Firma solemne. Los representantes de los seis países fundadores, en el acto histórico de la firma de Tratado de Roma, en el palacio Campidoglio.

Un proyecto de paz

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POR FRANCISCO ALDECOA. Catedrático de Relaciones Internacionales. Decano de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología. Universidad Complutense de Madrid

Doce años después del fin de la II Guerra Mundial, seis países europeos firmaron un Tratado para evitar que se repitiera la tragedia


1 La integración como respuesta a las guerras entre europeos.

El 25 de marzo de 2007 se cumplen cincuenta años de la firma, en Roma, de los Tratados que creaban la Comunidad Económica Europea y la Comunidad Europea de la Energía Atómica, ambas junto a la Comunidad Europea del Carbón y del Acero, antecesoras de nuestra actual Unión Europea. La integración llevada a cabo por las Comunidades Europeas puso en marcha todo un 'invento' político, la soberanía compartida como vía de resolución de los conflictos seculares entre estados europeos. Soberanía compartida que, según el método de Jean Monnet, progresivamente se va poniendo en manos de unas instituciones comunes y que conducen a la integración real de las economías y sociedades de los estados implicados.

La gran aportación de la integración europea es haber sabido hacer de un problema -los enfrentamientos entre estados europeos- un proyecto político conjunto. O dicho de otra manera, conseguir, a través de la vinculación del bienestar de unos estados y otros, crear una finalidad política común, aplicando la teoría de la seguridad estructural que expusiera el filósofo Emmanuel Kant.

La unión europea en el sentido de construcción europea es, desde sus inicios, un proyecto de paz. Se concibe como el único medio para evitar los enfrentamientos crónicos entre los estados-nación europeos en lucha por la hegemonía continental. La idea de crear una federación europea es tan antigua como la del Estado -unos quinientos años- toda vez que, después de cada una de las guerras entre estados europeos causadas por la ideología nacionalista de estos, emergían propuestas que trataban de unir a esos países de forma que no fueran posibles más guerras. La experiencia de la más destructiva de las guerras civiles del continente europeo, la Segunda Guerra Mundial, sería el detonante que puso en marcha la integración europea.

2 Un método económico para el logro de un objetivo político: la paz.

La actual Unión Europea, que surge de la Declaración del Ministro de Exteriores francés Schuman en 1950, y que es extendida a nuevos ámbitos de integración por los Tratados de Roma, es un proyecto de paz. La paz entre europeos como fin último de la integración económica europea queda claramente expuesta en toda la Declaración. El objetivo de la integración no es económico, como se dice a veces, sino político. El Tratado de la Comunidad Económica Europea, firmado en Roma en 1957, ratificaría el objetivo de la paz al establecer en su Preámbulo: «RESUELTOS a consolidar, mediante la constitución de este conjunto de recursos, la defensa de la paz y la libertad, e invitando a los demás pueblos de Europa que participan de dicho ideal a asociarse a su esfuerzo...»

La integración económica que buscan las iniciales Comunidades Europeas constituye simplemente el método para alcanzar un objetivo político. A través de la integración económica se pretende el surgimiento de solidaridades de hecho que, ligando estrechamente el bienestar de unos estados al de los demás, hagan imposible una nueva guerra entre ellos. Se trata de conseguir la paz a través de la limitación del Estado soberano y su sumisión voluntaria al imperio de una ley superior; de ahí va surgiendo todo el cuerpo de normativa comunitaria que irá creando la unión política de los estados europeos.

Por otra parte, la Comunidad se caracteriza por ser un modelo abierto a nuevos estados europeos, a los que se incluye en el proyecto de paz. Hacia dentro, por tanto, la Unión Europea es un proyecto de paz. Y la paz sostenida es el requisito fundamental para el logro del desarrollo económico, del bienestar y de la prosperidad. Las sucesivas ampliaciones se han visto guiadas por este objetivo político de extender la pacificación del continente. Esto se ve, más claramente que en ninguna, en las dos últimas adhesiones de estados del centro y este de Europa, pretendiéndose intercambiar la adhesión por la estabilización progresiva de las jóvenes democracias.

3 La dimensión internacional del proyecto de paz: la política exterior europea.

Desde que comienza a ponerse en marcha un germen de Política Exterior europea, la paz va a constituir también el elemento clave y definitorio de su dimensión externa. Cuando en 1973 se ponen las bases para una cooperación de los estados miembros de la Comunidad Europea en el plano internacional, a través de la Cooperación Política Europea, los Nueve definen la identidad europea en la Declaración de Copenhague. De su lectura se deduce qué elementos componen esa identidad, es decir, cuáles son las bases de la cooperación y la integración europea, que no son otras que valores compartidos, intereses comunes y una misma visión del mundo.

Entre los valores compartidos, el principal es el mantenimiento de la paz entre los estados miembros y la creación de una amplia zona de estabilidad. Luego el compromiso con la paz es una seña de identidad de la actuación de los estados miembros en el exterior. Esto se pondría de manifiesto a partir de las primeras actuaciones de la Comunidad Europea en la escena internacional, como el Proceso de San José para la pacificación de Centroamérica, lanzado en 1982, incluso cuando todavía España no era miembro de las Comunidades Europeas.

