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DÍA 28

Fernando J.Pérez
Enviado especial

La vanidad de las alturas

- Iñurrategi y Beloki vuelven a la montaña a instalar en campo III

Las previsiones meteorológicas no son buenas. / F. J. PÉREZ

Si Alberto Iñurrategi asciende en los próximos días el Annapurna se convertirá en el décimo hombre del planeta que holla los Catorce Ochomiles. Pero habrá conseguido mucho más que eso. Cuando levante su piolet en la venteada cima de la Diosa Madre de la Abundancia , habrá devuelto la dignidad a una carrera que en los últimos tiempos ha tenido más de polémica y reproches entre alpinistas que de gestas alpinas.

Juanito Oiarzabal fue, en 1999 también en el Annapurna, el sexto y último alpinista en subir las cumbres más altas de la tierra sin dejar lugar a las dudas. Él mismo suele afirmar que si bien sus ascensiones no han sido especialmente meritorias -la mayoría han discurrido por las rutas normales- su principal aportación al ochomilismo es que es el primer conquistador de los Catorce que tiene una fotografía en todas las cumbres. Desde entonces, las cosas no están tan claras, y amenazan con no estarlo tampoco tras Alberto Iñurrategi.

Después del alpinista vitoriano -él mismo tuvo que repetir la ascensión al Dhaulagiri en 1998 porque se equivocó de ruta y subió a una antecima- tres hombres se han sumado en los dos años siguientes a la singular lista abierta por Reinhold Messner en 1986. El italiano Sergio Martini y los coreanos Park Young Seok y Um Hong Gil. Y ninguno se ha visto libre de polémica.

Duda sobre Martini

Martini holló el 19 de mayo de 2000 el Lhotse, dando así por concluida una carrera iniciada 17 años antes. Ha sido la suya una trayectoria que tuvo precisamente en la cuarta montaña más alta del mundo el principal obstáculo. Martini y su inseparable compañero de cordada Fausto De Stefani afrontaron el Lhotse en 1997 como penúltima cima que les quedaba dentro de su proyecto de completar los Catorce Ochomiles.Y, según ellos, lo ascendieron, pero no hasta la cumbre. De vuelta a Katmandú, la obligada entrevista con Elizabeth Hawley descubrió la falsa cumbre.

Primero habló con el coreano Park Young-Seok, que subió tres días más tarde de que los italianos atacaran la cima y afirmó haber dejado de ver sus huellas en la nieve 30 metros antes de la antecima y a 150 de la cumbre principal. Por si quedaba alguna duda, las explicaciones de los alpinistas a Miss Hawley cerraron el círculo: «Sentimos que estuvimos muy, muy cerca de la cumbre. Estamos seguros de que con mal tiempo y sin cuerdas fijas no podíamos llegar más alto. En estas condiciones para nosotros es la cumbre. Sabíamos que no estábamos en el último punto, pero para nosotros esto es la cumbre».

Sin reconocimiento

En los siguientes, años los dos italianos concluyeron sus Catorce Ochomiles: De Stefani en el Kangchenjunga en 1998 y Martini en el Everest (1999). Pero, salvo en Italia, nunca recibieron el reconocimiento de su hazaña. Y mientras De Stefani dio por cerrado su carrera ochomilista, Martini no debía de tener la conciencia muy tranquila, así que en 2000 ascendió el Lhotse, esta vez sí hasta la cumbre, para convertirse en el séptimo hombre de la lista.

Más sangrante aún es la pugna entre los dos coreanos que siguen al italiano en la lista: Park Young Seok y Um Hong Gil. Ambos han mantenido durante los últimos años una lucha sin cuartel por ver quién se convierte en el primer asiático en hollar las cumbres más altas del planeta.

Um Hong Gil proclamó su conquista de los Catorce en el verano del 2000 tras ascender en poco más de dos meses el Kangchenjunga y el K-2, los dos últimos que, según él, le quedaban. Fue recibido como un héroe en Corea pero pronto comenzaron a alzarse voces -la de Park Young Seok entre las más fuertes- que cuestionaban dos de sus ascensiones. En el Shisha Pangma, la fotografía de cumbre no estaba tomada desde el punto más alto. En el Lhotse, donde acompañó a Juanito Oiarzabal en 1995, el día de cumbre iba con otros dos escaladores, a quienes dijo que siguieran adelante mientras el se daba la vuelta. Mas tarde afirmó haber llegado a la cumbre en solitario, pero sin testigos. Elizabeth Hawley tampoco se la validó.

Críticas a Um

Como las críticas no cesaban, Um tomó la decisión de volver en el 2001 a los dos ochomiles de la discordia. En mayo ascendió al Lhotse y el octubre, al Shisha Pangma. Como él mismo dijo, «está bien, si la gente no me cree, escalaré los picos otra vez y de una vez por todas. Seguiré siendo el primer asiático que asciende los catorce». Pero, entre el Lhotse y el Shisha, a Um se le adelantaron.
Uno de los mayores críticos de Um, Young Seok Park, ascendía en julio del 2001 el K2, el último pico que, según él, le quedaba para completar los Catorce y por dos meses arrebataba a su compatriota el honor de ser el primer ochomilista asiático.

Pero Park tampoco está libre de culpa. Sus montañas de la polémica son Lhotse (otra vez) y Annapurna. Respecto al primero, Park sólo presentó fotografías tomadas en el Campo IV, pero no en la cumbre. Curiosamente, sus compañeros de expedición sí tenían imágenes desde la cima. En vista de ello, Park volvió al Lhotse en el 2000, con gran cobertura mediática y un amplio reportaje fotográfico en la cumbre.

