Con el frío que se nos ha quedado instalado en el espinazo, ¿quién no vendería su alma por un sabroso potaje de alubias, bien caldosas? Sentimos debilidad confesa por las de Tolosa pues la memoria gustativa no atiende a razones, aunque hace bien poco nos prepararon un puchero en el concurso de pinta alavesa y estaban de muerte. Esta es una legumbre de mata baja con una gran tradición en la provincia, seleccionada por tamaño y color para ofrecer un producto homogéneo. Resulta una alubia fina, pequeña, con poca piel y bastante mantecosa, que casi se funde en la boca y produce un goce atómico. Se venden en el habitual envase de saco de tela y también en tarro de cristal -ya precocinadas-. Uno, que es cocinillas hasta la muerte, prefiere mimarlas en cazuela con todo el batallón de sacramentos, que componen una escolta majestuosa.

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