Opinión

Sábado, 13 de marzo de 2004

Ser madrileños

SANTIAGO GONZÁLEZ/

El pasado jueves, cuando empezábamos a asomarnos al horror, almas bienpensantes forzaban la elasticidad del gentilicio: «Hoy todos somos madrileños». Madrid era el jueves y también el viernes y hoy, sábado, «capital del dolor», como escribió el poeta. También lo fue de la gloria, la capital de la solidaridad y del coraje cívico, la ciudad resistente de las canciones populares cuando la guerra: 'Madrid que bien resiste, mamita mía, los bombardeos'.

Madrid es también una metonimia del mal en el lenguaje nacionalista: «Madrid no entiende otro lenguaje que el de la fuerza», dijo el anterior presidente del PNV. «Iturgaiz es un joven servil hacia Madrid», definió Francesco Cossiga, amigo del corrupto presidente de Parmalat, en cuyo avión vino a recoger el premio 'amigo de los vascos'. Decir que hoy somos todos madrileños es una propuesta bienintencionada, aunque improbable. Lástima que el periodo de gracia sólo dure 24 horas, que es lo que viene a durar el alivio de luto tras un atentado, justo el tiempo que se necesita para recomponer la figura y volver a las mismas mezquinas rencillas de todos los días. Habría que esforzarse para ser madrileños (y madrileñas, claro) de ahora en adelante, por lo menos mientras les dura el dolor a las víctimas del horror que nos estalló el jueves en Madrid.

La empatía es una virtud que no es compatible con el sentimiento efímero y requiere espacios amplios para su desarrollo. Tanto como la humanidad entera. Eso era lo que trató de expresar hace cuatro siglos el poeta John Donne: «La muerte de todo hombre me disminuye porque formo parte de la humanidad. Por eso, no preguntes por quién doblan las campanas. Doblan por ti».

Pero a las 24 horas de los hechos ya empezaban a aflorar actitudes bastante menos universales. El ente autorreferente se empeñó con admirable tenacidad en defender la autoría de Al-Qaida. Nadie estaba ayer en condiciones de argumentar con rotundidad a favor o en contra, pero llamaba la atención que presentaran como prueba concluyente la increíble reivindicación al periódico 'Al-Quds-Al-Arabi' y mostraban a la cámara la portada del 'Daily Mirror', campeón de los tabloides: 'Al-Qaida: Fuimos nosotros', como si se tratase del 'Financial Times', paradigma de la seriedad.

No se podía entender bien el porqué de tanto empeño. El horror es el mismo en ambas hipótesis, pero la posibilidad de que haya sido el terrorismo islámico es mucho más inquietante para el futuro. A ETA se sabe cómo hacerle frente; a lo otro, no. ¿Habrá algún interés electoral en ello? No lo creo. Como sabemos todos los que vemos ETB, el electoralismo es un vicio que practica en solitario el Partido Popular. Uno de los invitados de la televisión autonómica lo explicaba ayer: «Sentí un alivio porque no han sido compatriotas míos». Un día más tarde ya no éramos madrileños y parecía más relevante el hecho de compartir el gentilicio con «nuestros» terroristas que el sufrimiento de las víctimas. Seamos madrileños hoy también.