La
ruta del champán
Recorrido por la histórica
región francesa donde se elabora la reina de
las bebidas de Navidad
ENRIQUE SANCHO
Al este de París, la región
de Champagne-Ardennes es una amalgama de paisajes e
historia. Una región sabrosa y chispeante en
la que la historia de Francia ha dejado un buen número
de testimonios y donde la naturaleza sabe ofrecerse
cálida y grandiosa. Todo bajo el signo del vino
que, como cada año, se hace protagonista de la
Navidad.
Hay dos tumbas muy visitadas aquí. Una se localiza
en el cementerio municipal de Colombey-les-deux-Eglises
y pertenece a uno de los hombres que mayor gloria dio
a Francia: el general Charles de Gaulle. La otra está
un tanto escondida en la remota abadía de Hautvillers,
cerca de Reims, y hace compañía a Santa
Helena, la madre de Constantino el Grande, que descubrió
la Santa Cruz en Jerusalén. Es la sepultura de
Dom Pierre Perignon, un abad benedictino que no se distinguió
por su santidad, sino por haber descubierto «por
casualidad» el que muchos consideran el rey de
los vinos: el champán, sinónimo de celebración,
de bienestar, de placer.
Recorrer esta región permite atisbar los secretos
de elaboración del oro líquido,
en unos paisajes ondulantes repletos de vides que se
desparraman bajo el peso de sus frutos; pero también
viajar a la Edad Media y descubrir ciudades ancladas
en el tiempo, vislumbrar agujas góticas que se
disparan hacia el cielo como las propias burbujas del
champán.
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SECRETOS DE BURBUJAS
El champán es una de las bebidas más
famosas y consumidas por todos los ciudadanos
del mundo. Se venden alrededor de trescientos
millones de botellas al año, cantidad suficiente
para llenar aproximadamente 2.000 millones de
copas. Cada dos segundos se descorcha una botella
en algún lugar del mundo.
Es el vino por excelencia de las celebraciones,
tanto bodas, bautizos y comuniones, como nacimientos,
cumpleaños y hasta botaduras de barcos.
Es señal de mal augurio que no se rompa
la botella al chocar contra el casco, como ocurrió
con la del Titanic, que permaneció
intacta después del violento choque.
Es promiscuo por naturaleza; lo mismo se deja
beber a morro por un piloto de carreras,
que es tragado sin respeto (y casi siempre en
vaso de plástico) por los agraciados en
las loterías.
El nombre de su descubridor, Dom Perignon, ha
bautizado la reserva más famosa y cara
de la casa Moët & Chandon, dueña
desde 1822 de la abadía que vio nacer el
producto y parada obligatoria en cualquier visita
turística a la región.
La botella empleada para los vinos espumosos está
diseñada especialmente (Eugene Digby) para
resistir la presión generada por el gas
carbónico que desprenden las levaduras
en su segunda fermentación, por lo que
sus paredes son mucho más gruesas.
El período de reposo de una botella de
champán varía desde los quince meses
(tiempo mínimo reglamentado para los champagnes
más jovenes) hasta casi una década,
característico de los Krug. Durante meses
se da el denominado golpe de puño,
para despegar los posos; las botellas son colocadas
sobre unos pupitres agujereados, con el tapón
inclinado hacia el suelo. En esta nueva ubicación,
reciben un removido en el sentido de las agujas
del reloj y en el inverso, de forma alterna, a
la vez que van inclinando su posición.
Todo este proceso se prolonga durante unos 21
días en España, y casi el doble
en la región de Champagne. Un buen especialista
puede girar unas 14.000 botellas al día.
Antes de abrir una botella, conviene sujetarla
con un trapo para evitar que resbale. Primero
se quita el papel o aluminio que cubre el cuello
de la botella y luego la malla o alambre
que recubre el corcho, que debe debe girarse lentamente
sin cambiar la dirección de giro, para
evitar que se rompa. Nunca debe dejarse salir
solo.
Como es una bebida que se toma muy fría
(entre 5º-8º), se recomienda no llenar
demasiado las copas para evitar que pierda este
grado de frescura. La copa deberá ser tipo
flauta, descartando las copas planas y anchas..
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Entre Reims y Troyes discurre la Ruta
Turística del Champán, atravesando ciudades
enclavadas en tierras cubiertas de viñedos. Durante
todo el año hay medio centenar de productores
que acogen al visitante y le abren las puertas de sus
negocios. Todos ellos relatan, con pequeñas variantes,
la anécdota en la que el abate Dom Pierre Perignon
advertía a sus cofrades de su descubrimiento.
«Bajad hermanos, hay un vino que tiene estrellitas»,
gritó alborozado, al ver en la cava botellas
rotas producto de una segunda fermentación ocurrida
en la primavera.
Aquí se puede apreciar la mágica alquimia
del vino de los reyes en las bodegas de Moët Chandon,
Mercier, Drappier, G. H. Mumm Cie, Piper-Heidsieck,
Vranken Pommery, Veuve-Clicquot Ponsardin..., gigantescas
catedrales subterráneas, y degustar caldos que
asombran al paladar. Los viticultores diseccionan las
tres cepas mejor adaptadas al suelo y al clima: el Pinot
Negro, famoso por dar cuerpo a los vinos; el Pinot Meunier,
buscado por su sabor afrutado y su aptitud para acelerar
el proceso de maduración; y el Chardonnay, con
racimos blancos y una finura excepcional.
