Primeros pasos de la adhesión

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POR MARCELINO OREJA. Presidente del Instituto de Estudios Europeos de la Universidad San Pablo-CEU.MARCELINO OREJA. Presidente del Instituto de Estudios Europeos de la Universidad San Pablo-CEU.

Para el Gobierno presidido por Adolfo Suárez y formado después de las elecciones generales de 1977, una de las prioridades fue la adhesión de España a las Comunidades Europeas, y así se hizo constar en la declaración del nuevo Gobierno. El 28 de julio entregué en Bruselas al ministro de Asuntos Exteriores belga, Henri Simonet, presidente en ejercicio del Consejo de Ministros de las Comunidades Europeas, las cartas del presidente del Gobierno solicitando la adhesión a las tres Comunidades Europeas.

Muchos se extrañaron de la urgencia con que el primer Gobierno español nacido de unas elecciones tras el franquismo presentó la solicitud de adhesión en un plazo de sólo 23 días. Fue una meditada medida de precaución que expliqué en un Consejo de Ministros clave para nuestra adhesión, y en el que las opiniones sobre la urgencia de presentar la solicitud no fueron unánimes. La campaña de aquellos sectores económicos europeos interesados en que España no entrase en Europa arreciaba y algunos sectores políticos se empezaron a contagiar de esta corriente de opinión.

Eran candidatos en aquellos días para ingresar en Europa Grecia y Portugal, que habían solicitado su entrada antes que nosotros y que, por su dimensión y desarrollo, no ofrecían dificultades graves de carácter económico, ni su ingreso en Europa levantaba protestas de los sectores que se movilizaban contra la entrada de España. Para nosotros, era importante negociar en compañía de ambos candidatos: debíamos evitar hacerlo aislados -una vez más, aislados- después de que que Grecia y Portugal hubiesen entrado. La prisa del Gobierno en pedir la integración permitió a España llevar a cabo las negociaciones y efectuar la entrada en las Comunidades en compañía de Portugal al menos, no ya de Grecia, que se nos anticipó al final unos años en su adhesión a Europa. Desde un punto de vista de la estrategia, habernos presentado más tarde y en solitario hubiera representado unos riesgos que habríamos pagado, sin duda, muy caros.

El momento en que presentamos la solicitud de adhesión de España a la CEE, el 28 de julio de 1977, el inmediato viaje en el que acompañé al presidente Suárez a las nueve capitales para explicar las razones políticas y económicas de dicha solicitud, y la respuesta afirmativa, inmediata, por unanimidad y sin condiciones previas a nuestra petición, fueron algunas de las grandes satisfacciones que me proporcionó mi etapa de ministro de Asuntos Exteriores. Luego vinieron las pruebas difíciles, entre las cuales estaban la elaboración del injustificado documento 'Reflexiones de conjunto sobre los problemas de la ampliación', después, el dictamen de la Comisión y, en fin, una cadena de retrasos -imputables sólo a la Comunidad- que demoraron la apertura de las negociaciones de adhesión hasta el 5 de febrero de 1979.

En la negociación de adhesión a Europa, la soledad del candidato suele ser completa. Pero, en nuestro caso, las palabras de apoyo que recibimos antes de presentar la solicitud no llegaron a confirmarse cuando los gobiernos de los países miembros que habían prometido recibirnos con los brazos abiertos sintieron las presiones de sus propios sectores internos, las amenazas políticas y económicas de los mismos, y las tensiones electorales. La negociación fue muy larga, pero debo subrayar la buena colaboración que existió entre el partido del Gobierno y el Partido Socialista, que ganó las elecciones en 1982 y, después de muchos avatares, logró concluir el proceso en 1985 con la firma del Tratado de Adhesión.