La UE y la España del bienestar

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POR PEDRO SOLBES. Vicepresidente primero para Asuntos Económicos.PEDRO SOLBES. Vicepresidente primero para Asuntos Económicos.

El Tratado de Roma afianzó la paz y la prosperidad en Europa. Desde entonces, el proyecto europeo se ha ampliado extraordinariamente en estados partícipes y ha profundizado en la ambición de sus objetivos. España sólo pudo incorporarse hace ahora poco más de 20 años, pero nuestra adhesión transformó decisivamente nuestro país y nuestra economía, modernizándola y consolidando nuestro crecimiento.

España se adhirió en un momento de dinamización de la economía europea a través del Acta Única Europea, que perseguía crear un verdadero Mercado Interior y su pleno aprovechamiento mediante políticas comunes de impulso del crecimiento. Se relanzaron los intercambios comerciales, el ejercicio de la libre prestación de servicios y de establecimiento, y una mayor liberalización de la movilidad de los factores. En el caso de España, la adhesión dio lugar a una extraordinaria apertura comercial e incremento de la inversión exterior. Asimismo, nuestro país hizo un uso productivo de los fondos estructurales y de cohesión europeos, reforzados para paliar el potencial efecto divergente de un mercado interior más dinámico. España modernizó su tejido productivo, se dotó de más capital e impulsó su crecimiento y convergencia real con los países más prósperos de Europa.

El lanzamiento del euro ha venido a refrendar la mayor integración de los mercados, aumentando la transparencia y eliminando el riesgo cambiario. Además ha consolidado un área de estabilidad macroeconómica de baja inflación y rigor de las finanzas públicas, que ha supuesto un descenso permanente de los tipos de interés. España ha sabido aprovechar el nuevo marco, sobre la base de una escrupulosa disciplina presupuestaria y de una intensa creación de empleo, consolidando la extraordinaria fase actual de expansión.

De cara al futuro, Europa debe responder al reto de aprovechar la globalización con un enfoque social y medioambientalmente responsable. La respuesta pasa por una mayor integración de los mercados mundiales y una adecuada cooperación económica. En política fiscal, es imprescindible perseverar en la disciplina presupuestaria y enfatizar la calidad de las finanzas públicas, orientadas a impulsar el crecimiento. Debe mantenerse también el compromiso con las reformas que promuevan el empleo y la productividad, para elevar nuestro bienestar. Estoy seguro que, como en los últimos 50 años, Europa sabrá estar a la altura de los nuevos desafíos.