Con la comida sí se juega
Visualice un plano de Madrid,
Londres... Pero imagínelo en tres dimensiones
y elaborado con alimentos
ITSASO ÁLVAREZ (EMAIL)
[De
la perfección de una tortilla de patatas]
[La imagen]
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Experiencias
Madrid
La primera ciudad comestible que confeccionó
Ali&Cia. La Puerta de Alcalá se hizo
en chocolate blanco, la Biblioteca Nacional en
milhojas y la Casa de América en pinchos
de frutas tropicales, la torre de Colón
en sushi, la calzada en tapenade y hasta se representó
una manifestación: las personas tras la
pancarta eran piñones.
Gran Canaria
La playa de Maspalomas se elaboró en gofio,
con los turistas en gambas a la plancha. El litoral
norte, en jamón serrano.
Melbourne
Se reunió en un espacio de 80 metros cuadrados
las 35 culturas gastronómicas residentes
en la ciudad. Los italianos hicieron en bocattini
las balaustradas de un parque y con canalones
los puestos de los mercados. Los turcos levantaron
unos rascacielos con rollitos de parra rellenos
de arroz y carne. Los españoles dejaron
su impronta en un edificio de banderillas...
Londres
También habrá ocasión, el
21 de junio del próximo año, de
comerse Londres. Será en la Tate Modern.
Talleres
Escritura de mensajes al aceite de oliva. Uno
de los talleres sensoriales preferidos de la autora,
donde el aceite se emplea como tinta para escribir.
Ali&Cia propone conceptos como 'pictofagia',
la ingesta de cuadros reproducidos con alimentos,
que hizo por primera vez en el Museo Thyssen-Bornemisza
sobre la hora 'Habitación en hotel',
de Edward Hopper; y la 'logotipofagia',
que experimentó en la I Bienal de Arte
Contemporáneo de la Fundación ONCE.
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¿Recuerdan la casita que entusiasmó
a Hansel y a Gretel? Los techos eran de chocolate, las
paredes de mazapán, las ventanas de caramelo,
las puertas de turrón, el camino de la entrada,
de confites, ¡un verdadero manjar! Pues bien,
como en el popular cuento de los Hermanos Grimm, todo
el arte de Alicia Ríos (Madrid, 1943) se come.
Ella misma muestra una fotografía en la que aparece
hincándole el diente a una Puerta de Alcalá
elaborada en chocolate blanco. Y luego enseña
esas postales en las que hizo posar a modelos con sombreros
que son hamburguesas gigantescas. Alicia Ríos,
quien se ve a sí misma como «intérprete
sensorial» y «sastre del interior del cuerpo»,
tiene una profesión muy digestiva. Se dedica
a promover la construcción a escala y en tres
dimensiones de países, regiones y ciudades, con
todos sus accidentes geográficos y sus edificios
reconocibles, con productos de alimentación.
Propone que «el ciudadano se zampe su entorno»
desde lo que denomina «la urbanofagia: el instinto
de devorar nuestra ciudad que reside en el subconsciente
colectivo».
«Fui jefa de cocina durante tres
años», se justifica la artista. Copropietaria
de dos restaurantes vegetarianos y bióticos,
de los cuales uno sigue abierto en Madrid, es además
reconocida catadora de aceite de oliva. Pero antes de
que su vida diera este giro goloso, pasó 22 años
inmersa en la vida académica: primero, como estudiante
de Filosofía Pura y, después, como profesora
de Historia de la Psicología en la Universidad
Complutense de Madrid. «Ciudad y comida comparten
muchas facetas psicológicas», concluyó
Ríos antes de dejar las clases y los exámenes
por los fogones artísticos. Especializándose
en olfato, gusto y hábitos alimenticios, experimentó
en sus clases con el desarrollo de las preferencias
por los sabores y los olores, y estudió a fondo
cómo se aprende el placer de comer y qué
genera el rechazo de los alimentos nuevos. De modo que
se esforzó por aplicar su experiencia como investigadora
«a todas las dimensiones del hecho de comer»
y plasmó en comida su tesis doctoral. Fue la
primera vez que la llamaron «artista» por
este motivo. Sus obras se interpretaron como «performances
canónicas de arte comestible». Las invitaciones
para asistir a festivales de culinaria artística
la corriente del 'Eat Art' que estaba
empezando a fraguarse en EE UU le llovieron
desde entonces.
Estrecha interacción
Aunque no es una experiencia estomagante,
el comestible sí es un arte efímero. En
apenas unas horas, la pulcra combinación de sabores
salados y dulces acaba en el fondo de un estómago.
Eso sí, ninguna otra obra permite una interacción
tan estrecha entre creador y espectador. «Este
último ingiere la obra. Cada molécula
de ésta pasa a formar parte del consumidor. Bello
como el encuentro de un ajo y un vaso de aceite sobre
la mesa de la cocina», reza un manual de arte
comestible. «Lo importante es ver la realidad
en la dimensión del olfato y del gusto para potenciar
la participación de los actores en la experiencia.
Buscábamos la respuesta a muchos aspectos de
la conducta humana no explorada y dimos con el instinto
inconsciente del hombre de devorar su entorno»,
revelan en la compañía Ali&Cia. Con
Alicia Ríos trabajan el investigador Simon Cohen,
la arquitecta Bárbara Ortíz y el cámara
Diego Vega.