La ciudad de los reyes
La historia, el arte, la cultu ra y un entorno natural
repleto de ríos, lagos, bosques y canales esperan
al viajero. El patrimonio cultural y artístico
de Champagne-Ardennes es inmenso: castillos, catedrales,
iglesias, ciudades medievales como Troyes, que aún
conservan sus fachadas con entramado de madera e imponentes
fortalezas, o la ciudad fortificada de Langres, patria
de Diderot, el fundador de la Enciclopedia, que mantiene
bellas casas renacentistas ceñidas por cuatro
kilómetros de murallas. Y si el champagne corre
por las venas de la tierra, el agua lo hace por la piel
de sus verdes y boscosos paisajes. Ríos navegables
y más de 10.000 hectáreas de embalses
incluido el más grande de Europa
poblados por multitud de aves y rodeados por paisajes
espectaculares.
Parece como si esta región estuviese acostumbrada
a los milagros. Bastante antes de que el vino se transformase
en estrellas, el poder divino se estableció
en Reims. Ocurrió en 496, durante el bautismo
de Clovis, rey de los francos. Este hecho ha marcado
a la ciudad, que se ha convertido en el lugar de coronación
de los monarcas de Francia. Basta con observar la majestuosidad
de la catedral de Notre-Dame para entender la importancia
de esta elección. Esculturas finamente cinceladas,
ventanas altas y rosetones adornados con impresionantes
vidrieras. Todo aquí incita al respeto. Y, a
pesar de que Reims fue en gran parte destruida durante
la Primera Guerra Mundial, ha sabido mantener la grandiosidad
de aquellos tiempos gloriosos. No en vano, la UNESCO
ha inscrito cuatro monumentos a su lista del patrimonio
mundial: la Catedral, el Palacio del Tau, la Basílica
y la antigua Abadía Románica de Saint-Rémi,
reconvertida en museo de arte y arqueología.
Una belleza bien distinta en la capital de la Champaña
se muestra en el Rond-Point Pommery, entrada a un mundo
subterráneo excavado por los bodegueros que extiende
sus tentáculos por cientos de túneles.
Es el mejor lugar para hacer la primera cata e introducirse
en el sabor característico de esta rica provincia.
Castillos entre bosques
Abandonando Reims se penetra en las tierras vinícolas
del cercano Valle del Marne, donde parece brotar el
champán por todas partes. Las lujosas mansiones
y las iglesias han crecido al ritmo de las burbujas.
La localidad de Epernay se considera la capital del
champaña, ya que en su avenida principal se alinean
las sedes de las compañías más
importantes. Un museo dedicado a la elaboración
del célebre espumoso aporta los datos históricos
más destacados.
Para tener un punto de vista diferente, vale la pena
realizar un breve crucero por el río Marne. Las
cepas que tapizan los viñedos se deslizan dulcemente
a ambas orillas. En las alturas, la fortaleza de Boursault
deja ver sus torretas. Vista desde arriba, la región
también es extraordinaria. Las parcelas estriadas
de los viñedos aparecen más claramente
y los castillos ocultos en los bosques hacen por fin
su aparición.
El camino hacia Châlons-en-Champagne, capital
de toda la región, está marcado por la
dolorosa historia de estas tierras amplias que contemplaron
encarnizadas batallas en las dos guerras mundiales.
Cráteres de obuses, vestigios de trincheras,
memoriales y cementerios recuerdan este triste pasado.
Châlons-en-Champagne ha conservado el encanto
discreto de una ciudad de provincia. Las casas de entramado
de madera se codean con viviendas más burguesas
hechas de yeso y ladrillos rojos.
La ciudad medieval de Troyes es la perla de la zona.
La antigua muralla que la limitaba tenía la curiosa
forma de un tapón de champán; toda una
premonición, ya que todavía no se había
inventado. La urbe ha conservado sus casas
del siglo XVI, una arquitectura de entramado de madera
típica de la campiña champanesa. Las restauraciones
que se están haciendo dejan a la vista esta original
estructura, rellenada con ladrillos. La Torre del Orfebre
y la Casa del Panadero, que conservan las pequeñas
poleas con las que se subían las mercancías,
son los mejores exponentes de esta original arquitectura.
En Troyes hay nueve iglesias, cada una de ellas de un
estilo diferente, e interesantes museos: Arte Moderno,
Farmacia, la Casa de la Herramienta...
Un proceso muy esmerado
Al
sur de Troyes se encuentra Côte des Bar, que debe
su reputación al champán que aquí
se produce. Los viñedos cubren las laderas de
relieve accidentado. Sea cual sea la estación
del año, siempre hay una lección que aprender,
que los viticultores ofrecen con gusto. Aquí,
unas 25.000 hectáreas producen la uva más
selecta, la requerida para no saltarse la estricta reglamentación
de la denominación de origen de Champaña.
Ningún otro espumoso de Francia y del resto del
mundo puede llamarse así. Sólo a duras
penas pueden mencionar que utilizan el método
champagnoise. Del suelo calcáreo brotan las famosas
cepas, que necesitan para sobrevivir una temperatura
media anual de 10 grados como mínimo. Por eso,
no extraña que en el paisaje sobresalgan gigantescas
aspas de ventiladores, que impiden que las viñas
se hielen cuando llegan las nevadas.
Dentro de la bodega, lo primero que se comenta es que
gran parte de la uva empleada es negra, Pinot Noir concretamente,
prensada en los anchos lagares con suma delicadeza
para obtener un mosto blanco, sin teñirse del
rojo de la piel. El milagro de las burbujas
forma parte de un proceso natural, debido al clima fresco
de la Champagne y la corta temporada de crecimiento
de la vid. La cosecha se realiza a fines del otoño,
con lo cual se obtienen uvas repletas de azúcar,
que las levaduras no llegan a convertir totalmente en
alcohol. Durante la primavera, el proceso se realiza
dentro de la botella, donde se generan burbujas de dióxido
de carbono que quedan atrapadas en su interior. Luego,
en el oscuro frescor de las bodegas, el champán
adquiere un envejecimiento que suele durar de tres a
ocho años..
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