Semana del 30 de junio al 6 de julio
de 2007
JOSÉ MARÍA (SEGOVIA)
Viaje a la gula
RAFAEL GARCÍA SANTOS
|
Más
información
Dirección:
Cronista Lecea, 11. 40001. Segovia .
Teléfono: 921 466 017.
E-mail: .
Cierra: Abierto todo el año.
Precio: 40/55 euros.
Ración de cochinillo: 20 euros.
|
CALIFICACIÓN |
6,5 |
|
|
Segovia ha reclamado siempre para sí
la primacía en un plato tradicional castellano:
el cochinillo asado, el 'tostón', que ha tenido
en la ciudad del acueducto auténticos templos.
Hoy, el más importante y con neta diferencia
es José María, veterana casa fundada en
1982, situada a dos pasos de la Plaza Mayor y cuyo propietario,
José María Ruiz Benito, ha sabido hacer
del cochinillo un arte, una ciencia y hasta un reclamo
turístico universal. El cochinillo asado de esta
casa es una auténtica delicia: lleno de sabor,
rebosante de jugosidad, con un complemento de texturas
que van desde la ternura de los diminutos jamoncitos
al maravilloso lacado de la piel; unos cochinillos asados
en un punto... que son el resultado no sólo de
la experiencia, sino también de la investigación.
José María llegó a la conclusión
de que para ofrecer el mejor producto la única
manera era criarlo él mismo; de ese modo, cuenta
con 'corte' propia, en la que dispone de unas 250 madres
reproductoras, de las que proceden los cochinillos que
luego sirve en su siempre abarrotado restaurante. Proceden
del cruce de madres de la raza Landrace y padres de
la raza Pietrain. Consciente de la importancia de la
alimentación materna, el único alimento
que ingieren los cochinillos es la leche de sus madres,
les proporciona una nutrición basada en cereales:
cebada, maíz, salvado de trigo y harina de soja.
El objetivo es conseguir lechoncillos de entre 5 y 5,3
kilos de peso en vivo, que alcanzan entre los 15 y los
20 días de vida: perfectos de grasa y tamaño.
Sacrificado, desangrado, pelado y vaciado, amén
de lavado al chorro de agua fría, se le abre
el espinazo a punta de cuchillo desde la cabeza al rabo,
cuidando de no romper la piel. Se pone sobre unas tablillas,
de espaldas, en la cazuela; se echa un poco de agua,
se sazona y va al horno, alimentado con madera de fresno
y que estará a 200 grados.
Al cabo de una hora se le da la vuelta, se repone el
agua, se pincha la piel, se unta el lomo con un poco
de aceite de oliva... y nuevamente al horno, ahora un
par de horas. Al final se le protegen de un posible
exceso de calor partes muy sensibles, como orejas o
rabito, para que no se quemen. Cuando la piel está
dorada y crocante, a la mesa, donde se trinchará
con el tradicional método del plato. El resultado,
excelente. Este asado justifica el viaje, igual que
los judiones del Real Sitio con su acompañamiento.
Las alubias, gigantes, carecen en la práctica
de hollejo y harinosidad. Se volatizan en boca como
una crema evanescente; lo que testifica la calidad del
producto y la meticulosidad de la hechura.
|