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Mozart en África |
Miguel González San Martín |
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Meryl Streep y Robert Redford, protagonistas
de 'memorias de África'. |
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La película Memorias de África tiene una
excelente banda sonora compuesta por John Barry. No podemos dejar
de asociar en nuestra memoria los paisajes de Kenia, vistos desde
el aire «con los ojos de Dios», y la música
de Barry a toda orquesta. Y, sin embargo, a ratos, la película
renuncia a esa música de encargo y entonces suena Mozart
en plena sabana o en el salón danés de una casona
colonial. En Kenia, pero con vajilla de Limoges, cristalería
y muebles escogidos. Naturaleza y civilización, Mozart sobre
el silencio incontaminado, viajeros pero turistas, que se van pero
vuelven y no saben si quisieron quedarse o no. Recuerdos escritos
tiempo después, ya lejos de África, en un país
frío y gris, Dinamarca, el propio por nacimiento y también
después, a fin de cuentas, por elección. Recuerdos
de Karen Blixen escritos ya con su nombre artístico, Isak
Dinesen, en el libro Lejos de África, y recreados
de otra manera en el filme.
Sydney Pollack centra la película en el relato explícito
de una relación amorosa que aparece delicadamente elíptica
en el libro de Dinesen. Es la nueva versión, más edulcorada
y comercial es probable que verdadera, lo que no quiere decir
literaria, tomada de otros libros publicados sobre la escritora,
pero ya no escritos por ella. Ese Denys Finch-Hatton de Pollack
tal vez resulte un poco puesto, con demasiado mundo
interior, cuando en Lejos de África era
un personaje proverbialmente discreto. Lo de menos es que las cosas
fueran o no como se nos presentan. Lo importante no es la vida sino
el arte. A Finch-Hatton le gustan los relatos orales, pero regala
a Karen una pluma para que los escriba, y le gusta perderse en la
naturaleza, pero va a todas partes, incluso a los safaris más
recónditos, con su pick-up donde suena Mozart. Mozart suena
también cuando empieza la película y Karen sueña
que amanece en la granja que tenía en África, al pie
de las colinas del Ngong, y la silueta de Denys se recorta en contraluz
con el sol naciente. Entonces despierta en Dinamarca y se pone a
escribir mientras nieva tras la ventana. Otra vez Mozart como vértice
de los dos lados: el sueño y la vigilia, la añoranza
y la realidad, la tierra virgen y la civilización, el sol
y el frío, la vida y la literatura.
La música elegida es el adagio del concierto para clarinete,
una obra de plena madurez, terminada sólo dos meses antes
de la muerte del compositor. Mozart estaba entonces obsesionado
por sus premoniciones fúnebres, sin paz espiritual por el
temor que le causa el misterioso personaje que le ha encargado el
Réquiem. Contrastan esos pensamientos macabros con la frenética
hiperactividad de un hombre de 35 años que no tiene dinero
para los gastos corrientes y, sólo dos meses antes de su
muerte, escribe este concierto que es un prodigio de equilibrio
entre el clasicismo y el romanticismo, la geometría y la
tempestad, la razón y los sentimientos. Escrito entre La
flauta mágica, complejo juego de simetrías y
símbolos masónicos, ejercicio de racionalismo clásico,
y el Réquiem ya romántico que dejará sin terminar,
encargado con misterio por un lerdo que sólo pretendía
fingir que lo había compuesto él, para hacer un regalo
póstumo a su mujer muerta, pero que, ya de paso, le diera
prestigio entre sus vecinos. (Hay historiadores del arte para quienes
la vida explica la obra, y se las arreglan entonces para intentar
justificar las misteriosas relaciones que se dan entre la alta poesía
y la prosa más ramplona). En todo caso es un Mozart tan profesional
que sabe abstraerse de sus preocupaciones mientras trabaja y que
escribe uno de los más hermosos adagios de la historia de
la música. Sólo faltan dos meses para que muera y
han pasado dos años desde el estallido revolucionario francés.
Estamos en la frontera entre lo moderno y lo contemporáneo.
En Memorias de África, el concierto para clarinete
es la más depurada síntesis de la civilización,
en contraste con la candidez original africana. Un Mozart tan moderno
en ese continente como el gramófono o la avioneta.
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