Una fabada ortodoxa, si bien atemperada en su carácter, rústica pero no demasiado pesada, aunque podría y debería rebajar algo su grasa. Destaca sobremanera la calidad de las fabes, extraordinarias, por sabor, textura y presencia. Grandes, enteras, sin hollejo, cremosas, refinadas y suculentas; de mucha nobleza. El caldo tiene la densidad precisa y una potencia bastante lograda, si bien hay una leve acidez transmitida por algunos de los elementos del compango. De este sobresale la morcilla, jugosa y de buen paladar y son decorosos el chorizo y la panceta, que como siempre, podrían resultar menos secos.