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HISTORIA / EL ÚLTIMO ASCENSO
1997-98, un delirio histórico
Siete ex albiazules rememoran la rebelión de los humildes de hace siete años

La victoria frente al Rayo, que daba al Alavés el ascenso, desató la euforia en Mendizorroza.
Carlos Pérez De Arrilucea

El ascenso logrado por el Alavés este fin de semana deja el regusto del deber cumplido. Lo que se pospuso tras la decepcionante temporada pasada ha quedado resuelto en la presente. Al fin y al cabo, la afición vitoriana tan sólo ha tenido que esperar dos años para ver de nuevo al equipo de sus amores en Primera División. Pero hubo un tiempo, no muy lejano, en el que un equipo con el espíritu aguerrido del modesto que no quiere dejar escapar el guiño de la gloria barrió en Segunda División para auparse a la 'Liga de Las Estrellas'. Nadie olvida aquella temporada 1997-98 en la que el Alavés logró volver a la élite después de 42 años. Y menos algunos de los protagonistas de una epopeya que rescatan de la memoria siete años después.

Braceros del fútbol

"A este Alavés actual le veo como un equipo de Primera. Nosotros entonces éramos una banda de maleantes". Hermes Aldo Desio recurre a todo su humor para definir aquella escuadra albiazul en la que recaló con la temporada 1997-98 ya comenzada. Bajo su socarronería subyace una verdad palmaria: aquella plantilla albiazul estaba construida sin pretensión alguna aparte de no pasar apuros en Segunda, con retales de las categorías más sacrificadas del fútbol. ¿Cuál fue entonces el secreto? Desio lo tiene claro. "Éramos un equipo. No había nombres ni nada.Todos estábamos predispuestos a trabajar. Éramos como una plantilla de rejuntados. Algunos no habíamos dado lo que teníamos que dar en otros equipos o habíamos tenido problemas. Para muchos era la última oportunidad de hacer algo en el fútbol".

Manolo Serrano celebra el primer gol ante el Rayo Valllecano el 3 de mayo de 1998.
Números incontestables

Los registros que alcanzó aquella "banda de maleantes" pulverizaron todos los pronósticos del inicio de la temporada. Cerró el ejercicio como campeón de la categoría con 82 puntos, un récord histórico aún vigente, y fue el equipo menos goleado en todas la categorías del fútbol español. El guardián de la meta alavesista era Paco Leal, que recogió el Trofeo Zamora con todo merecimiento. El hoy entrenador de porteros del Sevilla refresca la memoria de un año "que se suponía que iba a ser de transición, pero que acabó en sorpresa".

"Llegó un momento en que cada vez que salíamos fuera metíamos un gol y se acababa el partido. Creo que ganamos 11 encuentros fuera por 0-1. Éramos muy duros de batir, una escuadra muy ordenada. Nadie nos colaba un gol". Para el ex guardameta la leyenda se forjó a partir de una caseta en la que los intereses individuales quedaban al margen. "El vestuario era buenísimo, muy joven y sano. Nunca hubo problemas y Mané nos dejaba un poco a nuestro aire".

El día clave

Las esperanzas erigidas a partir de la nada confluyeron en una fecha. Aquel 3 de mayo de 1998 se convirtió en una cita con la historia. El Alavés arrollador de la Liga tenía su primera oportunidad de lograr el ascenso a falta de tres partidos para el final de la competición. Justo el día precedente a aquel domingo de nervios, la derrota del Las Palmas ante el Badajoz había permitido que las cuentas cuadraran para los intereses albiazules. Sólo faltaba una variable para lograr el premio, un triunfo ante el Rayo Vallecano en Mendizorroza. Desde el mismo sábado, José Manuel Esnal, Mané, decidió concentrar a sus pupilos en un hotel de Vitoria. Allí, la plantilla alavesista conoció la derrota insular e inició la conjura definitiva.

Manolo Serrano recuerda aquellos momentos "como si fuera ayer". El goleador catalán pasó en vela buena parte de la noche previa, quizás una premonición de lo que estaba por llegar. "A eso de las nueve nos enteramos de la derrota del Las Palmas y nos dimos cuenta de que lo teníamos al alcance". El conjunto albiazul afrontó el duelo ante el Rayo con una convicción batalladora.

El ascenso desató el delirio entre unos jóvenes que siempre habían conocido a su equipo en categorías inferiores.
Desio no recuerda "un Alavés con más hambre de ganar que el de aquel día". Antes de saltar al césped, no fue necesaria arenga alguna, ni siquiera por parte del capitán Antonio Karmona. "Lo teníamos ahí. En casa, el campo lleno, la General a tope y un ambiente 'futbolero' maravilloso. En el vestuario no había que soltar discursos. Todos estábamos 'enchufadísimos'. Había una tensión enorme, todos hablando de lo que teníamos que hacer, ni un silencio", recuerda el central bermeotarra. Pero había que superar al Rayo para descorchar la fiesta.

Los nervios no se liberaron hasta el minuto 41, cuando un Manolo Serrano despejado a pesar del mal dormir colocó el 1-0. Ya en el minuto 67, el delantero catalán certificó el ascenso con el 2-0. "El primer gol nos hizo liberar mucha tensión, pero el segundo fue el momento culminante, cuando nos percatamos de que ya estaba todo hecho", recapitula Serrano. Por si hubiera que sumar más razones para el ascenso, Arturo Igoroin, Sívori, firmó el 3-0 final. En su primera temporada como profesional en el Alavés, el jugador vitoriano cerró la cuenta de un partido inolvidable. "Fue increíble. Me abracé con Pedro Riesco, que me había dado el pase. Había logrado un sueño imposible. Ascender a Primera con el equipo de mi tierra", señala Sívori.

En la distancia

Después llegarían las fiestas, las recepciones institucionales, el baño de masas desde la balconada de la plaza de la Virgen Blanca. El logro fue tan grande que al equipo le costó asumir su nueva condición, tal y como reconoce Karmona. "Después hubo dos semanas de celebraciones. Nos sobraban los partidos que nos quedaban. Saboreábamos la hazaña y al mismo tiempo tratábamos de asimilar lo que habíamos hecho. Nos teníamos que pellizcar". A partir de ese día, el Alavés retomó su andadura en Primera tras una pausa de 42 años. Después llegaría el auge con una inolvidable final de la UEFA y la caída de lo más alto, pero todo comenzó con aquella rebelión de la modestia futbolística en la temporada 1997-98. "Fue la primera piedra de un Alavés histórico. Teníamos una ilusión enorme, pero, ante todo, éramos muy humildes", remata el 'Gran Capitán'.