LA BODEGA.
Aunque Emilo Moro es garantía de buen vino, no deja de sorprendernos. Y nos regala (porque este vino es un regalo de la naturaleza) una cosecha, la 2011, de Malleolus excepcional. La propia bodega califica la añada como la mejor de la década y es que las viñas más viejas han alumbrado un fruto excelente para configurar un vino de alto nivel.
Las abundantes lluvias de invierno posibilitaron que las cepas aguantasen los secos y cálidos meses de septiembre y octubre, que, carentes de accidentes meteorológicos, permitieron una vendimia prolongada con el estado óptimo de maduración. Nos sorprende ya en nariz con aromas a fruta negra concentrada que da paso con elegancia al roble.
El tanino, potente, maduro y goloso, nos acaricia la boca, nos deleita con multiples sensaciones y deja un postgusto muy gratificante. Uno de los Ribera de Duero más delicados y armoniosos.