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Lo típico
Rafael García SantosRestaurante regentado por los hermanos Curero Acillona, ocupándose Asier y Raúl de la sala y Sergio de la repostería, mientras que en los fogones cuentan con las directrices de Alejandro Muro. Carta variada en la que predominan las fórmulas tradicionales, sin duda en las que se obtiene mayor nivel, que se alternan con otras más rebuscadas, donde la voluntad prevalece sobre la consumación. Por tanto, lo más sensato y práctico es no complicarse la vida y refugiarse en las propuestas del terruño, que salen con dignidad, correctas, satisfaciendo sin provocar elocuentes signos admirativos. El cabrito asado es el último ejemplo de una comida en la que todo estuvo discreto; no brillaba por jugosidad ni por el glaseado de su jugo, pero estaba bien. Más estimulantes resultaron las patitas de lechazo, en las que se imponía una gelatinosa y nítida salsa de choriceros, muy típica y gustosa. Las chuletillas de cordero se escogen, para luego aplicarlas un punto de cocción que concuerda con los gustos generales, aunque se echan en falta, para brillar, los aromas del sarmiento. Las patatas con costilla y chorizo tienen dos encantos: la idiosincrasia y la plasmación estupenda de un condumio casero. Las pochas a la riojana, pródigamente acompañadas de salsa, copiosamente guarnecidas con chorizo y costilla en suma, atinadamente guisadas, se quedan en la media motivación, ya que no son frescas ¿para qué afirmar lo que no es?, mostrándose algo, muy poco pero algo, pellejudas y harinosas. En las lechecillas de cordero a los aromas de ajo y perejil prevalece la rusticidad del empanado; tienen encanto y facilidad, se comen solas. Y los espárragos frescos, estos sí, con tomate concassé con cebolleta y ajo y endivias a la mayonesa y salsa rosa son el primer testimonio de una constante: discreción. Ni nada desagrada, ni nada tiene especial encanto. |
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