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El orgullo precede a la caída:
la Guerra de la Independencia

Por Juan José Sánchez Arreseigor (historiador).

Entre 1792 y 1795 la Francia revolucionaria tuvo que enfrentarse a numerosas rebeliones internas y a una coalición general paneuropea. Durante esta guerra, llamada en España 'de la convención', los ejércitos revolucionarios lograron ocupar partes del País Vasco, Navarra y Cataluña. Esperaban ser recibidos como libertadores y se llevaron una gran sorpresa al tener que enfrentarse con una insurgencia generalizada, sobre todo en Guipúzcoa. En julio de 1795 el gobierno español logró negociar una paz de compromiso en Basilea y los franceses se retiraron. Un militar profesional, el general Bonaparte, elaboró un informe en el que concluía que “Una guerra de ocupación en España es inviable porque eso provocaría un levantamiento popular”.

Para los españoles, todo el reinado de Carlos IV había sido un periodo de crisis y decadencia militar, política y económica. Esta crisis pone en marcha la politización de las masas, que se ven impelidas a abandonar su tradicional pasividad. Otros factores que refuerzan esta tendencia son el propio reformismo ilustrado de los borbones, la filosofía de ‘Las Luces’ y la influencia y el ejemplo de la Revolución Francesa. Cuando Napoleón introduce sus tropas en España, está muy lejos de sospechar que está metiendo un palo en un avispero. Oficialmente Francia y España son naciones amigas y aliadas, unidas para invadir Portugal, fiel aliado de los británicos. Extraoficialmente, Napoleón sabe que Godoy ha estado a punto de traicionarle en 1805 y que solo la rápida derrota de los prusianos en Jena ha impedido un ataque español contra Francia. Por lo tanto Napoleón viene decidido a vengarse. Mientras tanto, el pueblo español, movilizado y politizado pero todavía bastante inculto, lo interpreta todo de una manera simple: Carlos IV, la reina Maria Luisa y el primer ministro Godoy son los chivos expiatorios que cargan con todas las culpas. Por lo tanto, creen las gentes, cuando los tres desaparezcan y suba al trono ‘el Deseado’ príncipe heredero, Fernando, todo se arreglará.

Fue precisamente entonces cuando Napoleón, al ver lo fácil que había sido someter Portugal, se confía en exceso, dando por sentado que España tampoco se resistirá. “Si me costase 80.000 hombres no lo intentaría, pero no serán más de 12.000”, escribió. Napoleón cometió el error de ignorar las advertencias de uno de sus hombres de máxima confianza, el conde Philippe de Tournon, “Este pueblo sólo pone buena cara provisionalmente a nuestras tropas en la esperanza de que ellas vayan a asegurar el advenimiento de Fernando VII. Fallida esta esperanza, veremos sublevarse una nación llena de áspero fanatismo y más religiosa que ninguna otra” . Y añadía: “Los españoles son de carácter noble y generoso, pero que tiende a la ferocidad; no podrían soportar que se les trate como a una nación conquistada (...) Serán capaces de las resoluciones más violentas y de entregarse a los máximos excesos”.

En 1808 España era un satélite, casi un mero vasallo del imperio francés. Todas las facciones se disputaban los favores del emperador. Napoleón no tenía necesidad alguna de destruir todo el orden social vigente para poner en el trono a su hermano José, que por otra parte se encontraba muy feliz en Nápoles. La invasión napoleónica de España y sus consecuencias, la Guerra de la Independencia Española y la gangrena del Imperio, no tuvieron lugar por la acción de vastas fuerzas impersonales de naturaleza económica o geopolítica, ni por la inercia acumulada de acontecimientos pasados, ni por complots maquiavélicos de los sospechosos habituales (los ingleses, los aristócratas, los curas) ni fue la consecuencia necesaria de la situación global europea. La guerra estalló porque Napoleón tomó decisiones que resultaron ser catastróficamente erróneas. Fue un error nacido de la soberbia, de la ilusión de invulnerabilidad que proporciona el poder. De esta forma el orgullo de Napoleón precedió a su caída y de hecho la provocó.


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1. Fraser, Ronald: La Maldita guerra de España. Critica. Madrid, 2006. Pág. 27
2. Gates, David: La úlcera española . Cátedra. Madrid 1987. Pág. 18
3. Palacio Atard, Vicente: El pueblo en armas . Publicado en: Actas del Congreso Internacional El Dos de Mayo y sus precedentes. Madrid, 1992. Pág. 422.

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