Las legumbres también son para el verano, porque los platos de cuchara son un monumento del goce que no conoce de estaciones. Los de Montes comercializan algunas de las mejores que se pueden encontrar en España, que no tienen nada que ver con los bodrios procedentes del quinto pino que encontramos en muchas grandes superficies. Solo de garbanzos etiquetan tres variedades: Lechosas, Pedrosillanos y Fuentesaúco, siendo magníficas las dos primeras, mientras la última se sale del mapa. La variedad llegó a Fuentsaúco nada menos que en la época de la colonización romana, y muchos siglos después, en el XVI, llegaron a tener protección real. Actualmente, con indicación geográfica protegida, es producto fetén, de tamaño mediano y color crema que una vez guisado suelta un sabor de campeonato. Los garbanzos de Fuentasaúco son pura mantequilla, se deshacen en la boca, se mantienen íntegros en la cocción, y tienen una piel de geisha casi imperceptible. Hay que ser bastante torpón para, con este material, no sacar un puchero de los que resucitan muertos.