La actual Unión Europea, creada por el Tratado de Maastricht de 1992, ratifica su compromiso con la promoción de la paz en el mundo. El Preámbulo de este Tratado anuncia la creación de una política exterior y de seguridad común «con el fin de fomentar la paz, la seguridad y el progreso en Europa y en el mundo». Ese compromiso se desarrollaría en el Tratado a través de la formulación de sus objetivos y de la instauración de una Política Exterior Común de potencia civil, decidida a transmitir su proyecto de paz en el mundo, tal y como queda plasmado en la articulación de sus objetivos, donde se menciona expresamente el compromiso de la Unión respecto a la promoción de la paz y la protección de los derechos humanos. La Unión Europea lleva a cabo, efectivamente, una acción exterior comprometida con la paz, hasta el punto de que ha comenzado a construir su política de defensa común por las tareas de gestión de crisis y de mantenimiento de la paz.

Desde el punto de vista práctico, hay que constatar que la política exterior europea se ha guiado efectivamente por este objetivo. En este sentido, la Comunidad Europea fue la primera en incluir en sus acuerdos internacionales de cooperación al desarrollo una cláusula democrática, y destina gran parte de su ayuda a las tareas de construcción institucional, la creación de sociedad civil en terceros estados y la educación como medios para el establecimiento y el mantenimiento de sociedades democráticas. En este sentido, hay que constatar cómo la estrategia de adhesión a los países del centro y este de Europa, que acaba de culminar en 2007 con la adhesión de Bulgaria y Rumanía, ha sido una política exterior verdaderamente exitosa, que ha garantizado una transición pacífica en estos países.

4 El proyecto de paz actualizado: la política de responsabilidad.

Desde los acontecimientos del 11 de septiembre, la Unión Europea ha ratificado su compromiso con la paz y con la gestión de la globalización, lo que se está plasmando en toda una nueva programación general de la actuación exterior de la Unión que nosotros calificamos de 'política de responsabilidad'. Esta política -que es una verdadera agenda de paz- se plantea unas metas verdaderamente difíciles, que no siempre son posibles de cumplir en un mundo en el cual el peso de la Unión aún es pequeño. Así, el aún no nacido Tratado Constitucional ratifica por doquier la esencia europea como proyecto de convivencia pacífica entre los estados europeos y su vocación por extender la paz y el bienestar a otras áreas del planeta.

El Tratado Constitucional, en este sentido, subraya entre los objetivos de la UE que la finalidad de ésta es «promover la paz, sus valores y el bienestar de sus pueblos». En relación a los objetivos de la acción exterior europea se reitera que «en sus relaciones con el resto del mundo, la Unión afirmará y promoverá sus valores e intereses. Contribuirá a la paz, la seguridad, el desarrollo sostenible del planeta, la solidaridad y el respeto mutuo entre los pueblos, el comercio libre y justo, la erradicación de la pobreza y la protección de los derechos humanos, especialmente los derechos del niño, así como al estricto respeto y al desarrollo del Derecho internacional, en particular el respeto de los principios de la Carta de las Naciones Unidas».

La vigencia del Tratado Constitucional se encuentra amenazada desde los referendos de Francia y los Países Bajos en 2005. No obstante, en los últimos meses asistimos a un fuerte impulso político de la Presidencia alemana por negociar su puesta en marcha. Se habla de un «rescate selectivo» del Tratado Constitucional, ya que la Presidencia pretende simplificar el actual texto preservando sus elementos fundamentales e indiscutidos. Dentro de los más consensuados están los relativos a la nueva orientación de la política exterior y los nuevos instrumentos e instituciones.

Los objetivos de la UE en la escena internacional constituyen una verdadera agenda de paz, en la medida en que no contemplan la paz como mera situación de ausencia de guerra, sino que incluye todas las situaciones de violencia contra el ser humano, ya sea por la privación de sus derechos fundamentales o causada por el subdesarrollo. Esta agenda se plasma en una política de responsabilidad, en la medida en que la definición de la política exterior europea ha pasado de basarse en el interés común europeo a buscar la gestión de la globalización.

La UE surge como un proyecto de paz, que tras 50 años de andadura se ha revelado como un mecanismo político eficaz tanto para sus miembros como para otros, siendo, en casos como la ampliación, una verdadera «exportadora neta de estabilidad». Ahora la primera exigencia de la responsabilidad europea ante la globalización, antes incluso que la necesidad de reforzar sus instrumentos de Política Exterior, es la profundización en la integración, esto es, la construcción de una organización política fuerte y capaz, que pueda erigirse en una verdadera alternativa en la sociedad internacional de la globalización.

En este sentido Habermas sostiene que, «en la medida en que buscan una nueva regulación concreta de la economía global, que contrarreste las consecuencias económicas, sociales y culturales no deseadas, las naciones europeas tienen una razón para construir una nación más fuerte, con mayor influencia internacional». Con ello asistimos a la redefinición del proyecto de integración europea en el nuevo milenio, a través de la exportación al plano global de su capacidad de estabilización y de su exitoso modelo de resolución de conflictos como alternativa de gobernabilidad mundial, en que buscando el bienestar compartido se encuentra la paz.