Resulta verdaderamente increíble que un dulce tan frágil, tan inconsistente y tan etéreo pueda comercializarse con una caducidad de meses y que su delicadísimo cuerpo permanezca inalterable durante todo ese tiempo. Al hincarle el diente cruje con suma sutileza sin oponer ninguna resistencia, con un corte limpio. Si la textura es delicadísima, también su sabor, exquisito, en el que se aprecian con nitidez la nobleza de la mantequilla y el azúcar, componentes a los que secunda el huevo.