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Del redil al asador

La proximidad de la Pascua anima el consumo de la cría de la oveja, un producto tan tradicional como saludable y sabroso

[Las recetas de Garbiñe Badiola]

JESÚS LLONA LARRAURI

Las fechas próximas a la Pascua de Resurrección son los días en que tradicionalmente se consume el cordero pascual, y también es en primavera cuando el lechazo está en su punto justo, aunque hoy, y merced a los adelantos conseguidos en la reproducción animal, es posible comer deliciosos corderos lechales todo el año. El cordero lechal o lechazo se cría en todo el país, pero nuestras exigencias de calidad se centran en dos puntos bien definidos: de un lado, una amplia delimitación de Castilla la Vieja y el reino de León; de otro, el propio País Vasco, donde se crían las ovejas latxa y carranzana.

La primera de estas zonas se extiende por las provincias de Burgos, Segovia, Palencia y Valladolid. Más concretamente, destacan Cuéllar en Segovia; Aranda de Duero y Roa en Burgos; Peñafiel y valle de Esgueva, en Valladolid; Cerrato, en Palencia –donde se cría la churra castellana, que presenta un cordero de buenas formas, de poco más de diez kilos vivo–; y, ya dentro de la provincia de Segovia, a espaldas de la sierra de Guadarrama, el triángulo que va desde la capital hacia Torrecaballeros, Riaza y Sepúlveda, con pueblos tan tradicionales en la cría del lechal como Turégano, Pedraza y Sotosdalbos. Allí se cría también la oveja churra castellana, alimentada con rastrojo de trigo, cebada, alfalfa y remolacha, verdadero secreto del gusto exquisito de sus carnes.

En estos pueblos, el concepto del horno de asar ha sufrido una gran evolución en los últimos tiempos, pasando del mesón pobre y tabernario a otras denominaciones y versiones como fogón, figón, horno y posada, de la mano de cualquier castizo y avispado hostelero. Algunos de los pueblos citados, como Torrecaballeros, pasa por ser el que tiene más hornos por habitante, y es digno de figurar por ello en el Guinness, eclipsando completamente este atractivo al de castillo, iglesia o monumento, pues no posee otro interés turístico que el de los hornos y los asados.
En el País Vasco goza de gran aprecio la cría de la oveja autóctona, la latxa, bien adaptada a nuestro ecosistema, que vive en las Encartaciones, estribaciones de Gorbea y Anboto (Zeanuri, Dima, Orozko y Otxandio sobre todo), la zona montañosa de Guipúzcoa (en torno a Aralar y Aitzgorri) y en los valles alaveses cantábricos de Nervión y Aramaio, sin olvidar el valle de Carranza, donde se cría la oveja carranzana.

Lechal y nada más

El cordero llamado del país, procedente de la oveja latxa, está en el mercado durante la primavera, goza de gran aprecio porque es de carne fina, sonrosada y no muy grasa, que ofrece canales de seis kilos a los veinticinco días de vida del lechal, algo excepcional. Poco hay que decir en el País Vasco fuera del lechal, porque el 70% de los animales sacrificados son de esta denominación y se consume poco recental o pascual, ternasco y cordero de cebo precoz, que no van con nuestras costumbres: tiene que ser lechal, de 5 a 7 kilos de canal con cabeza y asadura, carne blanca y ligeramente sonrosada, compuesta de fascículos muy finos, fáciles de masticar y de gratísimo sabor por su gran riqueza en gelatinas.

En el mercado del cordero, que es amplio y bien aceptado, se adquiere en las carnicerías en primer lugar una de las dos mitades cortadas a lo largo del espinazo, con la cola o rabo al lado izquierdo. El despiece se divide en categorías: primera –pierna y chuletas–; segunda –formada por la paletilla o espaldilla–, y tercera, que incluye la falda, pecho y pescuezo.

La pierna está formada por toda la parte posterior de la canal y contiene el rabo, los huesos del coxis, la terminal de la columna vertebral y los tejidos blandos que la rodean. Es una pieza de múltiples músculos, todos ellos formados por gruesas fibras muy apretadas y con poco tejido conjuntivo y grasa.

Las chuletillas de cordero constituyen la parte de más calidad gastronómica y de mayor prestigio culinario y forman la pieza conocida como chuletero. La presencia o no de hueso hace que las chuletas se conozcan bien como chuletas de palo, o como chuletillas de riñonada. Las de palo, de acuerdo con su localización, son denominadas de aguja, largas o torácicas, y son las cinco primeras más próximas a la paletilla (lo que en vacuno se llama aguja). Las de la parte central del chuletero, llamadas de rabo largo, tienen un medallón muy visible. Finalmente están las de riñonada, obtenidas de la parte posterior del chuletero, que carecen de hueso y en las que el medallón es claramente visible.

En esta descripción de práctica comercial está la paletilla, formada por toda la parte anterior del canal, que se obtiene cortando paralelamente a nivel de la escápula y se comercializa entera. A veces se trocea contra el hueso, obteniendo lo que se llama, de forma indebida, chuletas de paletilla. La pieza está formada por gruesas fibras musculares, abundante tejido intersticial y grasa, por lo que para algunos es la más jugosa y sabrosa del cordero.

Curiosamente, es más apreciada la paletilla izquierda que la derecha, porque los corderos se recuestan casi siempre sobre su costado derecho, por lo que la carnes de este lado resulta algo menos tierna, al menos para los supremos exquisitos.

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Las recetas de Garbiñe Badiola

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Cordero asado
Ingredientes: 2 kilos de paletilla o pierna de cordero lechal. 2 cucharadas de manteca de cerdo. 4 dientes de ajo. 1 vaso de vino blanco. 1 cebolla mediana. Perejil y sal gorda.
Preparación: Machacar los ajos en un mortero, con el perejil, la sal gorda y la manteca. Untar la paletilla con esta pasta por todos los lados, colocar sobre cazuela de hornear añadir el vino y la cebolla cortada en 4 trozos y meter en el horno, fuerte. Pasados 15 minutos, dejar a fuego medio y regar de vez en cuando. Cuando esté dorado, dar la vuelta y regar de vez en cuando con su propio jugo, cuando más lo riegues más tierno quedará.


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