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ANÁLISIS

Déficit de lectura

M.C. VALENTE
El aluvión de publicaciones ante la apertura de la Feria del Libro y Disco Vasco en Durango dispara el debate sobre el índice de lectura. ¿Se lee al mismo ritmo al que se produce? A falta de cifras que lo avalen, las campañas de fomento que realizan las instituciones públicas son prueba evidente de que es necesario incrementar el número de quienes se decantan por un libro como alternativa de ocio y esparcimiento. El bajo índice de lectura, independientemente de la lengua en que se escriba, es analizado por Jon Kortazar, Mariasun Landa y Joxemari Iturralde desde su doble prisma de escritores y docentes.

Kortazar habla de déficit en la democratización de la lectura. Y se explica. «Antes era una práctica elitista, pero, a pesar de su ampliación, gracias a que la escuela es un derecho universal, todo el mundo sabe leer, y, sin embargo, no se lee», argumenta el catedrático de Lengua Vasca y profesor en la Facultad de Filología Vasca de Vitoria. En su opinión, la competencia de la que denomina «segunda oralidad industrial», es decir, la difundida por los medios tecnológicos, es atroz. Alude también a que el tipo de sociedad en que nos movemos marca un ritmo rápido, «cuando el que requiere la lectura es más sosegado y de recogimiento».

«Dar ejemplo»


En lo que coinciden tanto Iturralde como Kortazar, a los que se suma Mariasun Landa, profesora de literatura juvenil e infantil en la Escuela de Magisterio de San Sebastián, basándose en su experiencia profesional, es en que en cuanto se concluye el ciclo de educación obligatoria el abandono de la lectura es más acusado. «En las escuelas e institutos hay lectorado porque se obliga a leer», comentan. «El problema es que este aspecto, como tantos otros, –agrega Kortazar– se ha dejado en manos de la escuela, que por sí misma no va a poder con todo, así que las familias tienen un papel importante».

Mientras Kortazar reconoce que no sabe cómo dinamizar la lectura para generar afición, Landa e Iturralde implican al profesor en esta ardua tarea. La Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil por ‘Krokodriloa ohe azpian’ señala que al obligar a los alumnos a leer ciertos libros, sin cuidar el tratamiento de esas lecturas, «se ha eliminado el placer que conlleva, así como su aspecto lúdico».

«Dentro del aula hay que facilitar que cada alumno elija el libro que le guste y a los profesores hay que insistirles en que empleen una metodología más cuidada, que se informen bien de los libros que existen y consulten revistas especializadas porque a veces nos anquilosamos en ciertas obras», apunta en consonancia con Iturralde. «Tiene que haber más formación e interés, transmitirlo y dejar de lado la hipocresía que nos lleva a recomendar leer cuando no se da ejemplo».

Mariasun Landa va más allá al proponer la búsqueda de nuevos espacios de lectura «de forma urgente», sin dejar de lado la fundamental labor de los centros educativos. Junto a la mejora de la calidad de enseñanza, menciona como asignatura pendiente el papel que pueden jugar las bibliotecas. «Las instituciones tendrían que invertir más en estas instalaciones y favorecer el que la gente acuda a consultar y manejar material», incide.

Trabajo de campo


Esta escritora hace referencia al ámbito familiar, sobre el que asegura hay que trabajar mediante campañas u otras iniciativas, y a la promoción de encuentros entre escritores y lectores. Respecto a la televisión, uno de los principales competidores de la lectura, critica la falta de interés de sus responsables por incentivarla. «Este medio podría hacer mucho por el libro. Es un recurso impresionante que se está desaprovechando».

Las impresiones sobre los índices de lectura cuando se centran en la literatura escrita en euskera no varían. «Muchos no se lanzan a la piscina, pero quienes lo hacen es para nadar», afirma metafóricamente Iturralde. Según el profesor de bachiller, las obras en lengua vasca tienen un potencial seguro de lectores, que son más fieles y hacen un seguimiento más cercano a las nuevas publicaciones. «Estamos por detrás de los catalanes, pero adelantamos a los gallegos. Además, hoy en día se puede encontrar cualquier temática en euskera, gracias a las traducciones de otros idiomas, así que esa no es excusa para no leer».

A este respecto, Landa apostilla que a los lectores euskaldunes les está costando leer los clásicos traducidos al euskera. «Existe cierta reticencia, a pesar de que están muy bien traducidos, también para que los profesores integren estos títulos en sus programas», lamenta.

Desde una perspectiva más optimista, el catedrático de Lengua y Literatura vasca Joxemari Iturralde asegura que hace diez años se leía menos. «Sin que se produzcan grandes altibajos, el índice de lectura se mantiene, e incluso se ha recuperado respecto a hace una década». El escritor tolosarra defiende que el País Vasco se sitúa al mismo nivel que el resto de España, o incluso mejor.