque estoy citando de memoriaó que son exactamente las mismas que los adultos emiten cuando hacen yoga, es decir, cuando están en un estado de relajación total øQue significa esto? Que los niños, por el contrario, en un estado en el que los adultos se relajan completamente, bajan completamente su guardia ante una cosa que están viendo en la tele. Entran en un estado de receptividad absoluta; todo les entra y todo se queda grabado en su cerebro. Hablando en plata: los niños se tragan los mensajes de la tele con una voracidad mucho mayor que la de los adultos, y, por lo mismo, el efecto de la tele en ellos es mucho más intenso.

Esta constatación hay que tenerla en cuenta cuando recibimos noticias sobre ciertos comportamientos infantiles realmente patológicos y aparentemente provocados, desencadenados o sugeridos por la televisión. Todos hemos leído, en los últimos años, sucesos horripilantes que hablan de mocosos de 6 años convertidos en asesinos o de niños que se tiran por la ventana para imitar a Superman. Es verdad que estos sucesos, por fortuna, son escasos, pero el mero hecho de que existan ya es un signo preocupante. Los casos de violencia infantil inspirados por la televisión son la manifestación patológica de un fenómeno psicológico; ese fenómeno es el poderoso impulso emulador que despierta la televisión en las mentes infantiles. El niño tiende a imitar lo que ve en el mundo real, y, en el caso de la televisión, esta imitación presenta una particularidad: esa realidad es mentira. No es una realidad viva; es virtual, es una ficción. Por seguir con el ejemplo de la violencia óinsisto en que es extrema, minoritaria, tal vez marginal, como toda patología, pero no deja de ser un síntomaó, lo que nos transmite la televisión es una falsa violencia.

Es frecuente que un niño actual haya visto muchos más asesinatos que cualquier niño en cualquier otra época de la Historia; no obstante, desde mi punto de vista, esto no es tan preocupante como que toda esa violencia que hoy ve el niño, que hoy está a su alcance, sea una violencia falsa, privada de su carga de dolor, de sus manifestaciones físicas y anímicas. Imaginemos a un niño español de la época de la Guerra de la Independencia, por ejemplo, o, si quieren ustedes, a un niño actual de Palestina. Este niño ve horribles crímenes, vive en un clima de violencia permanente, pero esos crímenes y esas muertes que está viendo son de verdad; los cadáveres huelen, la gente llora de dolor, los golpes duelen, el bien y el mal se perciben con bastante nitidez y, desde luego, como nociones brutales, todas estas muestras van acompañadas de fenómenos físicos primarios, directos, que erizan la piel, que crispan los sentidos. En cambio, las infinitas muertes violentas que vemos en la televisión a todas horas no tienen realidad física; los cadáveres de las películas no huelen, la sangre no impresiona, a los oídos no llega el llanto del dolor. Toda esta violencia televisiva es de mentira, pero, al no existir otro tipo real y al no estar acompañada de las manifestaciones físicas primarias, el niño puede terminar recibiendo una imagen trivial, banal, del acto violento. En fin, como no quiero amargarles la vida, dejamos parado este tema de momento.

Me interesa decir, sobre todo, que la realidad que la televisión transmite es incompleta. Y podemos imaginar el resultado que obtendrá quien trate de comportarse en la realidad según los patrones de lo que ve en la tele; parece bastante probable que aquí estén algunas de las razones de ciertos casos inexplicables de violencia juvenil.

Por decirlo en términos más clásicos, estaríamos ante un ejemplo de inversión de las categorías del conocimiento. Ya saben ustedes aquello de Aristóteles sobre la forma y la materia: toda cosa tiene su forma y tiene su materia; este micrófono tiene la forma que ustedes ven y la materia es lo que hay dentro. Pinillos, psicólogo, a propósito de esto, dice que la televisión hace magia porque nos enseña las cosas sin su materia. Así pues, estamos viendo espectros, de tal forma que las categorías del conocimiento normales, naturales, se alteran por completo. Alguien que ve forma sin materia, alguien que ve fantasmas, tiene que pensar, forzosamente, que su mente no va bien; aquí es donde está el carácter psicopatológico del problema de la tele: cuando la realidad televisiva se toma por realidad viva, estamos ante una disfunción psíquica, y eso es exactamente lo que pasa cuando un niño con problemas de entendimiento actúa en la vida real como si se hallara inmerso en ese mundo de forma sin materia de la televisión. Todo este análisis, como ustedes verán, se puede aplicar también a la realidad virtual; no voy a entrar en este tema ónos iríamos lejísimosó, pero queda dicho: la técnica nos está enseñando a imaginar realidades ficticias, es decir, una pura contradicción, ya que una realidad ficticia o no es realidad o no es ficticia. No puede ser las dos cosas a la vez, pero en ésas estamos. Eso es lo que no da la televisión y, ante ello, hay que estar, por lo menos, vigilantes.

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