En cuanto al Annapurna. Park dio un tiempo de ascensión extraordinariamente rápido, «increíble» para muchos que conocen la dificultad de esa montaña. Sus compañeros de ascensión guardaron un extraño silencio a su vuelta, y se negaron a hablar del tema con los medios de comunicación. Cuando se le pidió que mostrase las fotografías de cumbre, Park alegó que había perdido la cámara fotográfica durante el descenso.

El primer coreano

¿Es Park el octavo conquistador de los Catorce Ochomiles -y primer asiático- o el honor pertenece a Um? Sólo Park lo sabe y, a buen seguro, no está dispuesto cambiar de opinión. Lo que sí se sabe es que el décimo hombre de la lista, al menos oficialmente, será Alberto Iñurrategi. ¿Y por detrás del Aretxabaltarra? También en este caso la polémica está servida.

De los más inmediatos perseguidores , el italiano Abele Blanc, también con trece ochomiles en su haber, es el único con todas las cumbres claras, aunque extrañamente no ha querido sumarse a la expedición Oinak Izarretan cuando el Annapurna es también el ochomil que le falta. Ed Viesturs, por el contrario, tampoco está libre de culpa. Proclama, con todo el apoyo mediático norteamericano detrás, que sólo le faltan Annapurna y Nanga Parbat, y da por ascendido el Broad Peak, al que sólo subió, según él mismo reconoce, hasta la antecima.

Caso aparte merece Hans Kammerlander. El suizo, uno de los ochomilistas más reputados y compañero de Messner en sus última grandes ascensiones, anunció el año pasado, tras subir el K-2 con Lafaille por la vía Cessen, su retirada del ochomilismo , cuando sólo le faltaba el Manaslu (en el Shisha Pangma tiene ascendida la cumbre central).

Sus razones devuelven la dignidad a una carrera deshumanizada en los últimos años: «He vivido demasiadas tragedias en el Manaslu, no quiero enfrentarme a mis pesadillas». En un intento a esta montaña en 1991, Karl Grossrubatscher y Friedl Mutschlechne, compañeros de cordada y amigos de Hans, perdieron la vida durante el ataque a cumbre.

Iñurrategi y Beloki vuelven a la montaña a instalar en campo III

La expedición Oinak Izarretan vuelve a la actividad. Después de tres días de descanso, Alberto Iñurrategi y Jon Beloki, en compañía de Lafaille, Viesturs y Veikka, retornan a la montaña con el objetivo de instalar el campo III a 7.200 de altitud, el último campamento de altura antes de adentrarse en la arista este.

Sin embargo, esta vez las condiciones meteorológicas amenazan por primera vez con trastocarles los planes. Estos pasan por permanecer durante cinco noches en los campos de altura, las dos últimas en el campo III, tras haberlo instalado, para completar la aclimatación. Además deberían de completar los porteos de material, con la ayuda de Lazkano y Juanjo San Sebastián.

«Esta vez parece que el mal tiempo ha entrado en serio. Estas nubes no son las nieblas de las tardes de días anteriores. No tiene buena pinta», afirma Alberto Iñurrategi mientras frunce el gesto y mira al encapotado cielo del Santuario de los Annapurnas. Sin embargo, mayor problema aún que una nevada o la ausencia de un cielo azul es el viento. Las previsiones que llegan desde Chamonix y Benasque sólo coinciden en un punto: el fortísimo viento y el frío que anuncian a partir de los 7.000 metros.

Los partes indican vientos entre 100 y 125 kilómetros por horas y temperaturas entre 20 y 25 grados bajo cero. A 7.200 metros de altitud, la altura donde tienen previsto montar el campo III.

Además, ese campo está ya instalado en la arista sur, entre en Glaciar Dome y el Roc Noir, lo que significa que por primera vez los alpinistas se encontrarán expuestos a los vientos del noroeste. «con ese viento es imposible instalar el campo III, a lo que se le añade el frío. Mientras las condiciones no mejoren ahí arriba lo vamos a tener muy difícil», explica Alberto.


La cota más alta y sin oxígeno

Hace tres años, una encuesta entre los cinco primeros conquistadores vivos de los Catorce Ochomiles (Kukuzcka murió al año siguiente de completarlos) reflejaba una unanimidad total sobre las reglas de la carrera: Existen 14 montañas de más de ocho mil metros, pero sólo puntúan las cotas más altas de cada una de ellas (hay catalogados otros ocho ochomiles secundarios).

Aclarada la principal condición para ascender las catorce montañas más altas del planeta, algunos de su conquistadores añadían un precepto más a su conquista: un estilo ético de escalada. O dicho de otro modo, realizar las ascensiones sin oxígeno artificial.

El matiz no es banal. Siendo estrictos en la aplicación de esta regla, los conquistadores de los Catorce quedarían reducidos a Messner, Loretan, Carsolio y Oiarzabal, éste último tras su repetición al Everest en 2001 por el collado norte. Alberto Iñurrategi, sin asciende al Annapurna, sería el quinto.

Pero conviene realizar algunos matices. ¿O acaso es justo meter en el mismo saco a Kukuzcka y Wielicki junto al italiano Martini o los coreanos Um Hong Gil y Park Young Seok? En absoluto. Los dos polacos ascendieron al Everest en 1980, cuando hasta esa fecha sólo dos personas (Messner y Habeler) lo habían subido sin recurrir al oxígeno. Y lo hicieron, además, el primero abriendo una de sus vías más difíciles (pilar sur) y el segundo protagonizando la primera ascensión invernal.

Se trata, sin ninguna duda, de dos de los más grandes alpinistas que dio el siglo XX. ¿Alguien se atrevería a cuestionar sus méritos en la conquista de los catorce ochomiles?.