Noche de tibios contrastes
Javier Uria y Fernando Lamikiz eludieron las estridencias y optaron por el sosiego y la moderación en sus veladas posteriores al escrutinio de las urnas
L.MINGALLÓN/I.CASTRO BILBAO
La majestuosidad de Ibaigane dispensó amargura y satisfacción en la misma medida, pero en recipientes diferentes. A Javier Uria el socio rojiblanco le guió hasta el elixir de la alegría, el cóctel soñado de reconocimiento y felicidad. El sabor de la ambrosía se quedó en su paladar. La copa de la decepción, contenida y elegante pero decepción al fin y al cabo, correspondió a Fernando Lamikiz. El abogado de Busturia, refugiado en el teléfono móvil, sobrellevó con la cabeza alta una noche de tibios contrastes que instaló en el rostro de su adversario y nuevo presidente una sonrisa deslumbrante aunque sobria y sosegada. Su fiesta, fugaz y moderada, se celebró en el Hesperia Zubialde, un hotel que congregó en su patio interior, junto a un salón llamado La Gabarra, a unas 300 personas convencidas de que el viernes se dio el primer paso para la reconversión total de las ilusiones del Athletic.
El sol hacía tiempo que se había retirado al regazo de las sombras. La noche, casi veraniega, invadía los rincones y proporcionaba sensaciones intensas, pero opuestas. Fernando Lamikiz, el elegante perdedor, alternaba intermitentes conversaciones a través del teléfono móvil con una cena reposada que invitaba a la reflexión. Mientras tanto, en el Hesperia, Javier Uria, sin excesivos alardes y en una fiesta de guante blanco, homenajeaba a sus colaboradores entre los efluvios del champán y el trajín interminable de abrazos y felicitaciones. No fue un festejo barroco ni entregado a los abalorios superfluos. Simplemente, se trató de una jovial reunión de amigos y compañeros de camino que cerraron la larga carrera electoral envueltos en el manto del triunfo, pero sin querer atragantarse con los excesos de la celebración.
Al filo de la media noche Javier Uria cruzaba la puerta del hotel con una sonrisa imborrable en el rostro y los oídos ensordecidos por el clamor de sus seguidores. Una vez cruzado el vestíbulo accedió a una coqueta carpa que había sido levantada en un patio interior. Allí, todos sus simpatizantes le esperaban entonando con suavidad el himno del Athletic que, como el champán, se prodigó durante toda la velada. Fue un paseo triunfal. A medida que el nuevo presidente avanzaba hacia un pequeño escenario colocado al final del recinto de lona blanca, los abrazos se sucedían de manera interminable.
Agradecimientos
Escasos metros le separaban ya de la tribuna de la alegría. Antes, sin embargo, tuvo que agradecer su asistencia a un invitado improvisado. Álex de la Iglesia se había acercado a felicitar al nuevo presidente y éste le devolvió el gesto con un sentido abrazo. Tras su efímero contacto con el cine, Uria regresó a la deseada realidad. Desde el pequeño escenario y con su dogmática sobriedad, agradeció el apoyo dispensado. «Es un día grande para nosotros. Gracias por todo vuestro esfuerzo. Ya hemos llegado a la meta y vosotros sois los que habéis ganado», dijo.
Aún tendría que volver una vez más a su tribuna. Tras atender de nuevo a los medios informativos con una reparadora cerveza en la mano, enfiló por segunda vez el camino hacia la carpa. Allí, la música solapaba las orgullosas conversaciones. «Hemos clavado los resultados de las encuestas», comentaba un colaborador mientras su contertulio sentenciaba: «De todas formas, Javi se lo merecía».
Entretanto, el principal protagonista de la noche electoral ya se encontraba en el escenario. Después de recomponer con unos improvisados utensilios sus gafas dañadas por los efusivos abrazos de los 300 seguidores cuando llegó al hotel regresaba al altillo con su mujer para parcelar la tarta de la victoria y brindar por el futuro del Athletic.
Fernando Lamikiz compensó con una cena «entre amigos» el trago amargo de la derrota. El abogado de Busturia aguantó estoicamente el acoso de los medios de comunicación tras la asunción del triunfo de Uria y, a continuación, se dirigió al Club Deportivo de Bilbao, donde el cariño de sus colaboradores le sirvió para amortiguar el duro impacto de la decepción. No obstante, durante el banquete, al que acudieron 128 personas cuando sólo estaba prevista la asistencia de un centenar, Lamikiz exhibió una actitud solícita y distendida. El abogado ni siquiera apagó su teléfono móvil abandonó en varias ocasiones la mesa para responder a las llamadas, y atendió con amabilidad a los periodistas que se interesaron por su estado de ánimo. Su rostro alegre, iluminado por una cordial sonrisa durante toda la jornada electoral mientras agradecía a los socios su apoyo, no le abandonó en los momentos más difíciles del día.
Abrazo con Ziarreta
Los comensales degustaron el menú en una atmósfera relajada, sin dramatismos reveladores de la derrota en las urnas. Tan sólo hubo un detalle cargado de emotividad, justo en el momento en el que Blas Ziarreta llegó al restaurante. Lamikiz se levantó de su asiento y tras mantener un sentido diálogo se fundieron en un abrazo, al que los asistentes a la cena respondieron con una calurosa ovación. Los gritos de «Ari, ari, ari, Lamikiz Lehendakari» a los que recurrieron algunos simpatizantes para infundir ánimo al candidato, recibieron una tímida respuesta por parte de éste en forma de saludo con la mano y dejaron la impresión de resultar insuficientes.
A unos 25 metros del asiento que ocupó el abogado de Busturia, cuatro de sus colaboradores mantuvieron un significativo debate en las postrimerías de la cena. «Para saber ganar primero hay que saber perder», comentó uno de ellos. «Hemos perdido como caballeros», apostilló otro. En la noche posterior al recuento de votos, mientras Uria recibía las felicitaciones de Pedro Tomás, presidente de la Liga, y de Florentino Pérez, presidente del Real Madrid, la candidatura de Lamikiz volvió la cara a la tristeza y optó por contemplar la realidad a través del prisma de la esperanza. «Volveremos con la cabeza bien alta», vaticinó un orgulloso simpatizante. |