Una apuesta de futuro

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POR JOAQUÍN ALMUNIA. Comisario de Asuntos Económicos y Monetarios.JOAQUÍN ALMUNIA. Comisario de Asuntos Económicos y Monetarios.

Mediante la firma del Tratado de Roma, seis estados se embarcaban en el mayor proyecto de integración y cooperación pacífica entre países que jamás haya existido. El objetivo era superar los conflictos que habían enfrentado a sus países, derribar las barreras que dividían Europa, mejorar las condiciones de vida de sus ciudadanos, y promover la paz y la prosperidad mediante el acercamiento de los pueblos de Europa.

Atendiendo a los objetivos iniciales de paz y prosperidad, la construcción europea ha sido un éxito rotundo. Cincuenta años después, el fantasma de las guerras que durante siglos azotaron Europa parece algo tan lejano como inconcebible. Nuestra economía se ha convertido en el mayor bloque económico y comercial del mundo y las sucesivas ampliaciones de la UE han permitido propagar la libertad y la democracia.

La Unión Europea ha pasado de tener 6 miembros a 27, de contar con apenas 170 millones de habitantes a tener más de 500. Muchas de las barreras internas han sido removidas gracias a la construcción de un mercado único. El lanzamiento del euro nos ha dotado de una gran estabilidad interna y externa frente a desequilibrios y crisis exteriores. Se ha llevado a cabo una política de cohesión territorial sin precedentes, que ha reforzado la vertebración interna de la Unión.

Por poner un ejemplo, España ha recibido de la UE la mayor transferencia financiera que ningún país haya recibido nunca de parte de terceros países. Para nosotros, los españoles, los veinte años de pertenencia a la UE han significado el periodo de mayor estabilidad política, prosperidad y dinamismo social y cultural de nuestra historia contemporánea. Todos estos avances han permitido levantar y consolidar en Europa el modelo social más avanzado del planeta, así como un modelo de desarrollo económico con un creciente grado de respeto del medio ambiente.

No obstante, la construcción europea no es un proceso estático, y por ello debemos adaptarnos a la naturaleza cambiante de los retos que se nos plantean. El mundo de principios del siglo XXI es radicalmente diferente del de hace cincuenta años. Aun permaneciendo fieles a los mismos valores iniciales de paz, democracia, lucha contra las desigualdades y defensa de los derechos humanos, las expectativas y exigencias de los ciudadanos con respecto a la UE son igualmente diferentes. Los desafíos actuales, tales como la globalización de la economía, el cambio climático, la seguridad o los flujos migratorios son desafíos globales que sobrepasan la capacidad de actuación de los Estados por sí solos.

Hay por lo tanto que articular respuestas innovadoras a estos desafíos. Y todos ellos tienen un punto en común, que es el mismo ahora que en 1957: las respuestas pasan por actuar unidos a nivel europeo. Esta es una realidad con la que habrá que contar a la hora de encontrar una salida al actual bloqueo institucional de la UE. Europa, una Europa fuerte y unida, sigue siendo más que nunca el mejor futuro para los ciudadanos y para las próximas generaciones.