Semana del 30 de julio al 5 de agosto de 2005

Dirección: Narváez, 68.
28009 Madrid
teléfono: 915731087
E-mail: casarafa@jazzfree.com
Cierra: Lunes noche
Precio: 80/130 euros

CALIFICACIÓN 7
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RAFA (MADRID)
Tras el tesoro perdido

Su secreto radica en el producto, excepcional, y en la hechura, cada día más precisa, buscando acentuar jugosidades, en consonancia con los hábitos coquinarios más vigentes

RAFAEL GARCÍA SANTOS

Pocas cosas cambian en este restaurante, salvo que paulatinamente se van introduciendo platos más elaborados, que denotan inquietud, que se pueden picar, si bien hay que tener claro que el marisco crudo o cocido y el pescado a la plancha o asado al horno son sus timbres de gloria. En consecuencia, el secreto radica en el producto, excepcional, y en la hechura, cada día más precisa, buscando acentuar jugosidades, en consonancia con los hábitos coquinarios más vigentes.

En función de lo ojeado en el escaparate, del volumen y frescor de cada bicho, habrá que decantarse por las ostras o las almejas, ambas inmensas y oceánicas. O por las gambas blancas de Huelva o rojas del Mediterráneo. Langostinos de Isla Cristina, centollos de O Grove, percebes coruñeses, cigalas… todo tiene nombre y apellido.

Y es que Miguel Ángel (en la foto) y Rafael Andrés dominan distintos proveedores y puertos, gallegos, asturianos, onubenses, alicantinos y, también, de diversas procedencias europeas de aguas más frías. Siempre con un único objetivo, que la variedad, la cantidad la y calidad estén aseguradas. Camarones importantes, nécoras fabulosas y unas centollas categóricas.

Bogavantes y langostas para emular a Gargantúa y Pantagruel. En fin, a esta casa se acude a brindar. Hay que ser plenamente conscientes del título del local: marisquería. También hay que tener siempre en mente el jamón ibérico; espléndido.

Se puede hacer un guiño a la sopa de pescados y mariscos, yodada y con mucho tropiezo que pescar. Igual que a otros guisos, el de rape con patatas y verduritas, o el arroz caldoso con almejas y rape, siempre sabrosos y copiosos, muy en consonancia con lo que se espera de un condumio eminentemente marinero.

Para concluir, alguna gran pieza sin ninguna sofisticación. Como el rodaballo salvaje, que suele ser de gran tamaño, y nos dejó absolutamente pringados de gelatinosidad en nuestra última cuchipanda. ¡Qué cantidad de grasa! ¡Qué pieles! Y nos asombró que saliera casi al punto rosa, una novedad con respecto a las cocciones típicas que se han estilado en otras ocasiones. Lenguados, lubinas, besugos, rapes… siempre ‘a peso’, con nada más que unas patatas panadera u otras menudencias. En pocas palabras, en busca del tesoro perdido. .


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