a


AULA DE CULTURA VIRTUAL

 

NOS ESPERA LA NOCHE
La escritora Espido Freire conversa con el periodista Félix Linares


Bilbao, 10 de noviembre de 2003



<<<ANTERIOR / SIGUIENTE>>>

Félix Linares: Eso es algo que no te ha abandonado: casi todos tus libros nacen de reflexiones. Incluso los de "fantasía", como éste.

Espido Freire: Sí, siempre he sido al mismo tiempo bastante imaginativa y bastante lúcida. Yo creo que son las dos virtudes que tengo. Me faltan muchos otros elementos para ser escritora -por ejemplo, me falta la erudición y no soy capaz de memorizar grandes textos-, pero sí he tenido esa visión. De hecho, una reforzaba la otra: cuanto más lúcida era, más me refugiaba en la imaginación; y, cuanto más imaginación tenía, más necesidad tenía de sopesarlo con una lucidez extrema.

Félix Linares: Después aparece Donde siempre es octubre, que, curiosamente, es una novela anterior a Irlanda y la primera del ciclo cuya segunda parte venimos hoy a presentar aquí. Quiero advertirles, por si alguien no lo sabe -y por si acaso Espido tampoco lo dice-, que, salvo por el escenario, no tiene nada que ver la una con la otra y que pueden leer tranquilamente Nos espera la noche sin conocer Donde siempre es octubre. Esta novela y este ciclo, ¿nacen un poco de los terrores infantiles?

Espido Freire: En parte sí y en parte no. Es cierto que está muy plagada de obsesiones infantiles o de miedos, de la necesidad de escaparme a otro mundo, de inventar un territorio imaginario, un territorio mítico en el que todo ocurriera exactamente como yo quería. Eso sí que es una obsesión muy adolescente, sentir que, ya que no se puede controlar todo fuera, tiene que haber un lugar (el diario, tu propio cuerpo o tu grupo de amigas) donde todo tiene que estar perfectamente encajado. Para entonces yo estaba en la universidad. Justo coincidió el último año del instituto y el primero de universidad. Estaba estudiando Derecho y descubrí que había un taller literario en la Universidad de Deusto. Allí hice la mayor parte de los amigos actuales que tengo. Nos reuníamos todos los jueves y charlábamos de literatura. Algunas veces leíamos algo nuestro o fragmentos de libros que nos gustaran. Y nos lo pasábamos estupendamente. Nos sentíamos mayores, importantes, era una cosa tremenda, todo el mundo había leído a Kundera, citábamos a Cortázar, y eso, comparado con el entorno del que yo venía, que era un pueblo más pequeño en el que no había demasiada dimensión cultural, era jauja. Para mí aquello fue un elemento de total apertura hacia algo distinto, y quería constatar hasta qué punto escribía bien, porque una cosa era competir "a nivel comarcal" y otra cosa era hacerlo entre mis compañeros de universidad. Adopté la costumbre de escribir más o menos un cuento para cada jueves, para cada una de estas reuniones; a veces lo lograba y otras veces no. Muchas veces lo escribía en el tren, en el transcurso entre Llodio y la Universidad de Deusto, y lo comentaba mucho con mis amigas. La que entonces era y ahora sigue siendo mi mejor amiga se involucraba mucho, tramábamos las historias juntas y, para que vean lo mala que soy con la cara de buena que tengo, continué más o menos haciendo lo mismo que había iniciado en el instituto. Mi modo de vengarme frente a las injusticias del mundo era incluir a las personas que no me gustaban en ese microcosmos. También era el modo de ir creando literatura a través de la experiencia. Nunca hablé de algo que a mí me ocurriera directamente y lo narré. Siempre eran los deseos. Es una novela llena de deseos incompletos, de historias que no acaban de cuajar. Transcurre en una ciudad en la que el tiempo no avanza, una ciudad de provincias muy asfixiante, a punto de una revolución industrial, con lo que las diferencias entre una burguesía media y una clase obrera son muy grandes en una ciudad que podría ser dinámica, pero que no lo es. Así fue creciendo semana a semana con un cuento más, hasta que me di cuenta de que había una unidad, de que dentro de esa ciudad yo podía construir una novela. Sin embargo, ya había historias que ocurrían en una aldea y había historias pertenecientes más o menos a ese ambiente que transcurrían en una gran ciudad, con lo que surgió la idea de crear una trilogía. Así de normal. Sin haber planeado nada.

Félix Linares: Ya la tenías entonces. Antes de salir la primera novela, ¿ya estaba confeccionada la trilogía?

Espido Freire: Estaba la idea, y, por ejemplo, cada una partía de una reflexión distinta. Como decía antes, en el caso de Donde siempre es octubre, era la mediocridad, era la sensación de inercia, cómo una sociedad muy pequeña, muy restringida, puede influir sobre el individuo particular. En el caso de Gyomaendrod -Gyomaendrod es la aldea donde transcurre la historia de Nos espera la noche, la nueva novela-, yo quería hablar de la fuerza de la familia, de la fuerza del clan (cómo todavía se está muy vinculado a la tierra, a las tradiciones, a la sangre), y de qué manera eso condiciona nuevamente la vida individual. En el caso de la tercera parte de la trilogía, que ya está redactada, aunque en versión muy embrionaria, muy vulgar, será otro tipo de reflexión: será la disolución de la identidad dentro de una gran ciudad en la que no se cuenta con las ventajas de ser reconocido ni tampoco con suficientes medios o suficiente claridad como para desenvolverse plenamente.





 

<<<ANTERIOR / SIGUIENTE>>>

subir


info@diario-elcorreo.es
Pintor Losada 7
Teléfono: +34 1 944870100 / Fax: +34 1944870100
48004BILBAO