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LOS TEMAS PRINCIPALES / ARMAS

Por mis pistolas

La Asociación Nacional del Rifle hace campaña por Bush para detener a Gore, convencida de que los demócratas quieren prohibir las armas de fuego

MERCEDES GALLEGO
CORRESPONSAL. NUEVA YORK

OPINAN LOS CANDIDATOS

- George W. Bush -
«No estoy por exigir un permiso de armas. Los criminales no van a pedirlo. Eso sólo lo harán los ciudadanos de a pie y éstos tienen el derecho y la obligación de proteger a sus familias. Estoy de acuerdo con que las armas lleven pestillo de seguridad y con aumentar la edad legal».
- Al Gore -
«Mis propuestas no afectarán a los cazadores ni a los que las usen como deporte o para defender sus hogares. El problema es que hay demasiadas en manos de niños y criminales. Por eso hay que endurecer las normas para la venta de armas».
- Ralph Nader -
«Creemos en el derecho de los ciudadanos a defenderse a sí mismos y a portar armas, pero también creemos que no es correcto facilitar a los criminales el acceso a máquinas para matar, como los rifles automáticos de asalto».
- Pat Buchanan -
«Como presidente me aseguraré de que no se comprometa el derecho a portar armas. Promulgar más leyes no es solución al barbarismo urbano que ha convertido las ciudades en campos de batalla y las clases lugares para matar».

Jordan 0'Neil tiene cinco años y colecciona cartuchos. Su padre la lleva a todas las ferias de armas que puede y le compra las piezas que más la embelesan. No tiene miedo de que accione accidentalmente uno de esos gatillos, «ella sabe que son peligrosos, se mueve entre armas de fuego desde que nació», cuenta Bill orgulloso.

Cuando sea mayor, «digamos ocho o diez años», su padre la enseñará a disparar. «Todas las mujeres deberían estar a favor de portar armas», sostiene Bill. «Si quieres darle poder a una mujer, dale una pistola. Eso las iguala a las hombres». El constructor que representa a la Asociación Nacional del Rifle (ANR) en Nueva York envió a sus dos secretarias a uno de los cursos promovidos por la organización que preside el actor Charlton Heston, titulado «Cómo no ser una víctima». «Volvieron encantadas», cuenta entre risas. «Les fascinó eso de pegar tiros».

Bill aprendió a los cinco años en el desierto de Nuevo México. A su padre lo destinó allí el Ejército para fabricar misiles, competía en una liga mayor. Desde entonces ha cultivado su pasión por las armas a modo de coleccionista hasta acumular «varios cientos de miles de dólares» en piezas de colección, admite sin querer precisar el número de piezas.

El instinto guerrero lo sacia todos los martes por la tarde en las prácticas del Cuerpo de Artillería de Veteranos, una milicia federal enclavada en pleno corazón de Manhattan. «Lo hago por patriotismo», explica. «Es un honor servir a un cuerpo que data de la Guerra Civil y en el que hay generales retirados. Nos tomamos muy en serio nuestro trabajo».

En los últimos meses su trabajo también ha consistido en recaudar votos para quien desea ver convertido en comandante general de las fuerzas armadas a George Bush. O' Neal ha registrado a 90 personas en el Partido Republicano que prometen votar por el único candidato que les garantiza el derecho a las armas.

Derecho constitucional
«Clinton y Gore están equivocados", dice con furia. «Esto no va a ser Inglaterra o Canadá. Esto es América, aquí puedes venir y hacer lo que quieras siempre que no interfieras en la vida de los demás. Tenemos una Constitución que garantiza que todos los ciudadanos tienen derecho a portar armas para defenderse y no vamos a permitir que la cambien, funciona muy bien».

La Carta Magna a la que se aferra O'Neal y cuantos se sienten atacados por las leyes para el control de armas data de 1789, cuando medio continente estaba por colonizar, se combatía a los indios a tiros y se colgaba a los cuatreros. Pero a él no le parece que eso la haga anacrónica. Carece de perspectiva histórica para comprender que las leyes cambian y evolucionan con los cambios sociales.

