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Una tasca de diseño y futuro
Rafael García SantosEn el estático panorama gastronómico murciano, tan proclive al clasicismo, este bar de vinos y tapas viene a representar otra opción; muy diferente. Tiene un serio handicap, que hay que aceptar con buen humor, exige comer sentado en taburetes, sobre mesas altas, en medio de la taberna, informal y con gracia. Pero si se asume la incomodidad y falta de intimidad, uno puede encontrarse con la visión culinaria más moderna de la región; que quede bien claro. El propietario es Pedro Martínez, un sommelier que gano la Nariz de Oro 2001, que cuenta en la cocina con la inestimable colaboracción de un jóven con talento muy en consonancia con el proyecto, Javi García. Borda las llamadas berenjenas a la crema, visión exquisita y etérea de tan atávica receta, que le recomendamos efusivamente. Otra diana plena es la modernización del zarangollo, en que los ingredientes de tan típico revoltijo se muestran nítidos, en absoluto confusamente entremezclados, a diferencia de en la receta madre, en la que prima la mezcolanza gustosa, contando además con un estimulante enriquecimiento de calamar y huevas de mújol, justamente administradas. Las croquetas de gambas denotan una técnica magistral, tanto por la costra crujiente como por la cremosidad de la bechamel. Y la morcilla murciana destripada con sepia en dados y almíbar de tomate representa otro testimonio de refinamiento en el que se interpretan con audacia armonias intemporales. Otras posibilidades con las que darse el gustazo son el mini-pastel de carne, las albóndigas de bacalao con judías y el montadito de solomillo ibérico con confitura de cebolla. A su vez se ofrecen dos selectas tablas: de ibéricos y quesos. E interesante el menú degustación, por concepto, ejecución y, sobre todo, precio. un chollo. Ójala esta tasca de diseño acabe por ser el embrión del gran restaurante gastronómico de Murcia. |
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