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Transcripción de la conferencia
de Guillermo de Osma y 6
Este creciente interés por el
arte contemporáneo propició el que en 1922 y por
iniciativa del diputado D. Lorenzo Hurtado de Saracho se creara
un Museo de Arte Moderno cuyo primer director sería el
pintor Aurelio Arteta y que se fusionaría con el de Bellas
Arte en 1942.
La rápida expansión de
la colección mediante compras y donaciones obligó
a pensar en la construcción de un edificio destinado exclusivamente
a albergar este acerbo. Recién acabada la guerra civil
la Diputación y el Ayuntamiento en terrenos cedidos por
este en el parque acordaron construir y costear un nuevo Museo
que todos ustedes conocen. Inaugurado en 1945 y bajo la experta
tutela de sus directores Crisanto Lasterra, Javier de Bengoechea,
Jorge de Barandiaran y ahora Miguel Zugaza ha seguido expandiéndose
- ahora mismo está en obras que permitirán una
importante ampliación - e incrementando muy considerablemente
sus colecciones. Es el primer español en adquirir un cuadro
de Bacon.
Aparte de cumplir aquellas funciones
por las que ha sido creado un Museo sirve también de ejemplo
y de motor para despertar el apetito coleccionista de algunos
particulares que quieren poseer para ellos obras de importancia
y en cierta manera constituir su propio museo. Con el Guggenheim
han surgido en Bilbao más galerías de arte contemporáneo
y sin duda nuevos coleccionistas y en aquella época la
presencia del Museo jugaría un papel en la formación
de nuevas colecciones bilbaínas. Estoy pensando especialmente
en la colección de Don Felix Valdés, que fue durante
años patrono del Museo y que formó seguramente
la colección más importante que hubo en Bilbao
y en España.
(Visita la casa de la Gran Vía
de tablas góticas a Arte Contemporáneo. La Magdalena
del Greco, La Marquesa de Santa Cruz de Goya, el Van Dyck
que hoy se encuentra en el Museo de Bilbao, La Santovenia
de Rosales, hoy en el Prado, Vicente López, Alenza, Sorolla,
los Regoyos en el pasillo de la cocina, dos cuadros de Robert
Delaunay, etc.)
Hemos hablado hasta ahora de grandes
colecciones, muchas de las cuales pasaron a dominio público,
pero no olvidemos a todos los otros coleccionistas unos más
privados y secretos y otros simplemente menos importantes y conocidos
pero no por ello menos importantes (coleccionistas de vitrina
y coleccionistas de alacena o de caja fuerte). Quisiera resaltar
un grupo muy interesante por su propia condición: los
artistas. Amigos de acudir al rastro y de explorar anticuarios
y chamarileros y con un ojo bien formado y educado constituyeron
con medios comparativamente modestos colecciones muy interesantes.
En el Madrid romántico no se podía dejar de visitar
la colección de los pintores don José y Federico
de Madrazo. Fortuny en su casa de Roma formó una espléndida
colección que se subastaría en París en
1875. Beruete llegó a tener una treintena de dibujos de
Goya entre muchas otras coas. Zuloaga fue también un coleccionista
avisado y junto con Rusiñol fue de los primeros en redescubrir
al Greco del que poseía una de sus mejores obras hoy en
el Metropolitan. En los años 20 y 30 destaca la colección
del pintor vanguardista Alfonso de Olivares (nacido en Hernani
en 1989 y muerto en Villaviciosa de Odón, Madrid, en 1936)
que en esa época fue un caso casi excepcional de alguien
que constituyera una colección con ejemplos relevantes
del arte de su momento con obras de Picasso, Juan Gris, Vázquez
Díaz, Bores, Cossío, Moreno Villa, Viñes,
etc. a los que conoció en París. Algunos de esos
cuadros están hoy en una colección particular bilbaína.
A partir de la postguerra la trama
del arte, de los canales de su difusión, del comercio
y por lo tanto del coleccionismo se va haciendo más compleja.
Es interesante anotar como entre 1940 y 1945, nada más
acabar la guerra civil se abren en Madrid 7 u 8 galerías
importantes -entre las que destacará Biosca- destinadas
a exponer el arte contemporáneo, lo que contrasta con
la situación de los años 30, donde no hubo ninguna
que se dedicara exclusivamente al arte de su tiempo.
Evoluciona con el gusto la manera de
mostrar y colgar las obras de arte, buscando cada vez más
el darle a cada obra su importancia y singularidad en espacios
cada ves más despejados, donde la iluminación va
a jugar un papel fundamental, llegando a las exposiciones austeras
y minimalistas actuales donde el cuadro es protagonista absoluto.
Queda lejos la manera abigarrada de los Cerralbo o Galdiano que
es ya parte de la historia del gusto y la decoración de
interiores.
A partir de los años 60 y, sobre
todo, en estas dos últimas décadas la proliferación
de galerías, casas de subastas, anticuarios, ferias, museos,
salas de exposiciones, etc. refleja el creciente interés
por el arte y el coleccionismo, en el que aparece una vertiente
más especulativa y comercial. Estar al tanto a través
de revistas especializadas, catálogos y hoy en día
Internet es algo obligado ya que este nuevo mercado se mueve
con una rapidez inaudita - y el coleccionista lo último
que quiere es enterarse de que aquello que buscaba se ha vendido
a otro coleccionista -.
Las variaciones de precios pueden ser
muy considerables y en ciertas categorías de coleccionismo
como los cuadros, los errores pueden costar muy caros. El coleccionista
bien informado ha sustituido al amateur ilustrado de fines del
siglo XIX y principios del siglo XX.
En este complejo panorama hacen su
aparición novedosa los bancos y grandes empresas que a
través de sus propias fundaciones crean sus colecciones
generalmente de arte contemporáneo.
En muchos casos se han convertido en
los nuevos mecenas financiando grandes exposiciones o adquiriendo
obras para los museos públicos como es el caso del BBVA
que recientemente ha donado al Museo de Bilbao un Paret y un
florero de Arellano.
Como dice el especialista de coleccionismo
Krzystof Pomian: Es posible ñya se ven los primeros
síntomas- que el aumento en el número de donaciones
y de museos surgidos de colecciones particulares o nutridos con
frecuencia de éstas, junto con un trabajo educativo a
cargo de los organizadores de exposiciones y de la crítica,
acabe por cambiar la actitud del gran público sobre los
coleccionistas induciéndoles a darse cuenta de que son
"los personajes centrales del mundo de las artes" y
en términos más generales de la cultura.
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