David M. Asteinza, que no para de inventar pintxos, ha elaborado cinco texturas de Idiazabal. En el fondo de un plato se pone lo que él llama una tierra de Idiazabal. Sobre ella, como en un paseo de quesos, va una mousse ligermente melosa, una teja crujiente, una escerificación básica del queso, con un velo por fuera y por dentro totalmente líquido, y una escerificación inversa de caviar de Idiazabal, que explota en la boca al contacto con el paladar. |
Es un pintxo muy sencillo. Sobre una rodaja de pan se pone un pimiento verde del país frito y sobre ello un picadito de jamón, unas virutas de ibérico, en crudo. Encima se echa serrín de queso Idiazabal, que da al pintxo un color blanco. |
Es una especie de lasaña elaborada con finas láminas de queso Idiazabal. Entre capa y capa, un machado de nueces con miel. Se calienta durante unos segundos y los sabores se funden. Lo sirven sobre una tosta de pan. |
Para compartir, qué mejor que una buena ración de queso Idiazabal regado con aceite de oliva virgen extra. Una conjugación perfecta de sabores la que nos ofrecen en el Noventa y Siete, donde prestan una atención especial a la denominación de origen vasca. |
Se hace una bechamel con aceite, mantequilla, harina, leche, nuez moscada, un toque de pimienta negra y otro de sal y queso Idiazabal previamente rayado. Cuando ya está hecha la masa, y en caliente, se ponen otras cuatro partes de queso y se mezcla todo bien. Se hace la bola, se pasa por harina, huevo y pan rayado y se fríe. |
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