El rock empapa Vitoria

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Jóvenes de toda Europa inundan de fiesta Mendizabala para asistir al Azkena, que ayer arrancó con Iggy Pop y que hoy sigue con los New York Dolls

IOSU CUETO i.cueto@diario-elcorreo.com/VITORIA

«Esto va a ser brutal», auguraba Philip Gaullet, un melenudo parisino que acababa de llegar a Vitoria con ganas de decibelios. Era uno más de los jóvenes que vibraron ayer con los primeros sonidos del Azkena Rock Festival, que se vislumbra como la más multitudinaria e internacional de las cinco ediciones. Por la tarde, las campas de Mendizabala estaban plagadas de camisetas negras, gafas de sol, mochilas, sombreros, enormes tatuajes y torsos desnudos achicharrados de calor. La fiesta comenzó a primera hora, con los grupos Sharon Stoner, Guarro, Young Fresh Fellows, The Waterboys y Green On Red. El punto culminante llegó con el movimiento eléctrico de Iggy Pop y los Misfits, a los que tomarán el relevo hoy los New York Dolls y mañana los cabezas de cartel: Pearl Jam.

«El mito del rock and roll es falso», apuntaba Simón Cuenca, apostado en la concurrida acampada. El estudiante madrileño explicaba que «el gran error» es relacionar a los amantes de esta música con «la bronca y los problemas». El ambiente le daba la razón. La zona estaba copada por un mar de refugios de tela cuyos huéspedes eran tan diversos como joviales. Había profesiones de todo tipo. Desde operarios de la construcción a abogados, pasando por delineantes, comerciales o ingenieros.

Pocas chicas, eso sí, algo que no conseguía amargar la descomunal juerga que mantenían siete guipuzcoanos al pie de su tienda de campaña. «Aquí nunca ha habido un robo y el buen rollo es general», clamaba Feli Lekuona, que ya pensaba en hacer negocio inspirado por el golpe etílico de las 60 cervezas que el grupo se metía entre pecho y espalda. «Vamos a bajar a comprar mucho whisky, lo vendemos en 'chupitos' a un euro cada uno y nos forramos», bromeaba. Sus compañeros criticaban que la organización del festival no dejara introducir bebida en la zona de escenarios, pero al mismo tiempo alababan que las duchas «son mucho mejores» este año, porque «en vez de individuales son comunitarias y no están encharcadas».

Buena fama

No muy lejos de allí, Carlos, Óscar y Pepín, llegados desde la localidad asturiana de Mieres, llegaban al Azkena por cuarto año consecutivo. Se hacían cruces para que no se les cayera encima la gran tienda de campaña que acababan de levantar y descansaban sentados en bañador. «Este festival está genial», afirmaban. Marta Pardo, una secretaria de Castellón, acababa de llegar a Vitoria atraída por el boca a boca. «Me han dicho que todos los años triunfa y veo que el ambiente es genial. Casi me gusta más que el de Benicassim».

Abajo, entre el variopinto público de los conciertos, la música elevaba la temperatura del ambiente. Todo el mundo contento, aunque también surgieron algunos toques de atención. El más repetido, que es «una vergüenza» que las barras cobren 2 euros por un botellín de agua.

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