Unidos han llevado sus representaciones
gastronómicas a Londres, Massachussets, Oxford,
Madrid y Melbourne. En este último caso, se elaboró
una dieta para todos los gustos, «el 65% en salado
y el 35% en dulce», que tuvo en consideración
la multiculturalidad existente en la ciudad y, por tanto,
la variedad de gastronomías. Cocinas de todo
el mundo, «tan diferentes como las personas que
las inventaron». '¿Qué está
haciendo, señora?', acertó a preguntar
la autora a una mujer que participaba en la 'devoración'
de Melbourne y que hacía cola frente a un microondas
instalado para la ocasión. 'Estoy horneando el
parking', le respondió. «En la parte de
la maqueta dedicada a los italianos que residen en la
ciudad australiana, oí exclamar 'Melbourne es
como una minestrone'. ¿No es maravilloso?»,
se entusiasma la artista. «Somos intérpretes
de la realidad en clave comestible. Cada uno tuvo oportunidad
de revivir en su memoria la dieta que había aprendido
de sus ancestros». Alicia Ríos tiene otra
imagen grabada: «Cuando terminó el banquete
de Melbourne, unos pájaros se comieron todas
las migajas. Como si allí no hubiera pasado nada».
Los cuatro han recreado también
la isla de Gran Canaria, así como la capital
de España. La Biblioteca Nacional se edificó
a base de milhojas, como homenaje a los libros y a los
textos que encierra. La Casa de América se colmó
de frutas tropicales. La torre de Colón, en sushis.
Tejados en membrillo, rascacielos a pie de la costa
en queso manchego, pavimentos a base de pasta de anchoas
y aceitunas negras, aceras en crema de cacahuete y bordillos
en corteza de pan, estaciones de tren donde el cemento
se sustituye por brochetas de carne, pan de molde untado
de mermelada representa el reflejo del sol sobre los
ventanales de una torre, turrón del duro para
hacer acantilados y desfiladeros, latas de refrescos
dispuestas en vertical para asemejar los ríos,
obleas y galletitas saladas que simulan las obras urbanísticas,
flores con pétalos de palomitas de maíz
y tallos de patatas fritas, geranios en chorizo y salchichón...
Cuidar la disposición de los alimentos
es la clave para que el resultado final sea un edificio,
un parque, una vaguada, una calle, identificables. «No
queremos obtener una aproximación chapucera,
sino lo más cercano posible a la realidad».
Por eso, ninguna idea sale de la nada y nada se deja
al azar, tampoco la seguridad alimentaria. Si algún
producto o plato cocinado se llega a perderse, echará
a perder un banquete que puede prolongarse durante horas.
El estudio de arte Ali&Cia es todo
un espectáculo. Cazuelas, cocinas, hornos conviven
en armonía con cubiertos, manteles y recipientes
de todo tipo, libros de cocina, planos, cartabones,
ordenadores, posters de países, macetas frutales...
Casi toda la materia prima se elaborará hay
pocos alimentos en crudo. Sabor, textura y punto
de sal se prueban para calcular cuánto puede
aguantar sobre el mantel y en qué condiciones.
El ágape ha estado precedido de una fase del
diseño de planos y estudio arquitectónico
que ha necesitado de seis meses a un año para
sacar conclusiones. Uno o dos días se emplean
en ir al mercado y comprar los productos frescos. «Tiene
que estar todo delicioso». Se procurará
confeccionar una dieta equilibrada. Además de
poseer una capacidad creativa increíble, Alicia
Ríos tiene la suerte de tener un organismo acelerado
que evita que engorde. Lo prueba todo, pero es fiel
a un plato: al arroz caldoso de conejo con verduras
y mandonguillas.
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información: .
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De la perfección
de una tortilla de patatas
Esta
forma de 'alimentarse' proviene de la corriente 'Eat
Art', que nació en los años sesenta en
EE UU como una manera de incorporar el mito, la obra,
al individuo, que pasa de pasivo observador a ser activo
participante, consumidor. Como elemento conceptual de
incorporar no sólo el alimento, sino toda su
carga simbólica y cultural. El propio Dalí
decía que «los órganos más
filosóficos del hombre son sus mandíbulas».
Otro ejemplo: Miguel Guirao, otro artista plástico,
ha dicho de la miga de pan que «se puede transformar
en una pasta moldeable doméstica para hacer las
más bellas piezas artísticas, auténticas
obras de arte cuya finura, blancura y transparencia
compiten con cualquier otro material... no ingerible».
Hay lienzos del siglo XVI que representan
rostros humanos que, a base de frutas y verduras, adquieren
la forma de la anatomía humana. Es el caso del
manierista italiano Giusseppe Arcimboldo, que construía
el semblante de sus caricaturescos retratos con flores,
frutas, verduras y animales y que, pese a ser considerados
de mal gusto en la época, fueron muy imitados.
Un siglo antes, Leonardo da Vinci, un apasionado por
la comida, aprende la técnica del mazapán,
adquirida de su padrastro pastelero, para utilizarla
luego en el armado de maquetas, que muchas veces confundidas
con pasteles extravagantes, muy propios del maestro,
acaban siendo devorados sin ningún miramiento.
Del bar restaurante barcelonés
de El Gravat de Vic han, donde en alguna ocasión
han mostrado en exposición obras de arte comestible,
nació un manifiesto que dice lo siguiente: «Aquello
que comemos también se puede convertir por imaginación
o tradición, por misterio creativo o alquímico,
porque somos aquello que comemos, por placer gustativo
o composición pictórica, en obra de arte».
Consideran que «un pan con tomate» puede
ser «más bello que la Victoria de Samotracia»;
que «la perfección» de una tortilla
de patatas «es tan fascinante como el David de
Miguel Ángel»; y que «un buen queso
hace babear más que cualquier otra obra de Barceló».
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La imagen

MELBOURNE. Recrearon la ciudad
australiana en un espacio de 80 metros cuadrados. Un
tercio de la mesa se elaboró en dulce y el resto,
en salado. / Fotos de Ali&cia.
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