Por el contrario, está convencido de que los demócratas confabulan en Washington para desarmarlos a todos y tomar el poder de los estados. Cree que la ralentización del proceso para expedir permiso de armas se hace para forzar la quiebra de las armerías: «los criminales no necesitan licencia, sólo los ciudadanos comunes».

Los medios de comunicación, que dan en grandes titulares cada tiroteo escolar, pero callan los casos en que las armas han servido para abortarlos, forman parte de esta conspiración que le obsesiona. «Lo que el Gobierno quiere es crear un clima de alarma que le permita justificar una confiscación generalizada», explica mientras baja la voz en tono de confidencia. «Vendrán casa por casa a decomisar nuestras pistolas, es lo que querían hacer John y Bob Kennedy».
Ambos hermanos están muertos, pero el clan de Clinton ha resucitado la conspiración. El Gobierno federal, que «sólo debería ocuparse de defender las fronteras», conjura para dar una especie de golpe, arrebatar el poder a los gobernadores y ejercer sus funciones. «¿Por qué?», repite crispado por lo que considera una obviedad. «Por dinero, por lo que se hace todo», sentencia.
Se refiere al dinero de los contribuyentes, impuestos que pagan por partida doble al gobierno del Estado y al federal. Esos que los demócratas siempre mantienen altos para presumir de superávit y reinvertirlo en una maquinaria social que no funciona. «¡Seguridad social! La gente como Hillary Clinton me pone enferma», escupe con una expresión de asco. «Quieren darle el dinero a los pobres para que sigan holgazaneando y viviendo de la sopa boba. A la gente hay que darle los instrumentos para que luche por sí misma y viva con dignidad».

La ANR, con Bush
Las palabras de Bill, incluyendo su retorcida teoría de la conspiración, están en la mente de todos los miembros de la ANR, el lobby más poderoso del país, «la única asociación que da voz a los propietarios de armas», cuenta otros de sus miembros, Russ Smith, dignificándola. La paranoia explica que la ANR haya donado 1.200 millones de pesetas a la campaña de Bush; que Heston haga intensa campaña en Pensilvania, estado clave para recuperar la Casa Blanca; y que Bill cuente los votantes que registra como muescas en su pistola. Están dispuestos a resistir como sea el embate judeomasónico, aunque tengan que revivir la batallas de los confederados en la Guerra Civil.

Bill lo hará por él y por sus niñas, para que Jordan y Olivia, ésta última de apenas dos años de edad, puedan seguir defendiéndose. Y para que conozcan al hombre de su vida en una de esas ferias en las que Jordan cultiva ya su infantil pasión por las armas. Después de todo, cuenta Bill, «ahí es donde está la buena gente. Verdaderos caballeros, sí señor».

Las armas en EEUU

M. G. NUEVA YORK

  • 200 millones: de armas en manos de particulares.
  • 65 millones: de armas sin registrar.
  • 4,5 millones: de armas se venden cada año en las armerías.
  • 800.000 niños: llevaron pistolas al colegio el año pasado.
  • 32.000 personas: mueren al año por armas de fuego.
  • 13.000: fueron asesinatos.
  • 17.500: fueron suicidios (61% de los suicidios totales).
  • 1.000: fueron accidentes.
  • 1.600: de los asesinatos con armas los cometieron niños.
  • 11 niños: mueren a diario víctimas de un arma de fuego.
  • 20.000 millones de dólares al año en costos médicos y pérdidas laborales por las armas.

El permiso de armas

  • 15 estados lo requieren.
  • 95% de la comprobación de ficha policial se hace en 24 horas, según la Ley Bradley.
  • 5% restante tiene derecho a obtener la licencia sin esperar más. Este grupo es 20 veces más proclive a contener fugitivos y convictos.
  • 63%:de los hogares tienen un arma de fuego.

La Asociación de Armas

Charlton Heston
«La principal corriente en América es contar contigo para que reclames la espada y luches por ellos. Esta gente tiene poco tiempo y pocos recursos para la errónea batalla que conducen con actitudes de Cenicienta. Es la propaganda marginal que enarbola la coalición homosexual, las feministas que predican que las mujeres tienen la obligación divina de odiar a los hombres, los negros que con una mano alzan un puño militantes mientras que con la otra buscan privilegios»

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