Del 21 de junio de 1813, fecha en la que tuvo lugar la batalla de Vitoria, se sabe casi todo. Para empezar ni fue en la capital alavesa, ni fue un solo combate, sino tres distribuidos a lo largo del día por toda la Llanada y los montes que rodean la ciudad. Amaneció un día de niebla por la mañana e hizo sol por la tarde. Una circunstancia que favoreció el movimiento de las seis divisiones aliadas del Duque de Wellington que, bien asesorado por el general vitoriano Ricardo Álava, logró derrotar al grueso del Ejército imperial del mariscal Jourdan y el rey usurpador José I, hermano de Napoleón. Se conoce perfectamente la secuencia del enfrentamiento, casi minuto a minuto, y detalles curiosos, como que se llegaron a enfrentar en algunos momentos franceses contra franceses en Gobeo, alemanes contra alemanes en Margarita y Lermanda, y españoles contra españoles en Durana, enrolados en diferentes ejércitos, como una guerra civil europea.
«Fue una batalla decisiva en la Guerra de la Independencia», explica el profesor de Historia Contemporánea de la UPV José María Ortiz de Orruño, «porque combatieron los dos ejércitos casi al completo. Y si no hubo más muertos, fue porque los ingleses se entretuvieron en el pillaje del convoy imperial, que se llevaba lo que no está escrito en dinero y obras de arte. Si los hubieran perseguido, habría sido la tumba de las tropas de Napoleón», añade el historiador. Al menos, gracias al general Álava, Vitoria se salvó.
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