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GUíA DE RESTAURANTES

ALBA
Un encanto de la nada (5,5)

Dirección: Autonomia, 45. 48012 Bilbao.
Teléfono:
944435948.
Cierra:
lunes y un mes en verano, del 9 de agosto al 9 de septiembre.
Precio:
25/35 euros.
Menú degustación: 6,65 euros.

Rafael García Santos

La actividad que se lleva a cabo en los fogones de este restaurante bilbaíno puede definirse como una cocina sin ningún mensaje, sin apenas profesionalidad, difícil de narrar, porque tiene un único mérito: producir satisfacción. El propósito es que el comensal salga contento sin necesidad de mostrarle un hilo argumental ni de hacerle asistir a un recital de creatividad.

Y no se sabe el motivo; quizás porque el cocinero, Benigno Alonso, socio de Ramón Aniceto ­quien atiende las seis mesas que ocupan el comedor, siempre llenas de un publico en absoluto gourmet, pero sí intuitivo­ sea capaz de captar y expresar dones en una cocina común.

En consecuencia, en Alba se practica la elementalidad rica, sin misterios descifrables, inexplicables. Entre los entrantes que pueden elegirse en la carta del restaurante, el jamón de recebo está bien, los espárragos de lata parecen escogidos, la ensaladilla rusa tiene mano, la misma que se adivina en la popular sopa de pescados, y el pisto vuelve a ser casero, si bien enormemente satisfactorio, delicado y con definición de las verduras.

Merluza y cordero

Como continuación, en el apartado marinero aparecen las almejas, de tamaño mediano y ahora muy frescas, que se presentan abiertas en la mesa. Su preparación se aferra a una cocción convencional, plenamente vigente, con el sabor tradicional de una brunoise de ajo dorado sobre un fondo de aceite y limón. El mismo que realza, con idéntico gusto, convencionalismo y exactitud, a la merluza, pasada por la plancha de una manera precisa, sin alardear de nada, pero con un sentido muy pragmático.

En el capítulo de las carnes resulta previsible la presencia de las chuletillas de cordero. Llegan a la mesa doradas y sonrosadas, hechas de igual manera. No pueden superarse en su carácter elemental y se acompañan en el plato con unas patatas y unos pimientos de Gernika, fritos sin arte pero difícilmente con mayor eficacia.

En resumen, es posible aseverar que no hay cocina, pero sí existe una especia de don que convierte la nada en un auténtico encanto palatal.



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