En esta primavera, más calurosa que otras, apetece más que nunca un albariño afrutado, que nos refresque el gaznate y nos haga olvidar las penurias del mundo. Este gallego de Señorío de Rubiós cumple el cometido de sobra. Es caldo sin complicaciones, limpio, muy fragante, con aromas a cítricos, fruta de hueso (melocotón, albaricoque) y pera. En boca atesora buena acidez, justo lo que apetece, untuosidad y ese paso sedoso que atrapa. Aseguran sus elaboradores que lo que persiguen es que el vino no pierda el sabor verdadero de la tierra donde crece. Misión cumplida. Para descorchar en una noche tórrida y dejarse llevar, melena al viento.

  Guía de vinos: Rioja, Rioja Alavesa, Ribera de Duero ...