Lo prometido es deuda, confesamos nuestra debilidad por las anchoas en salazón y juramos que por aquí desfilarían las más guapas, así que siguiendo la guasa, con las de Sanfilippo nos encontramos ante la mismísima Gisele Bundchen del mar. Son increíblemente buenas y lucen un color beige asalmonado perfectamente homogéneo, ¡de flipar! Pero lo mejor llega cuando las acercas al gaznate: poderosas y con un sabor profundo, la anchoa y la salazón se ajustan con una precisión fuera de serie. La producción es muy limitada, elaboradas artesanalmente con materia prima fresca capturada en primavera, limpiando cada filete con meticulosidad para no dejar rastro alguno de piel y espinas. El asunto se consigue con una salazón particular, maduración de 24 meses y un baño de aceite de oliva fino filipino. Las encontrarán en diferentes tamaños: lomos enteros de doce centímetros, y el bocatto o centros de filete, bien recortados.